Rumbo a la noche final de marzo

Rumbo a la noche final de marzo
me incita la necesidad de escribir
de poner lo que me brote en letras
porque se extinguen las jornadas
y pareciera
que la vida se escurre entre los ciclos
y las horas desocupadas.
Quisiera sobrevolar la órbita terrestre
ver los juegos de luces de las ciudades,
el fluir de otras vidas tras los cristales,
cómo necesariamente pasean a los perros
o el deambular de quien no sabe su destino.
La noche acelera el ritmo del espíritu
es el momento del día de evadirse,
de discurrir entre los motivos de un sueño
y de la innegable no permanencia de la realidad,
que en algún momento nos tornará lejanos.
Al final, como al principio, una mano
distinta a la mano que nos trajo
acariciará nuestras sienes con amor
y en su corazón agolpados los latidos
le revelarán una parte de la esencia:
piezas somos de un incesante devenir.
© José Luis
La reja de las naranjas

Todos de alguna manera
delante ponemos una enrejada cuadrícula
que nos distorsiona la realidad
pero también nos retira de los importunos,
es impenetrabilidad en la medida
que sea el sensor de nuestra libertad.
La reja de este naranjo
divide en particiones nuestra visión
compartimenta la unidad del árból
en multiplicidad de detalles,
destaca el naranja sobre el verde
individualiza los dos frutos
separa luces de sombras,
pero me impide saborear su gusto.
Una vez más
ni todo es verdad
ni todo es mentira
depende
del ojo que lo mira.
© José Luis
Reflexión por una imagen

Esta es de esas imágenes que encoge el corazón
pero que invita a reflexionar
a sacarle a la vida todo su provecho
disfrutar de momentos íntimos
buscar la reunión de amigos
perderse en la lectura o el sonido de la música
sentirse bien con uno mismo
pervivir en momentos
contemplar...
© José Luis
Atardecer y amanecer

El atardecer y el amanecer
el uno y el otro son talantes del día
con la potestad de evanescerse
entre amarillos, cárdenos y azules
sutilmente empenumbrados.
Ese día el Tormes con sus árboles
se esconden guarnecidos en las tinieblas
conjugando con el cristalino de la cámara
el asombroso espectáculo cotidiano.
Necesita la luz de las prominentes sombras
como el día de los contrastados colores,
el iris en la bóveda y su inmutable esfera
estática y dinámicamente entrañable.
Intensamente se inflama el esplendor,
crece y repentinamente se apaga
al compás de mis sonoros pasos
mientras me alejo por el puente
con la cabeza envuelta en centelladas.
© José Luis
Madroños en tres colores

En la vida vamos pasando por estadios.
Estos frutos del madroño lo ejemplifican:
- Verde, al inicio cuando se emprende.
- Amarillo, sazón en vías, precaución en ciernes, ojo.
- Rojo, en sazón, madurez, es el momento adecuado, carpe diem.
31 de diciembre de 2022

Sonarán esta noche, otra vez más, las campanadas.
Con cada repique las uvas nos acercarán al 2023,
atrás quedaron las variadas alegrías y algunas contrariedades,
numerosos son ya los años del ritual de esta noche,
pero no renunciaré al privilegio de su “deja vu”,
al devenir palpable de ser vívido y fructífero…
Un árbol, un libro, un hijo… o qué más…
Rostros amigos, manos tendidas, cómplices sonrisas
irán acompañando los nuevos días que vienen,
como anteriores rostros, manos y sonrisas
perviven en el inmenso agujero negro de la memoria.
Otro repique más para mí y para ti, para acercarnos
a la música latente que nos ensancha el corazón,
la puerta a nuevas y viejas experiencias se vuelve a abrir,
como la relectura que nos satisfizo de un libro
o la película que nos revela lo no percibido.
Noche para el festejo de estar incesablemente vivos
de tener la oportunidad de abrir entrañablemente los ojos,
susurrar en el oído del tiempo la oda a la alegría
o el valor del verbo amar conjugado en plural.
Esta noche alzaré la copa y brindaré por ti, por mí,
por el mundo que nos ha tocado vivir
y en el que depositamos acciones y esperanzas
de nuevas generaciones…
pero mientras tanto, que inmenso honor
poder contar contigo.
© José Luis
30 noviembre 2022

El gato que me mira...
Hayedo de Busmayor

Acercarse en la naturaleza
a la condición de la vida,
dejando correr sus aguas
en la frescura del instinto
y olvidando en el idealismo
la posesión de la inmensidad
perpetuamente esquiva
a la inmanencia del hombre.
Hayedo de otoño
delicadeza en tus colores,
rocío hechicero y perfumado,
esplendor entre raíces y cielo,
néctar para los ojos
y dulzura para la meditación.
© José Luis
Aquiescencia

Aquí,
en la lontananza,
donde el abrigo de la mirada
es inquieta conformidad,
tras el dinámico recogimiento
el horizonte ondula su exhalar.
Las palmeras entrelazan
entre sus alargadas prolongaciones
figuras afiladas a sorbos
de suspiros y marina corriente.
Es un atardecer este momento de luz,
los azures de la franja celeste
por la mano intangible atraídos
tornan anaranjada la brisa,
inevitable preludio de la alianza.
Los espíritus bienhechores se renuevan
paralizando a la agreste oscuridad,
royendo su forma a la rojiza apariencia
que nos deja el sol en su fogosa ceremonia.
Es la mente un amasijo de mundos,
las reflexiones agolpadas en la frente
han ensanchado la brecha para su huida…
consiento el extravío de irradiaciones
en este estado de quietud,
que permite a los ojos,
aun desconociendo la distancia,
ir más allá.
© José Luis
Notas primaverales del invierno

Por el camino dura es la tierra…
mi sombra transita haciéndome fiel compañía,
tiernos árboles flanquean la sinuosidad del terreno
a pesar de los regueros lustrosos de verde hierba.
Es febrero y el sol se muestra con cálido manto,
deposita sus rayos en esta heredad de Adán y Eva,
incitando la renovación de la rigurosa vida invernal
en nuevos aleteos, brotes primorosamente tiernos,
afable renuevo de glaucas hojas e irisadas flores.
Estas notas primaverales transforman el invierno
en sonrisa iridiscente que deja creación intangible,
suspira el viento en aromas que enloquece abejas
provocando renacer al ciclo fecundativo y perdurable.
Las hojas claman por lucir su verdor
las yemas han surgido dando su paso
a los delicados pétalos palpitantes
que rosadamente blanquecinos
muestran al universo su belleza y atrevimiento.
Siento en mi palpitar ese ímpetu,
ese nuevo amanecer de una posesión antigua
que se alimenta del perecedero pasado
para dar cabida al gozo y esperanza del futuro,
aunque, a veces, el corazón sangre,
por la injustificada violencia de mortíferos rencores.
© José Luis