Piedras encriptadas
El aire recorre pertinaz la meseta
donde sólo las piedras resisten,
con la desintegración de sus granos,
que el tiempo se olvide de sí mismo
y las manos rugosas que allí las colocaron
una plegaria levanten al cielo bienhechor.
La oquedad de la sombra silenciosa
es el grato solaz del caminante
cuando señorea el sol en lo más alto
y la senda, polvorienta, farfulla
limaduras de soledad y cansancio.
De la tierra manan sudores glaucos,
corrientes turbulentas entre las rocas
que dejan atrás el susurro de la duda
y recorren las riberas del pensamiento
mientras los pies avanzan por el semblante
abierto de un libro que hace de compañía.
Es la memoria una cripta en el aire,
una cripta de piedras mimetizadas
con la infinitud azulada del universo,
la mirada de la satisfacción profunda
y con la intimidad oscura del deseo.
© José Luis
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