Desprotegida el alma
La muerte,
esa sensación de incomprendida pérdida,
traba a la invariabilidad del tiempo
el desgaje del alma.
Alardea la sombra de la guadaña
del infausto paso de la argolla del olvido
por los persistentes pensamientos de un día
y ríe, se desatornilla en la concavidad de las horas,
en la más absoluta soledad,
llamador de un quebranto mensajero.
Arrostran las mañanas su peso,
como peso que se aleja y retorna,
con la ritual curvatura de la aldaba,
sobreviene del sonido el pálpito
y un fugitivo parpadeo de los ojos.
La no presencia
es un arma que desarma
el retorno a la existencia.
© José Luis
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