Una cara, una voz
Suenan las campanas en el reloj de la plaza,
el aire es cálido donde la noche brilla
con los rubores de una luna plateada
y en algún lugar el búho ulula en su sueño
tal vez mientras el lobo vaga entre los campos
rumiando la soledad de los días y el camino
cuando los atardeceres son los lienzos púrpura
del abandono y la sonrisa quizá un olvido
de la vida.
Recuerdo la dulzura de tu cara en los cañaverales
donde nos sorprende la juventud con sus locuras,
con sus paseos largos y verdosos entre los sauces
que baldean el suelo con aquellos jirones azures
desprendidos de la madrugada y las fugaces voces
de la lejanía y las pálidas montañas circundadas
en profundos halos de misterio y promesas.
Desde el fondo del cristal ondulado afloran
afilados tallos emergentes de un mar procedente
de los estigmas del futuro voraz e inmaculado.
© José Luis
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