Composición 2
Deslío las nubes con el soplo rosáceo
de una auriga que se desboca en el espacio
y choca con las esquinas de la noche
donde urge en el anhelo la satisfacción
de un reto de madrugada, de una suerte
impúdica y sudorosa en la profundidad
del pecho mientras se respira la niebla
intangible de amanecer y oscuras copas
con la viscosidad granate de la sangre
latiente y perfumada en las venas heridas.
Se aíslan las tinieblas en una isla toronja,
en la intermitencia de un faro penumbroso
que aleja asalmonada la luz al espacio
cuando las cigüeñas suprimen sus alas
en la muralla que separa los dos mundos
tangenciales de la realidad y los sueños.
Queda en el cielo momentáneo el rubor
de las briznas nebulosas del ocaso
y las azuladas faringes de los albures
entonan sagrados los ecos de los caminos
por los que desaparecen espantados los niños
que traerán en sus caras la conquista
de la evanescencia de la vida
o de la mortal germinación del olvido.
© José Luis
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