Los ojos de un gato extraño
En los pueblos siempre hay casas abandonadas;
lugares que, cerrados, pudren el aire dentro
o tan abiertos que ya nada tiene de existencia;
de vez en cuando algún caminante detiene su paso
y curioso interpreta el silencio de las ventanas,
la cerrazón de una puerta o el vencido tejado.
Ranuras delimitan, renuentes, el espacio mirado
como ojos que escudriñen una única trayectoria
o que profundizan en su propio contrafuerte,
y esas mismas ranuras advierten que otros ojos,
a través de ellas, dirigen sus pupilas al caminante,
quisiera dedicarle el roce afable de su cola
en los recuerdos del hogar cálido e invariable.
Son los ojos de un gato extraño una pregunta
glauca entre los matorrales de la memoria
donde siempre existen ranuras indiscretas
que dejan sin sentido las razones del querer
o de la misma ausencia.
© José Luis
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Besitos