En busca de la otra orilla
El agua humedece tus riberos
rumorosa, mientras pasa por el puente
desordena de tu catedral las piedras
en la profundidad de los reflejos.
A la orilla se mecen unas tablas,
rizan sinuosas el silencio en ondas
que se expanden concéntricas al cielo
tras las cigüeñas que gráciles lo atraviesan.
Es una mañana de mayo clara y vigorosa
con el sol lamiendo la quietud del aire
mientras se han desposeído las nubes
tras el eco invisible y unos revoloteos.
Alargo el brazo hacia la margen del río
y dejo que me bañe el agua los dedos,
sueño que transito por tus calles
mientras braceo hasta la otra orilla.
© José Luis
2 comentarios
José Luis -
Aun así ¡nuestras milenarias piedras y su corriente son un poderoso influjo para estos aquiescentes mortales...!
Chus -
como la corriente del río
te metes en el alma de los que te conocen y no les queda ´más remedio que amarte y rendirse a tus pies.
Chus.