La tonalidad de unas matas
Indecisa claridad en la confusión del pasadizo
donde inconscientes transitamos el amanecer,
tras las ofuscaciones de la noche y sus delirios
resuenan las ventanas del invierno en mis pupilas
y la neblina materializa en ramos los suspiros
impelidos desde las cuevas y los gráciles abismos
en los que me pierdo cuando inclino la cabeza
tras los vórtices de la soledad y el silencio.
Extraña sobreviene la mirada desde el interior
incoherente de las montañas donde las oquedades
asemejan palabras resbaladizas de articular
en la boca que esboza blanca la sonrisa de la locura
allí donde no cuaja la conjugación del verbo amar
pero que, sujeta al brazo de la densidad, sobrevive
como el canto de los pájaros una mañana incomprensible
y fría de enero entre las retamas de fuego calcinadas.
Se impregna huidiza la vestimenta de las sensaciones,
gasa que hilaron los deseos y el transitar de los sonidos
con letras de pasión e incandescencia, bordean los hombros
acariciados por las mil y una noches emboscadas de oriente
las nubes purpúreas y vibrantes enajenando los labios amantes
en la piel impalpable de las matas que inscriben en el cielo
las conquistas de tantos atardeceres caídos desde esa luna
que conoció errante la huella destilada de algún paraíso.
© José Luis
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