Fuego pausado
La tierra, fogosa en su interior, urde eclosiones que el ojo veloz de la aurora mira en la oscuridad de las paredes ocres de la noche mientras se suceden los acontecimientos y las estaciones.
El hombre todavía no sabía que habitaría el mundo de la realidad y los sueños, aunque las fuerzas recónditas y mágicas ya lo habían idealizado en el mar versátil y turbulento de las reminiscencias cuando la nada era un extenso silencio y la oscuridad presintió que su soledad no sería eterna.
Así, en medio del vacío, fulguró la concepción del ser y la luz poseyó las tinieblas entre las oquedades reverberantes de placentero néctar y anhelante aliento, de savia carmesí y arco iris radiante.
En recuerdo de aquel momento cada mañana nace dorada, toronja y púrpura (como labios íntimos del deseo) la claridad. Y toda noche Selene se viste ambarina, grana y cárdena para mostrase adamada ante un Helios, que fugaz, tiende los brazos del anhelo alrededor de su cuerpo asiendo la forma de redondez exquisita o su delicuescente figura ingrávida.
Y la naturaleza viste las mejores galas florecientes de su seno cálido, que a veces en su rojez asemeja el fuego que lentamente va macerando la semilla del devenir inmutable.
Ababol silvestre mi pupila entre las glaucas yerbas.
© José Luis
2 comentarios
José Luis -
:)
buho -
Como lenguas de fuego pintando el horizonte...
Besos