Boca abierta la del pez
El pez deja su boca en el escaparate, abierta…
como el vívido anuncio de una muerte, preservada
tras recónditos anales donde los inexorables muerden
con las guadañas del poniente, las yugulares y los alientos.
De las manos se me caen las palabras y las voces
del ayer no retornan, como no retornan los muertos
aun prendidos de la vida y de los antiguos preceptos,
encerradas están las circunspectas fórmulas de los labios
en las hordas del abismo, nada más salen para espirar.
En la pared, reclinado de hombros, el tiempo nos aguarda
armado con sus cuatro estaciones y siglos de contubernio
con la tierra que escolta en catacumbas los huesos, irracionales
los pensamientos anegan de rayos la luna fría y negra…
Bastarda una hora arpegia los silencios de la aurora
en el órgano crepuscular donde retorna el aire de bocas
que insuflaron hediondas las mentiras de los sueños
y la lividez de la existencia, se sonroja en el ocaso
final el juicio que se desprende con aquella boca abierta.
© José Luis
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