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Rastro de FreeWolf

Noctívagos

31 de diciembre de 2022

31 de diciembre de 2022


Sonarán esta noche, otra vez más, las campanadas.
Con cada repique las uvas nos acercarán al 2023,
atrás quedaron las variadas alegrías y algunas contrariedades,
numerosos son ya los años del ritual de esta noche,
pero no renunciaré al privilegio de su “deja vu”,
al devenir palpable de ser vívido y fructífero…
Un árbol, un libro, un hijo… o qué más…
   
Rostros amigos, manos tendidas, cómplices sonrisas
irán acompañando los nuevos días que vienen,
como anteriores rostros, manos y sonrisas
perviven en el inmenso agujero negro de la memoria.
   
Otro repique más para mí y para ti, para acercarnos
a la música latente que nos ensancha el corazón,
la puerta a nuevas y viejas experiencias se vuelve a abrir,
como la relectura que nos satisfizo de un libro
o la película que nos revela lo no percibido.
   
Noche para el festejo de estar incesablemente vivos
de tener la oportunidad de abrir entrañablemente los ojos,
susurrar en el oído del tiempo la oda a la alegría
o el valor del verbo amar conjugado en plural.
 
Esta noche alzaré la copa y brindaré por ti, por mí,
por el mundo que nos ha tocado vivir
y en el que depositamos acciones y esperanzas
de nuevas generaciones…
pero mientras tanto, que inmenso honor
poder contar contigo.
   
© José Luis

Aquiescencia

Aquiescencia

 


Aquí,
en la lontananza,
donde el abrigo de la mirada
es inquieta conformidad,
tras el dinámico recogimiento
el horizonte ondula su exhalar.
   
Las palmeras entrelazan
entre sus alargadas prolongaciones
figuras afiladas a sorbos
de suspiros y marina corriente.
   
Es un atardecer este momento de luz,
los azures de la franja celeste
por la mano intangible atraídos
tornan anaranjada la brisa,
inevitable preludio de la alianza.
   
Los espíritus bienhechores se renuevan
paralizando a la agreste oscuridad,
royendo su forma a la rojiza apariencia
que nos deja el sol en su fogosa ceremonia.
   
Es la mente un amasijo de mundos,
las reflexiones agolpadas en la frente
han ensanchado la brecha para su huida…
consiento el extravío de irradiaciones
en este estado de quietud,
que permite a los ojos,
aun desconociendo la distancia,
ir más allá.
   
© José Luis

Notas primaverales del invierno

Notas primaverales del invierno

Por el camino dura es la tierra…
mi sombra transita haciéndome fiel compañía,
tiernos árboles flanquean la sinuosidad del terreno
a pesar de los regueros lustrosos de verde hierba.
   
Es febrero y el sol se muestra con cálido manto,
deposita sus rayos en esta heredad de Adán y Eva,
incitando la renovación de la rigurosa vida invernal
en nuevos aleteos, brotes primorosamente tiernos,
afable renuevo de glaucas hojas e irisadas flores.
   
Estas notas primaverales transforman el invierno
en sonrisa iridiscente que deja creación intangible,
suspira el viento en aromas que enloquece abejas
provocando renacer al ciclo fecundativo y perdurable.
   
Las hojas claman por lucir su verdor
las yemas han surgido dando su paso
a los delicados pétalos palpitantes
que rosadamente blanquecinos
muestran al universo su belleza y atrevimiento.
   
Siento en mi palpitar ese ímpetu,
ese nuevo amanecer de una posesión antigua
que se alimenta del perecedero pasado
para dar cabida al gozo y esperanza del futuro,
aunque, a veces, el corazón sangre,
por la injustificada violencia de mortíferos rencores.
   
© José Luis

Percepciones de este sábado

Percepciones de este sábado

 

 

Las nueve en el reloj

poco nuevo salvo el languidecer de la tarde

entre los rumores de apreciados acordes…

¡la música reverbera en los sentidos original

siempre, con esa cadenciosa y encriptada letra…!

 

La calidez que guarnece la habitación contrasta

con la crudeza del aire chocando con las ramas

que se agitan desamparadas de sus otoñales hojas.

 

Este equinoccio es estación de la desnudez,

de la necesidad de despojarse de lo superfluo,

quizá de soterrar la desconfianza del invierno

ante la inmediatez de las horas oscuras

y de la exploración retrospectiva del pasado.

 

Resuena el ronco rumor de hojas caídas

así las canas que me cubren van sonando,

anuncian que he de vaciar los estantes

repletos de recuerdos y remotos objetos

y dejar que sean de nuevo mis sentidos

los que llenen estas épocas venideras…

 

Al igual que las letras de las canciones

mis palabras se me van volviendo enigmáticas.

 

© José Luis

Noche del 31 de agosto del 2021

Noche del 31 de agosto del 2021



Golpeteos
arbitran el pensamiento
pum, pum, pum...
retumba el bombeo constante
transmitiendo corriente
en un incesante encadenamiento de harmonía
y vida.
   
Acordes de voces amigas
inundan de frecuencias melódicas los oídos
dulcemente
la noche acuna el aire con guiños de estrellas
y el ojo de la luna fantasea con el invierno.
    
Aquellas flores que se abren a la oscuridad
velan por la pureza de sus pétalos,
aunque no es distinguible su pátina
el aroma que cede a la sombra
hechiza el majestuoso revoloteo
de la polilla leopardo
en su polinizar nocturno.
   
En esta última anochecida de agosto
el calor ha diluido los póstumos rayos del sol
en el ambiente aloque y perfumado
que cautiva el maullar de los gatos,
la confusión arrebata el usufructo al día
y las corduras no han vuelto de la montaña.
    
© José Luis

Resuena la lluvia

Resuena la lluvia

  
Resuena en los cantos el caer de la lluvia,
desnuda melodía deslizante sobre los paraguas,
el suelo se torna en espejo reflejante
y la ciudad se fragmenta en múltiples trazos,
recomponiendo catedrales, palacios y esculturas
a su inquebrantable antojo.
   
Evoco los días de campo primaverales.
la hierba fresca y humectante en el ambiente,
predomina en abril la tonalidad amarilla,
las flores ceden a mi paso los pétalos,
son mis botas y pantalones un retal
expresionista de inacabadas pinceladas caóticas…
   
Este tintineo de la tormenta,
me recuerda el rumor integrante del río,
las burbujeantes y espumosas cascadas
que arrullan mis paseos de domingo,
esta paz en murmullo acalla el desasosiego
de saberme en el mundo errante,
asido a valores que solo tienen sentido
cuando abres los ojos por la mañana
y te das cuenta que sigues vivo…
   
Cada día hay personas que desaparecen,
que reviven en la mente de sus seres queridos,
hay bebés que son atraídos a la vida
para dar a la humanidad otra vuelta de tuerca,
y desde luego yo ya no soy de estos últimos…
salvo en sueños.
 
© José Luis

Nochevieja 2020

Nochevieja 2020

 

  
 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quizá dejemos atrás un año descorazonador,
quizá la nueva mirada pueda más
y solo quede en la retina la perspectiva de lo bueno.
   
Son muchas las colinas sorteadas
las piedras e hierbas que saludaron mi paso,
la inmensidad azul que permitió elucubrar
formas y bellezas en las nubes,
riachuelos y fuentes que alegraron mis oídos
con el rumor incansable de su canto,
reflejos en las crisálidas aguas de ríos
y ojos amigos,
donde quedó grabado la ilusión del recuerdo.
   
Siempre llega la noche
con su conciliación y descanso,
con las dudas y sorbos amargos,
pues el día se tiene que hacer paso
con la libertad plena de rehacerse
de recrearse, y si quiere, repetirse.
No es la voluntad lo que nos sujeta,
no es el deseo el que nos empuja
es una nueva mañana la que destina sus alas
para emprender el vuelo de la vida,
para abrir en nuestros sentidos la puerta
hacia aquello que nos va definiendo,
recuerdo y pasado será una extraña lejanía
cuando la mente ya no siga con nosotros.
Por eso cada día tiene que ser un despertar
hacia lo que nos hace humanos y sociales,
un descubrimiento de nuestros límites
y también de nuestras grandezas.
He tenido días tristes que hacían borroso el horizonte,
días en los que he perdido la comprensión de la esperanza,
en los que me he distanciado de mis recuerdos
y hasta de mi propio cuerpo.
Pasaban los años con los días inagotables,
mas ahora esos días se han vuelto tesoros,
fuente que ve menguar su flujo
y no sé cómo encararlo…
Una noche como ésta
siempre se llenará de buenos propósitos,
y con ellos me animo,
siempre recolectará los buenos frutos
a los que me aferro.
    
Nochevieja del 2020
nochevieja excepcional
dura y sinuosa
en la que busco el sentido
con reverdecidas esperanzas.
   
© José Luis

Copa y nuez

  

Tiempo (copa):
- No, no volveré.
Mente (nuez):
- Sí, y siempre que yo quiera.
Tiempo:
- Puede que no sepas quién fuiste, y no necesites que regrese.
Mente:
- Entonces, aunque eso sea, seguro que desearé que vuelvas.
Tiempo:
- Tú no necesitas del tiempo.
Mente:
- Es verdad, pero  no es para mí, para quien quiero que vuelvas.
Tiempo:
- No puedo entretenerme.
Mente:
- Ni yo dejar que te marches.

No es el tiempo ni la mente quien importa, soy yo, que no sé quién soy.
O quizá sí.
La mente no puede desligarse del cuerpo
pero el cuerpo se ha desligado del tiempo
en una frenética carrera
y según avanzo
y me alejo del tiempo
más me acerco.
El tiempo marca la vida desde que nacemos
el tiempo avanza por nosotros
y cuando nos quedamos atrás
no entendemos qué nos pasa;
y cuando nos adelantamos
nos perdemos.
Ir al compás del tiempo es vivir
y cuando has vivido quieres retener
y cuando retienes se acerca el miedo y la incertidumbre
y vienen las dudas
y en tela de juicio desembocas.
Ir al compás del tiempo
es ir haciendo de la vida un sendero
y sabes que lo que ves es único
y sigues
sin aferrarte, aunque a veces dejes la mirada atrás,
y aun con dudas
sigues
porque no deseas que se escape el tiempo,
mas el espejo no miente
y lo que ves es lo que queda
o lo que no queda.

Yo:
- Tiempo, no corras.
Tiempo:
- Ya sabes que no corro, es mi manera de andar.
Yo:
- Tiempo no andes así, párate un poco y déjame que descanse.
Tiempo:
- No depende de mí.
Yo:
- No sé si reírme o asustarme
(pero mientras deja que no olvide…).

 

© José Luis

Con el llamar de la aldaba

   

Ante la puerta
cerrada
una cara fiera
ofrece la llamada.
   
Ha soportado la pintura
inclemencias y trancazos,
piel de entrada a la intimidad
(ah, de la casa)
que ofrece todo hogar
cuando el amigo o forastero
(ah, de la casa)
en sus pasos avanza
por eso,
el llamador o aldaba
vigilante
avisa a la entrada.
   
El tiempo
la edad
arrasa la piel
en acumuladas capas,
ese aspecto antiguo, bronco,
desgastado y rancio
va dejando su paso
al silencio y la ausencia
(ah, de la casa)
sus moradores ya
la visita no aguardan
(aunque se oye un arrastrar de pies)
porque las vivencias de recuerdos
ensimismados en un mar de fondo
esconde los sonidos
que se abandonan en la aldaba
(ah, de la casa).
   
Casas de abuelos
escaleras de madera
hogares de infancia
alcobas de muñecas
(ah, de la casa)
y ahora
con la aldaba en su llamar
el pasado se rasga.
   
© José Luis

Videncias del cristal

  
Algunos días
algunos días solo
en la memoria busco
qué compartir en imágenes.
   
Que el tiempo noto
me sobrepasa
y asirlo pretendo
pero...
el final llega del día
y “me han podido”.
   
Es difícil tratar al tiempo
¡y mira que llevamos juntos años!
Pero no me perdona una
así que al menos
algo que han procesado mi mente y ojos
espero que también os llegue.
   
Las videncias del cristal
invierten
lo que en realidad
no es más que otra fantasía
que juega con nosotros
mientras
que tenemos la luz encendida.
   
© José Luis

Protegido

  
Dónde la tranquilidad reside,
de la mente el descanso dónde,
el alivio del pensamiento,
no el no querer pensar
sino ese momento de parálisis
que nos invade
e incauta.
   
Una simple alcoba pueder ser la pausa,
el hueco en un muro impertérrito,
desde donde se extiende la mirada,
la tranquilidad que sea estado
que domine el horizonte,
perspectiva perenne en el encuentro
con uno mismo.
   
Una mano en su confor,
sangre caliente,
que a la sabandija dé cobijo
y se tienda efectivo en puente
hacia el sosiego del tumulto
que la vida es a veces.
   
Protegido, desde la cuna a la muerte,
el hombre satisface al destino,
aunque con certeza no sepa
dónde va o ha ido,
aires de tranquilidad cortejan
la incertidumbre
de haber sido.
   
© José Luis

Si la certeza duda fuera


Algún día...
acaso...
la certeza fuera duda
y consigo misma luchara
estableciendo las mismas sospechas
que la inmortalidad humana.
   
La juventud, dicen, es un tesoro,
ha sido tesoro en generaciones,
apoyo e incertidumbre de pensamientos
(realidad absorta en una isla neuronal),
donde encubrir las esperanzas,
las desesperanzas y hasta las concordias.
   
Pasan los años
como pasan los respiros
a través de los fuelles del viento,
sin aliento, sin descanso, sin una meta
más que la esencia misma de la vida.
   
Las horas se han fijado en mi piel
donde se curvan esos pliegues de la biografía,
a escondidas de la infantil mirada
que todo lo aprecia nuevo y espectante.
   
Los minutos se me clavan
acerados en el ánima,
pasan sin tomar el asiento
cedido en la antesala
que un día fuera certeza
y que hoy...
se me antoja duda.
   
PD: Si la certeza duda fuera
para qué dudar de la existencia,
siendo la duda vendaval
y perspectiva.
   
© José Luis

El reflejado

 

Día de lluvia,

hace tiempo en la ladera

que el bosque descendió su manto

atrevido entre las antiguas nubes

donde permite que la luz se esconda

y que los colores inclinen las mañanas.

 

Algunas gotas, intrépidas,

penden de las frágiles ramas

y juegan a ser vibrátil úvula,

momento en que mis ojos

(que miran cómo se emula el tiempo)

lo paran y sujeta en la cavidad misteriosa.

 

Es cierto que los días

tatúan en la piel las horas

y es cierto, también,

que las horas hablan tatuadas

en la piel indefectible de lo incierto,

pues cada día en su amanecer

trae un regalo

con sus horas ajustadas

en el temporalizador de la vida transcurriendo.

 

El paisaje reflejado

es a veces el sueño

un reverso en la mente,

sugiriendo el descanso...

del abandono en el espíritu.

 

© José Luis

Reflectante la orilla

  
La mañana en la nebulosa
instiga el perfume
entre la putrefacción de las hojas
y el cristal del río cambiante.
   
Árboles son líneas, en la corriente
reflectante de la orilla, ondulantes
en la superficie extensa del venero
mis manos flanquean la frialdad
de las aguas, los labios suspiran
el verdor de la primavera.
   
El otoño deja atrás la vida
la vida me deja atrás el otoño
y los nuevos pasos me asustan
como el verdor de las hojas
escritas ya en la memoria.
   
© José Luis

El saber de las flores


Vuelve en la naturaleza
lo que salva la humanidad
que en mí se encierra,
la indefinición primogénita
eclosiona en mares granados,
palpo en la sombra la luz
el parto constante e ingenuo
donde las horas afanosas
entregan, juegos de artificio,
en cruces la geometría de líneas,
mano en la edad escudriñada,
pecas que imperfectas en la piel
marcan impensadas estelas en la bóveda
que fue refugio y templo.
   
© José Luis

Hora y deshora

Hora y deshora

Hora
y deshora
en los pétalos
de una flor arremetida
contra la incertidumbre del viento
del esplendor de la noche a la inédita aurora
un pequeño sueño dentro del árbol alimentó el invierno.

Nace
muere
níveo
siempre
solícito
germen.
 
© José Luis

Ver en lo que no se mira

  

Bajo la capa original de los ojos
la penumbra sujeta la incógnita
que me pertenece.
No hay mirada
que profundice el instante.
He olvidado el camino de vuelta...
solo el siguiente paso me separa
de mí mismo.
Tiembla la mano,
el suspiro que lejano surgía
ha llegado y saber qué continúa
es la amenaza
   
La noche atrae el calor
que las nubes retienen.
Todo es sombra alrededor
de la lámpara, yo soy sombra
y me recuerdo.
Vienen los sonidos,
traen la saliva gastada...
crujen los dedos
en su interior.
Vendrán los temblores
de la mañana
y saber qué continuará
será la esperanza.
   
© José Luis

Puerto desde la ventana

Puerto desde la ventana


Abruptas las montañas
el blanco manto despejan
en el glauco frescor de la hierba,
las nubes apuran de mis ojos la claridad
de las montañas que distantes requiebran
a la aurora mi cantinela.
   
No está el día fresco,
mis brazos sienten en la piel
los escalofríos que deslizan las sienes
en el fragor cubierto del camino,
ocultas memorias entre los parajes
de reflejo azur, la floración bruñe
los lechosos celajes más allá de la consciencia.
   
Retorna la primavera en los campos humedecidos
los colores devuelven la alegría a los pétalos
de las flores, las imágenes cristalinas hunden en gotas
la firmeza de la tierra en la profundidad de los sueños
y entre los lazos del viento la luna escondida sonríe
en mis labios, las palabras lanzadas vuelven del abismo…
      
© José Luis

Tarde cárdena


El sol se abandona en la sombra
cárdena de la tarde taimada,
las nubes que en tus ojos se reflejan
escarban penumbras en el aire,
los párpados de la vigilia despejan
el ocaso.
   
Los árboles regentan la esperanza
la savia regenera las venas acaecidas,
en las ramas piaron pájaros de la mañana
canciones de amanecer y lluvia.
   
La tierra levanta el olor inmarchitable
de fuego, se hunde en la prolongación blanca
donde la escarcha fue el manto profundo
que absorbió de la firmeza mis ansias.
   
Las manos revelan el paso de mi tiempo
las señales dejaron de oponerse a la muerte,
ahora son franjas superpuestas los recuerdos
de la mente suben y bajan mezclados los peldaños,
un continuo de sensaciones pespunta mi crepúsculo.
   
© José Luis

La vuelta de giro


Interpretan los ojos la mirada
de la plaza, una vuelta en mi cabeza,
gentes que pasan, que miran
y no ven nada
más allá de sus ojos propios.
   
Las manecillas atrapadas en el tiempo
también como yo sueñan,
ser horizonte en el horizonte,
desgranar la inexactitud en las manos
de los años que tuvieron vida
y que son recuerdo ahora en el recuerdo.
   
Mis pies cada vez más se acercan
a cualquier sitio que no quiero,
el futuro se estremece en mis brazos,
miedo en el corazón tengo,
las llagas del tiempo asombran
los valientes reflejos del ocaso.
   
Tu cuerpo en mi cuerpo, yace
la mente en la idiosincracia
de un día ventoso y acallado,
porque las sienes,
un mundo de mundos,
una nada olvidadiza y áspera
me recuerda que no tengo...
la eternidad ejercitada.
   
© José Luis