Helechos cautivos
Desde el portal, los helechos, observan la calle
y no saben que también son observados,
no saben del aire fragante de la mañana
entre los caminos que se desemparejan de las sombras
y los madrugadores pasos de la aurora,
de los pasos de aquellos que hocicaron en sus camas
con los sueños que se revuelven de toda una vida
con las pesadillas y las forjas de las cuevas del mundo
donde nadie escapa a las intangibles ataduras de los años.
Desde el portal, los helechos, observan la calle
y no saben de mis ojos glaucos en sus hojas
ni de la cercanía del puente y sus riberas
a la certeza de los instantes que no vuelven,
de los instantes entre los revoloteos capturadores
de las alas de los pájaros y la azul mirada del cielo.
Un cristal, en multitudinarios reflejos, nos separa
del tacto huidizo y musgoso de los pensamientos
ahora que no te recuerdo más que en el olvido
de ciclos reverberados en el crisol de la soledad
donde páginas de libros aún conservan ocres
la mirada otoñal de los helechos en la lumbre.
Desde el portal, extrínsecamente, observo los helechos
sin llegar a saber que ellos, desde siempre, ya me observaban…
© José Luis
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