La selva que fue jardín
Feroces las hiedras se adormecen
en los ladridos raudos de la noche,
de la mórbida aspereza de la selva
enhiesto el suelo desalfombrado yace,
rugiente la maleza dilata en su savia
las pupilas infernales del adviento.
Titila lumínico el círculo errante,
el tiempo en sus surcos se desmiembra
procaz entre los susurros del descuido,
tus labios descerrajan aún en las palabras
otros surcos dentro mis labios, imperceptibles
son los avances sórdidos de sus ramas.
Poseo entre mis dedos ligados,
los atillos inaprensibles de la bruma,
los latidos de la sangre oscurecida
ahogados en el rumor doliente
del silencio,
la selva que jardín fuera.
© José Luis
2 comentarios
J. Marcos -
ojodefuego -
Un poema precioso. Auqnue suena un poco triste y silencioso. Bien visto, la selva también es hermosa.
Besos