La gravedad del peso
Urdimos incesantes esfuerzos
para sostener las cargas
que nos acontecen a diario,
que surgen de la tierra
y se elevan hasta sujetar
nuestro enjalbegado conocimiento
como el fiel de una balanza
que aguarda nuestro hálito
para desplegar el resorte
y saber hasta dónde podemos
o estamos dispuestos a llegar.
Se agacha nuestro cuerpo
y recibe el peso de la fuerza
o la capacidad del sufrimiento
en la que unificar los tantanes
de guerra o de silencio a muerto
tras los escalofríos de la piel
y la tensión de los surcos de colores
que brotan tras las lágrimas del viento
cuando con los brazos extendidos,
cuando con las palabras sobrantes
de las cartas perdidas en los labios
asistimos al parto de la noche,
a la superación de los miedos.
Una mujer mira el suelo,
busca las raíces de la gravedad,
las que sujetan el juramento
de la Luna a las vueltas de la Tierra
mientras prestan los días
el amor aplazado del tiempo
a la humanidad creada.
© José Luis
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