Monóculo de contacto
Un solo ojo ve la frontera de la línea del puente
al juntarse con el río en un único instante
donde verdosas las algas dejan sus ramas
como cuerdas de una cítara que resuenan
desde el interior hundido de un ánfora.
Es la verdad el ojo que escapa de la noche
y se reclina en el valle oculto a las miradas
donde el sueño fluye entre meandros
hipnóticos y segmentados de tiempo
cuando depositamos tenuemente una flor
de humedecidos pétalos tras la alborada
en la bóveda silenciosa y guardiana de los ecos
que una vez fueran deseos vaporosos y ardientes.
Caminante, no detengas tu mirar en la frontera,
sigue el curso del arroyo que discurre por el valle
donde tararearás la canción que nunca aprendiste…
© José Luis
al juntarse con el río en un único instante
donde verdosas las algas dejan sus ramas
como cuerdas de una cítara que resuenan
desde el interior hundido de un ánfora.
Es la verdad el ojo que escapa de la noche
y se reclina en el valle oculto a las miradas
donde el sueño fluye entre meandros
hipnóticos y segmentados de tiempo
cuando depositamos tenuemente una flor
de humedecidos pétalos tras la alborada
en la bóveda silenciosa y guardiana de los ecos
que una vez fueran deseos vaporosos y ardientes.
Caminante, no detengas tu mirar en la frontera,
sigue el curso del arroyo que discurre por el valle
donde tararearás la canción que nunca aprendiste…
© José Luis
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