Reflejo de líneas irisadas
Flota una isla en la nada del océano
un náufrago sostiene firme la palmera
donde la sombra indómita se refugia,
en la madera que cruje retoza el viento
en soledad con latitudes temperadas,
las cuerdas de un violín sosiegan la tarde
calurosa, de verano y nubes abotargada,
un coche sujeta las rodaduras del mar
en los cristales ahumados de sus ventanas,
braceo en la profundidad de mis sueños
junto al oscurecer y sus diminutos peces
ahuecando pertinaces las arenas del sábado
en la marisma procelosa, estival y sacrosanta
del domingo de biósfera y dispersiones.
Secretos de la redoma se encadenan al fondo,
efluvios de noches y versos en voz baja,
temblorosos los susurros de la base emanaban,
aquellos pejes descubrieron el saber oculto
supieron del anhelo de los demonios por el paraíso,
nada comparable con la eternidad y el conocimiento
salvo, a veces, la armonía y la paz con uno mismo.
© José Luis
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