La laguna de los espejos
Azures los aires resplandecen la oscuridad
en la que se empapa el agua cristalina y las fuentes
allá donde las lágrimas son vaporosas demarcaciones
de sensualidad y mundanal espejo de las corrientes
volátiles de almas que no encubren sus sombras
con los rayos de la mañana ni con las súplicas atávicas
emanadas de los caliginosos tabernáculos de la razón
o del desvelo, azures aires de sienes transgresoras.
La inmensidad se refleja dilatada en las pupilas,
balaustradas de silencios, entretenida en la gravedad
suspensa de los árboles alejados de sus hojas,
volatineras raíces desaladas, propietarias de las voces
inaudibles desde el valle donde el hombre desterrado
arrojó la saliva y su lanza, no pudo haber vuelta atrás
ni el desandar libertario del paso de la muerte primera,
no sabré lo que la inmensidad mira en mi reflejo.
Hay verdades que se bañan en la superficie inmaculada
de ese espejo, lívidas en la línea del horizonte se despiden
de los anclajes de la tierra y zarpan como barco conjurado
a los islotes peregrinos donde sólo llegan las manos palpitantes,
aquellas que empuñan las estelas fugaces de los espejismos
mientras cruzan la distancia entre los labios y las palabras
emitidas en los sueños, cuando la realidad se hace crepúsculo
en el corazón de los versos y latido en la laguna espejada.
© José Luis
1 comentario
Chus -
Al menos viven espejadas en algo bello, aunque no sea real. Pero ¿Quién puede afirmar, taxativamente, que no fue real lo que se percibió y se vivió en un sueño...?