La barca díscola
En la orilla el agua se toca con la tierra
en transitorias ondas, donde el chapoteo resuena,
entre las hojas caídas del otoño, a intermitencias,
a intervalos pausados, a familiaridad o a indolencia,
y desde la propia ribera las barcas se mecen
en el compás reflejado de las piedras que son
muchas vidas, y recuerdos, y acaso parte nuestra.
No agosta el tiempo en su pasar ni las dudas ni los ojos
curvados del puente tras el devenir de las sombras
que el sol traduce de las cúpulas y de los árboles
en alargados brazos y ardorosos matices que se alejan
como esa barca, que suelta de amarras o de apegos,
deriva en la estela ondulosa de la tarde y la refulgencia
cuando los vuelos de los pájaros retornan a las ramas
y al pasear de la gente en un ir y venir de ajetreos.
Me alejo rumbo a la noche por entre la luz de las calles
díscolamente como una barca que abandonase la seguridad
en la dársena y rompiera la ingravidez pulida de la corriente
con el pulular resuelto y tembloroso de su soledad férrea,
del alejamiento de todo cuanto le es conocido y amado
en el intento de buscar aquello que quizá le pertenece
y que desde siempre formó parte de su íntima naturaleza.
© José Luis
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