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La reja de las naranjas

Todos de alguna manera
delante ponemos una enrejada cuadrícula
que nos distorsiona la realidad
pero también nos retira de los importunos,
es impenetrabilidad en la medida
que sea el sensor de nuestra libertad.
La reja de este naranjo
divide en particiones nuestra visión
compartimenta la unidad del árból
en multiplicidad de detalles,
destaca el naranja sobre el verde
individualiza los dos frutos
separa luces de sombras,
pero me impide saborear su gusto.
Una vez más
ni todo es verdad
ni todo es mentira
depende
del ojo que lo mira.
© José Luis
Reflexión por una imagen

Esta es de esas imágenes que encoge el corazón
pero que invita a reflexionar
a sacarle a la vida todo su provecho
disfrutar de momentos íntimos
buscar la reunión de amigos
perderse en la lectura o el sonido de la música
sentirse bien con uno mismo
pervivir en momentos
contemplar...
© José Luis
Camino de hoy

Camino
y en el recorrer
encuentro libertad.
La naturaleza
con sus arroyos, montañas, vegetación…
le dan vida
a los regueros de mi interior.
Es, a veces, oscuro el sendero.
Las sombras, unas veces dan respiro
y otras, un hondo pesar.
Quisiera que mis brazos fueran
mundos por los que perderme,
que mis latidos marcaran
los acordes perdurables de un compás
cuyo secreto se esconda en la infinitud
que entrelace lentamente mi mente.
La gravedad de mi cuerpo
acarrea inexorable
la pauta que han desbordado en mí los años,
e incluso… los pensamientos.
Por eso es el camino
lo que recorro día a día
lo que me da liberación…
y miedo.
No es fácil de afrontar la madurez
en el constante crepitar de las horas,
apreciar lo que has vivido
y más difícil,
apreciar lo que queda…
Camino
y en el recorrer…
ahora…
no sé bien lo que aprecio.
© José Luis
Serbal de los cazadores

En el vacío de la ventana
una mosca juguetea con el cristal
entretenidamente
el tiempo pasa
todo sucedido no importa
solo incumbe el ahora
aunque la mente no cese de desbordarse
de lo que ya no se haya
más que en reminiscencias.
Lleno los oídos de notas y letras
para no pensar,
pero me doy cuenta
que las evocaciones no paran,
pareciera que ahora
uno solo se alimente de recuerdos…
De manera general
siempre las fotografías me dan respiro
siendo mi pasado, presente y futuro.
Es la naturaleza mi encuentro con la paz
que voy dejando a migajas por el camino.
En la imagen de este árbol me apoyo
reconociendo que en el rojo de sus frutos
encuentro la fuerza que transita en mi interior,
es el alivio semanal ungido a mis penas
el sentido que se llena de vida y revive.
¿Por qué la soledad es tan dañina
cuando el alma está magullada…?
Menos mal que la tristeza
suele ser transitoria…
y ya está cerca el domingo.
© José Luis
Tarde de pasear o de pensar

La tarde, ahora mismo, es un reflejo dorado de sol,
en la línea del horizonte veo reflejos del pasado
que retiene junto a este presente un chocante peso en el corazón.
Se me hace un nudo la garganta…
la grandeza de este sol que se halla perdurable
y que cada día me abandona
preservando desde mi origen el principio humano
de saber que todo pasa como escurridizos pensamientos.
La naturaleza crea sus propios frutos,
tras ellos me confundo, me integro
y desintegro germinando
como clandestinos e impresionables granos
que se saben ya en sazón;
entre los surcos de los dedos se van precipitando
al vacío, y ojalá en la inmensidad de la hondonada
encuentren su sentido…
No importa que hayan sido afilados cardos
o inasible grana
si al final
forman parte del paisaje.
Están tan cercanas la alegría y la tristeza,
el deleite y la insatisfacción,
la vida y la muerte
que las lágrimas... las sonrisas...
son ahora las agitaciones que me acompañan.
© José Luis
Confinado en la grana

Confinado
no hay camino a la libertad
limitación embutida,
desasosiego y enfermedad.
La vida acorta sus días en el Covid,
algunos huyen en sus casas,
otros en los hospitales
del dolor.
El miedo se ha abierto camino
la sociedad se espanta
y abunda la espera en la sala,
ahora parece mirada atrás.
Sueño mal soñado,
incomunicación de caminos,
alejamiento y soledad
y pena...
El sendero me abre sus puertas,
se suceden algunos paseos
que alivian la afrentosa tensión,
el verde me acompaña
con sus hierbas y su grana.
Hoy llueve
la tristeza se diluye en la calle
mientras Nacha Pop me persigue
con su cadencioso ritmo,
al menos el pecho late música.
Confinado en la grana de la tarde
negras líneas marcan la gradación
del atardecer de un 29 de mayo
cuando solté mi alma
para que alegre corriera
como nereida desbocada
entre los mares de margaritas
y los cardos asilvestrados.
© José Luis
Mi existencia

La hora del dolor
sobreviene
en el parto del nacimiento
y en la hora de la muerte.
La vida
como camino que nos conduce
esconde la plenitud
en las curvas y rasantes,
a veces nos deja regocijarnos con ella
pero otras, nos enfrenta al abismo.
Recordamos nuestra infancia
en la lejanía
participando del tiempo presente
por eso pareciera que perdurara
y quizá nos aferremos a su inocencia
al ser un periodo de exploración
y abandono de responsabilidades.
Quizá la fuerza de mis recuerdos
se encuentren en la adolescencia
donde se empoderan las emociones
y el corazón y la razón
como fuerzas se contraponen,
crecen sentimientos y amistades.
La juventud fueron estudios
y empresas de compromiso,
labriega fronteriza de futuro,
paño entretejido de ilusiones
y realidades inmediatas.
Sin darse uno mucha cuenta
nos encontramos en la madurez,
sesgos de tiempo e imperfecciones,
si no eres el constructor de tu mundo
será el universo el que te derruya
y aboque contra los arrecifes
que son la monotonía y la desidia.
La existencia representa la vida
entre paños de ansiedades y recogimiento,
de enigmas y certezas,
de amores y temores,
entre lazos ataviados de belleza
y desvaríos atolondradamente impulsivos.
Existir es experiencia
nacer todos los días
y, por las noches, recogerse.
Algunos días dolorosos por acontecimientos
pueden ser tornados en rayos de luz,
otros momentos son tan límpidos y brillantes
que la oscuridad será solo una alejada nube negra.
Nuestras elecciones son importantes,
definen lo que hemos de vivir
sea pretendido o sorteado.
No me cabe duda del riesgo de la existencia,
del valor productivo de nuestras acciones
o del pavor frente las gestiones omitidas.
Con el dilatado paso de los años
sabes que está acortado el futuro,
las dudas y recelos se extienden
y el único procedimiento que me queda
es seguir adelante mejorando mi presente.
© José Luis
Graffiti Orale
Herrajes

La puerta
camino prohibido
suspicaz espalda
se muestra en sus herrajes
galardonada
pero también hermética
con una salida
franqueable
huye mi mano hacia el audaz
en su roce salvaje
y un suspiro lo eleva
sorteando los ángeles
un largo instante lo abate
a mayor gravedad mayor estruendo
tiemblan los árboles
y se aceleran mis miedos
las agujas me apuntan
chirría los charnelas
con voz de hombre...
“¿Quién llama a la peta?”
el correo por su hueco me replica...
© José Luis
Acordeonista deleitado

Resuena la calle en la soledad
notas que se alejan del acordeón
transitan por las piedras y fachadas
por los oídos del quebrantado público
entre la luz y la sombra de la tarde.
Inmerso en las antiguas pulsaciones
su cabeza pulcra y perpleja se mueve
transeúnte desde la perdurable mirada
hasta la sosegada emoción inquietante,
su boca sigilosa guarda las palabras.
Noto el aire equilibrado por los fuelles,
el olor del mar escurridizo y atribulado
dejó la línea crepuscular del horizonte
al abandono de los amores entusiastas,
Euterpe posa los labios en su frente.
La música purifica reflectante mi alma,
otro mar platea los fragosos sentimientos
escucho agradable pasear aquella voz,
el recuerdo fugaz que origina una vida.
© José Luis
Pera al corte
Retorno desde el atardecer

El aleteo de las aves se desgaja
en el paño azur del firmamento
espacios que se afilan a la vista
cárdena y ambigua del momento.
Finaliza agosto sus instantes
cálidos airadamente frescos
los vientos traerán a las horas
los jugos libados al adviento.
Van los días perdiendo el brillo
el sol envejece como piel quebrada
en los escalones revestidos del descuido,
siempre el olvido posee al tiempo
implacable con su abandono y su desidia.
Me atraen los juegos del ocaso
con su neblina de vísperas y sueños
pareciera el vientre creativo y materno
de un cosmos sensitivamente extraordinario.
Retorno desde el atardecer de mis horas
con el cuerpo saciado y herido, de luz
mis ojos cubiertos, se atesora el descalabro
en las ajetreadas cuencas de mi alma.
© José Luis
Ruina

¡Cómo se desgaja el tiempo!
¡Cómo las salas deshabitadas
han desprotegido los recuerdos!
Sabia la naturaleza ocupa el espacio
no vacío, el espacio mantiene los espíritus
de los que fueron pensamiento y carne
de los que humedecieron la tierra
con los esputos desgranados del cielo,
cuando el cielo era paraíso, y Adán, y Eva.
Las yerbas que crecen verdes me recuerdan
los suelos pedregosos abandonados
del paso de las horas serenas y apacibles,
del sudor arrastrado por el trabajo
y los bueyes que eran calor y arañador hierro.
El horizonte baña con sus nubes las paredes
lágrimas exudadas en la oscuridad de años
de cuevas vernáculas y pigmentos especiales,
adoración de objetos, dioses y animales…
¡dónde andarán ahora las creencias
no materiales!
¡La ruina se asienta en España,
llagas en estos tiempos importunos
de lucrados pescadores de aguas
residuales!
© José Luis
Bajo el sabor de la luna

Mantengo colindantes las montañas
mis ojos prenden sus agudas sinuosidades
ocres y verdes, las nubes juegan
hacen señales de humo con sus bocas
distingo en cada mirada una improvisación
una nueva forma inusitadamente adoptada
cambia la percepción de los objetos
de izquierda a derecha en mi mente.
Llena es la vereda pendular de la luna
una línea plateada en las marismas
hoy la veía reflejada con las tonalidades
azules del atardecer en la playa.
La oscuridad va tomando forma en el cielo
un manto discontinuo de azures y cremas
una discrepancia granular en el reducto
de los alados, se acentúan los crepúsculos
con el blanco revoloteo de las gavinas
bajo el sabor de la luna bergamota.
© José Luis
Quizá lo hayas visto

Bordea el agua mis pies
acerca la marea la lejanía
y en la arena retoza mi piel.
El aire revolotean las gaviotas
intento de mar salpicarlas
pero son tan esquivos sus vuelos
que a rozarlas solo alcanzo con la mente.
Se enturbia el cielo de negruras
algunas gotas salpican el suelo
una malla reticular que se hacía presente
en los corrales de gallinas de mi abuela.
Quizá lo hayas visto en algún sueño
cómo la brevedad en la vida
acelera el ritmo de las cosas
o cierta serenidad les confiere.
Dejo por los alrededores vagar la vista
siento en mi interior esa música
pacífica y amansadora
de los momentos importantes
en la vida…
© José Luis
Lugar de descanso

El timbre es ya tu lugar de descanso…
¿sientes el aroma del café caliente?
El primer sorbo, tu primera escuela,
todos los niños alrededor de la falda
¿acaso no te acuerdas?...
Danzaban jubilosas las letras,
las ilusiones atravesaban el sol;
tu juventud y paciencia, la lucerna;
adiestraste en su forma las nubes
…
te habías convertido en maestra.
¡Qué cortos los años que atrás miran!
¡Cuántas las horas angelicales entre miradas
y conversaciones alrededor de una mesa!
¡Cómo el tiempo apegado a la tacita
labró tus labios entre pizarra y espera!
No es amargo este devenir del tiempo,
como no es amargo el sabor del café
entre el gusto paladeado de la renuncia,
entre amigos, alumnos y compañeros.
Hoy de ti, Emilia, nos acordamos,
al igual que en cientos de recuerdos,
de palabras y de tu buen carácter
otras mentes te retienen.
Vas a dejar el jarrón,
flor lozana,
para tornar a tu Arcadia.
© José Luis
Conocidos desconocidos

Sucesivamente los campos cansan mis pies,
los pasos detallan los sudores y los días
con los guijarros y el polvo del pensamiento,
la mañana es amanecer y colores tenues
el aire impregna las briznas que en la tierra
resudan la noche y fresco el aroma del viento
despierta el corazón, silvestremente adormecido
siento en el ambiente el trinar ruidoso de los pájaros
la mochila me recuerda el peso de lo pasado,
de la inutilidad instantánea de tantos objetos…
encuentro caras sin ojos, caras abandonadas
en la fabulación del camino, caras perdidas
con el deambular de las sendas, simples caras
esmeralda que hablan en la soledad de la viña,
rostros que interrogan con las punzadas
imprudentes del anonimato, unas palabras
laten en la intranquilidad de la mesa, conocidos
desconocidos que se traban en el convite
y comparten el pan en el núcleo de algún albergue…
A veces, esos desconocidos, dejan huella en el surco
de los labios cuando pronunciamos su nombre.
© José Luis
Semilla arbórea

Arrugas, arrugas por la piel de los campos
surcos de compromiso y consejo con la tierra
la piel crece con la intensidad de los pensamientos
mientras separa el peine las espigas granadas del viento
a la orilla espumea el agua las arrugas de las olas
y juegan, incólumes las sirenas, al escondite inglés
con el rumor desacostumbrado de las caracolas.
Nervaduras llegan mansas a la cálida arena
los pies pierden las escamas de la noche
una niña deja su nombre inscrito con el vacío
de la lacerada bayoneta recreada en las dunas
la eternidad es una ola dispersando los humanos
esfuerzos por dilatarnos en el espacio inextinguibles...
Las ramas profundizan en el aire denodados arrojos
se enredan entre las nubes las hojas ya leídas
de los escritos ancestros y las palabras que abrieron
las puertas del inframundo se enraízan en los ideales
de la protuberante bellota yaciente en el suelo,
en el suelo se yace antes de engendrar la vida.
© José Luis
Otro amanecer

Con la sonrisa de un arco se rasga el cielo
irisado entre los estertores de la noche,
los ojos fijamente abiertos en la oscuridad
reblandecen toronja las líneas de mis manos
y un suspiro cae desde la ventana abierta
donde el amanecer curiosamente se asoma.
Se desperezan mis brazos con los latidos
aún dormidos de los sueños y las paredes
reconcentran el hálito tácito de las sombras,
por el suelo los pensamientos van dando botes
huyendo de la repisa imprevisible del silencio,
amenaza el caos lluvia… reparo mi rostro entre las nubes.
Mis pies aterrizan en la alfombra del salón
donde dejaron la quietud sin lienzo de los rayos
donde cobijar los roces gratos de la aurora
con la placidez de una bocanada de domingo,
ya sabes que los paseos entre aquellos bosques
son para mí el retorno de los nibelungos…
Una palabra no llega a salir de mi boca,
los sentidos embotados en el aire se extasían
con las resplandecientes tonalidades del invierno
otro amanecer me sobreviene con la cámara
que entre las manos con placidez retiene
ensimismado los aleluyas del firmamento.
© José Luis
Aguas turbias

Detén el curso de tus aguas,
río tumultuoso y ocre,
la corriente en los árboles se sumerge
en la parda urdimbre de ramas
donde anadean las ondas
con las sombras de los patos
y el cielo no llega a reflejar en su azul
el abuhardillado de las estrellas.
Impregna inquieta la humedad del aire
las gotas que resbalan por mi cara,
la condensación poco a poco se escurre
por el corazón de una ciega catarata,
mis latidos serpentean por el cauce
de las singulares dudas y quimeras
¡tan turbia es la mirada a veces
que en ello se expone la vida!
Quisiera como los árboles la quietud
la garantía de estar asentado
sobre la cúpula de los acontecimientos
con las raíces fuertemente comprometidas
con la ingente humanidad de los ríos
de personas y gentes que sonríen
la creciente sonrisa de la carestía.
© José Luis
Deshorizonte

La profundidad histérica de la vida
amamanta la soledad,
el cielo no es tan distinto de la tierra
ni siquiera de lo que llamaron infierno,
¿tan difícil es dar vida a la vida…?
Distingo yermo el caudal del horizonte
asemeja la indefensión de las montañas,
nadar bajo la superficie del miedo
es impropio del hombre.
Advierto una bandada de pájaros,
el aleteo es constante,
tan constante como el pensamiento
en la inconsciencia de un hombre.
Percibo un barco
allá
en la distancia
donde el mar es aislamiento
y libertad
y muerte…
La ingravidez del aire
se hace oscuridad en las nubes
y el agua
con los matices del azogue
baña mis tobillos en la playa...
junto a la soledad de las rocas...
© José Luis
¿Feliz Navidad?

Unos pasos atraviesan la noche
allá donde el agua refleja la tristeza
que absorben de las nubes las farolas,
no hace frío en la humedad palpitante;
la oscuridad, rauda entre las calles,
asciende los canales de las casas,
pequeñas claridades ámbares se escapan
entre los cristales de las ausencias
y los huecos de los sofás vacíos.
Parpadea en las paredes Feliz la Navidad,
guiñan los recuerdos a la infancia curtida
y penden los arreboles de los sueños
en las aceitunadas ramas del árbol,
presente en la luminaria de los salones
un soportal arcano cobija la esperanza,
el verbo conjugó su carne en la dimensión
más condesciende del mundo, la del tránsito…
Las letras de los villancicos se pierden
entre los acordes de la lejanía…
Feliz Navidad señalan las palabras
y mañana... mañana será otro día.
© José Luis
Llegar a los huesos

La vida surge
la muerte surte
el abandono del cuerpo
obliga,
¿a qué?,
¿a cuidarlo?,
¿a comprender dónde
asimilamos el alma?
Una calavera
dos huesos cruzados
un barco pirata
lucha
palestra
petición de algo.
Cada mañana
los ojos
tramitan el nuevo mundo,
nada como revolver la vista
y encontrar otros sentidos.
¿Miedo a la vida?
¿Miedo a la muerte?
¿O
acaso
estamos sólo
en el camino?
¡Qué bueno sería
llegar a los huesos
y seguir con vida…!
© José Luis
De un rayo de sol un arbotante de aliento

Son las seis de la mañana
el sendero está oscuro,
mis pasos siguen la ruta
de blancas de piedras y tierra,
de vez en cuando miro las estrellas
y la claridad de la luna menguante,
maquinales los pies avanzan
entre los flancos de maleza,
un olor húmedo se desprende
del frescor de la noche,
mis pensamientos están
al final de la ruta
con el cansancio de las piernas
y la satisfacción del esfuerzo.
El día en su transitar
gris descorre la mantilla de nubes,
el cielo padece la incertidumbre
de las horas previas
cuando el tiempo se aloja en el abdomen
y los pálpitos retraen del reloj
los granos de arena
en los dorados campos del camino.
A lo lejos
una arcada me sonríe,
una tenue irisación de rayos
se escabulle del plomizo horizonte,
las gotas me golpean y resbalan
mientras recobro el aliento
tomo del sol las franjas de la lejanía
donde sé que en breve
lucirá mi descanso…
© José Luis
Atardecer o amanecer

A veces no es tan distinto el atardecer del amanecer. Me gusta contemplar las tonalidades que arrebatan al cielo cuando el sol agazapado en el horizonte evoluciona. Atardecer y amanecer hermosos aconteceres del día, vaporosas ensoñaciones para los ojos, para las raíces del alma. Contemplar los vaporosos púrpuras, los encendidos toronja, los voluptuosos ámbar, la candidez azur… son la mejor medicina para el cuerpo que precisa quietud. © José Luis
No pain, no glory

He transitado por los caminos
junto a la visión del horizonte
con los rojos surcos de mis pies
en cada paso que la ruta marca.
En mi cara el aire he sentido
y penetrable de la tierra el aroma
he respirado del despertar denso
de la tierra cuando no hay nadie.
Casas, campos, trigales a la espera
del ocaso indestructible y púrpura
de esa iglesia que su cúpula levanta
en la silenciosa plegaria de la tarde.
Sin sufrimiento no hay gloria,
sin el empeño diario por vencer
los fantasmas de la no existencia
se vencerían las palabras en el abismo.
No hay senda que no tenga en su estela
la sangre bermellón de la alborada,
caminante de sueños y soledades,
de nuevo no sabes dónde descubrirás
el renacer...
© José Luis
Sombra con patines

Cae el sol con los rayos de la tarde
y el calor busca en las florestas la sombra,
los parques acopian el frescor del gentío
a la sombra que con lentitud se agita
en la celeridad de la tierra con los patines
mientras desfila el agua entre las balsas
humedecidas de orquestada música de remos.
Los niños se separan entrañables de las manos
y buscan en la arena la creación de las cosas,
el deambular de sus juegos entretiene la vista
alrededor de los recuerdos y de una mariposa,
ceden las nubes al transitar de las tinieblas
el azur del cielo donde los alados despistan
su quehacer con los embrujos de los diablillos.
Un muchacho se desliza junto a la silueta
de los contenedores de amarillo esculpidos
y las hojas mantienen en el vaivén el aire
entre los resquicios inundados de tambores
con el efluvio desprendido de algún incienso
mientras se despide el paseo de los caminantes…
© José Luis
Desprotegida el alma

La muerte,
esa sensación de incomprendida pérdida,
traba a la invariabilidad del tiempo
el desgaje del alma.
Alardea la sombra de la guadaña
del infausto paso de la argolla del olvido
por los persistentes pensamientos de un día
y ríe, se desatornilla en la concavidad de las horas,
en la más absoluta soledad,
llamador de un quebranto mensajero.
Arrostran las mañanas su peso,
como peso que se aleja y retorna,
con la ritual curvatura de la aldaba,
sobreviene del sonido el pálpito
y un fugitivo parpadeo de los ojos.
La no presencia
es un arma que desarma
el retorno a la existencia.
© José Luis
Película de por la noche

Hay veces que los horrores de las pantallas
se estrellan en el salón apaciguado de la noche
con los grumos deshilachados que de sangre estallan
la impetuosa cornisa de la cordura y la decencia.
Se mueven las sombras por las paredes,
sisea la música alucinaciones macabras
donde la verdad de las mentiras se ovala
en la sofocada elipse del diván de los desvelos.
Pareciera que unos libros sobrevolaran el techo
con las lúcidas alas de los signos de la esperanza,
toda cruzada se sujeta en las bridas de la paciencia
aunque corran a lomo de las revoluciones las horas.
Traban las páginas la retina en mi mente
donde los sueños desmigajan tersas las palabras
como una refrescante y salvífica corriente
que recorre soterrada la campiña de la sospecha.
Desde el obscurecido cordel de los relámpagos
manan colores y artificios, desde lo más hondo
de la inconsciencia cabalgan legiones de voces,
huidizos se configuran los espectros de la locura.
© José Luis
Una caja de cartón usada

Tubos de óleo en la mesa,
manchas precisadas de color
enturbian de imágenes la tela
en la onírica retina de los sueños.
Las distintivas figuras,
que no son lo que parecen,
se tornan en versátiles
cartulinas de test y de miradas.
Los pensamientos se construyen
con retazos volubles de inconsciencia
donde afloró alguna vez la locura
en pétalos de humanidad y aquiescencia.
Balbucea la noche por las calles
paradójica la especulación
de los vástagos de Eva,
el original sentido de la vida.
De lejos vienen ya las dudas
y los deseos universales de supervivencia,
mas parece que quizá sea la experiencia
esa caja de cartón que usada
da nueva significación a la existencia.
© José Luis
Cautividad
Tus amapolas

La rojez de tus mejillas
en la orilla de los sueños
se espeja en la amapola
surgida de la tierra.
Suena el aire
y la mañana se despereza
con la música de tu nombre
que retumba en mis recuerdos
de un día caluroso de junio
en el Guggenheim de los tiempos.
La araña poseyó las voces
matizadas del encuentro,
se hilvanan las figuras a sus patas
asidas con firmeza por el niño
que te mira y abraza,
alguna vez entronado,
desde la madurez de su alma.
Siempre serán mis amapolas
brazos de esperanza,
ojo de fuego
en la inmensidad
de una mirada…
© José Luis
Al pie de página

Los pasos en la calle
te llevan por las letras del libro
absorto
mientras las casas
inscriben en sus muros
el palpitar de tus pensamientos.
No te sorprendas
cuando encuentres un yo olvidado
en los rezumares del horizonte
y no reconozcas los sonidos
de tus propias abstracciones.
No será la locura
el temblar de mis manos
cuando llegue el anochecer duradero
pues entonces escucharé
el bramar de las paredes al viento
y sentiré tus labios en el suave roce
del pasar
de las páginas de nuestra vida…
© José Luis
Uvetrecelíptico

Bordes afantasmados y pálidos
son el final de un reflejo
que tiene cercenado su fin
justo desde el principio.
Nace la vida
del vientre deshilachado
del presuroso huevo erguido
con todos los temores de la muerte
y los arreboles del olvido
para vivir la plenitud
de ese tiempo gratuito.
El dedo de la silueta recorre
el desgaste del tiempo
y los pies que abrieron camino
camino dejan a un lado,
sobrevienen los recuerdos
y los bastones de azúcar colgados.
El piano truca las teclas
la música vierte al aire
los compases de un adiós
o de un te quiero largo,
improvisado y funámbulo,
como la vida misma…
© José Luis
En Marzo también hay domingos

Una mesa es el lugar del ordenador,
el lugar donde se apoyan mis brazos
y manejan las manos esas teclas
que conducen mis pensamientos.
No sé por qué es domingo;
bueno sí, es el día que sigue al sábado
y antecede al lunes,
quizá fuera éste el día de descanso
creador.
Hoy los caminos no sienten mis pasos,
las botas siguen en el zapatero
mas mis ojos siguen viendo flores
y árboles y yerbas blancas.
Dispongo la consola y el revoltijo de papeles
en una secuencia de útiles e inútiles,
todo llega a acumularse si no se le dedica
una atención primaria, desmonto
aquello que se resiste a ser limpiado.
Sí, es domingo, y la casa se llena de mi presencia,
y de ella
y de orden…
parece que las tuercas van dando
esa vuelta de ajuste
necesaria
para que la vida vuelva
a ser tomada.
© José Luis
Vestimenta interrupta

La verja aprieta entre sus hierros
las manos de una niña en el vacío
de su mirada hacia la tarde
donde el sol interpreta con sus sombras
el compás de las horas y los días
transcurren en un solo vistazo
desde los recuerdos más antiguos
hasta el suspiro último.
Son estos días de carnaval
una respuesta a la inmediatez de la vida,
a inventar una nueva circunstancia
para embargar aquello que nos aleja
de nosotros mismos.
Sabemos que el hábito no hace
lo que ha de hacer el monje
pero también una presencia
dice mucho de quien está delante.
Llega desde el atardecer la noche
en la capacidad creadora de los sueños,
y la vida volverá a pasar delante de la verja
a la espera de aquella niña que un martes
se sorprendió vestida de rojo
en la pupila desconocida
de este transeúnte…
© José Luis
Objeto de aseo

El escaparate no deja pasar mis manos
una indivisible invisibilidad me separa
de aquello que me muestra para ser usado,
así es la publicidad de las cosas, conflictiva
y afectada, originaria de la necesidad
no necesitada, a la vez que provocadora.
Resistirse a ser parte del engranaje,
la rueda que choque contra la avalancha
de sentidos innecesarios, de rutinas añadidas
a la propia rutina de los días, le sucede
la interpretación de las horas en el absurdo
de una colonia aturdida entre las luces
o las pupilas de un cartel irremediable.
Las sombras se perpetúan en los ojos,
someten la gravedad de los instantes,
un autobús de anuncios intimista
incorporados en el inconsciente urbano
de un asiento o un bebedizo tenebroso
sin poderse lavar en la palangana del deseo.
© José Luis
Aquello de allí

En compañía los ojos inician la búsqueda,
una vertiente del olaje de las circunstancias
por eso elegimos puntuales a nuestros amigos
allí donde intuimos la capacidad de asombro,
donde sabemos que vendrán confidentes los dedos
de aquello que se nos escapa y nos pertenece.
¿Qué pensaríamos si nos viéramos en un instante
ralentizado mientras nuestra atención está en otra parte,
allá, lejos del alcance de nuestra vista, pero tan cerca…?
Cruzamos nuestros dedos en el devenir de los instantes
mientras las vertientes se entrecruzan con las montañas
y presenciamos, una vez más, el ocaso del día, el ocaso
de la luz que nos protege y aleja del aletargamiento
que la vida precisa de la noche, donde se nos escapan
los pensamientos y los sueños a otra dimensión,
aquella en la que somos sin ser y en la que nos zambullimos
como vientre materno, sin más dedo que llevarnos a la boca
que el que nos señala el camino del infinito de la mirada.
Amigo, ten mis dedos, alarga la profundidad de tus ojos
en aquello de allí, en aquello que entiendo y te muestro,
que dice sobre mí y sobre ti, sobre la realidad alterna
de lo que nos hace levantar cada día sobre las cenizas
del invierno y del pasado para realzar el nuevo amanecer,
una posibilidad nueva de encontrarnos en los vericuetos
que expanden nuestra mente por los senderos de la vida,
seguro que el espejismo de nuestras manos nos ayudará…
© José Luis
Co coro co

En los laberintos de la tierra hurgo
entre los huesos y las ausencias de la carne
y busco aquellas memorias desterradas
donde aún quedan inexplorados paraísos,
retazos de futuro con anticipo enterrados,
veredas entrelazadas con los pasos penetrantes
de siglos de pesquisas y evocaciones
en los que se celan amores y resentimientos,
cartas no escritas ni enviadas
pero muchas veces vivaces en la memoria;
nada se pierde en las arcas de esta heredad
bajo la llave de la recompensa y la costumbre.
El pico de la incertidumbre escarba las llagas
y exhuma los desiertos y los libros inéditos
de los extintos, anónimas muchedumbres
de sentimientos y deseos, en los que me reflejo,
azules tratados de defunciones desconcertantes
embebidas en las copas de las pitanzas efímeras
y los irracionales suspiros de la muerte, millones
de ideas que no sabemos qué hacer con ellas.
Desde las arrugas de las piedras, las baladas
y los labios del deseo, husmean moléculas de vida,
lugares donde invertir los réditos del tránsito
una vez que el cuerpo en olvidos se desmenuza.
© José Luis
Los ojos de un gato extraño

En los pueblos siempre hay casas abandonadas;
lugares que, cerrados, pudren el aire dentro
o tan abiertos que ya nada tiene de existencia;
de vez en cuando algún caminante detiene su paso
y curioso interpreta el silencio de las ventanas,
la cerrazón de una puerta o el vencido tejado.
Ranuras delimitan, renuentes, el espacio mirado
como ojos que escudriñen una única trayectoria
o que profundizan en su propio contrafuerte,
y esas mismas ranuras advierten que otros ojos,
a través de ellas, dirigen sus pupilas al caminante,
quisiera dedicarle el roce afable de su cola
en los recuerdos del hogar cálido e invariable.
Son los ojos de un gato extraño una pregunta
glauca entre los matorrales de la memoria
donde siempre existen ranuras indiscretas
que dejan sin sentido las razones del querer
o de la misma ausencia.
© José Luis
Vista equina

Se clavan las miradas
se clavan desde el llamador de la puerta
como un repiqueteo en el aire cálido y denso,
hay miradas que alarman y desentumecen el cuerpo
de las miradas acostumbradas.
Si pudiera franquearía al interior
de la cabeza que mira,
ser parte implícita en una mirada
desde la que se ensambla el mundo externo
con los inconclusos puzzles del instinto
donde se desgajan las cédulas de la duda
en pequeños comentarios y silencios.
No se mira con los ojos cerrados
más que aquello que conocemos
o imaginamos,
submundos de los recuerdos
en los que las pinceladas de los días
encuadran los paisajes desorientados y nebulosos
que llegarán a ser otro sustento
heredado de los sueños.
Quizá no sepa el caballo
por qué le retengo en la incisión de los ojos
o quizá, como él, yo me retenga
en el reflejo velado de su trote
cuando se acerca parsimonioso
a la mano tendida del ocaso
que es todo hombre…
© José Luis
Oteador

He oído a la intemperie
crujir briznas de hierba
en la inexactitud de los recuerdos
donde me hundo
si mis manos rozan la tierra,
tiemblan las llagas del aire
con los muros de la indigencia
porque sólo es cuestión de dinero
a veces las vidas muertas…
Somos oteadores de perspectivas,
oteadores desde la inconsciencia
o quizá francotiradores de miedos
en los que disponemos mirillas de angustia
que sabemos que no se revuelven
y se anestesia la conciencia
y se inscribe el viento al señorío viciado,
¡cuántas evasivas esteriliza una hora!
La pureza no tiene espanto de altura
ni catacumbas sofisticadas ni viejas
sino lejanía y horizonte de montaña
con la fragancia de la mirada directa
como una loba de piedra en la campiña
cuyo mirar perfora la raíz de la duda
con los aretes romanos de una tinaja,
recuerda mortal que eres hombre…
© José Luis
De paso...

Brillan en la estación los pasos que se originan
tras el sueño o el desembozo de la noche
en los bolsos que ondulan el aire mientras cae
como la techumbre de las montañas invernales
desde los copos que merodean andares y siluetas
con la esperanza de retenerse en alguna estancia
cálida y sorpresiva en la que otear el deambule
de las sombras sin prisa ni cruces de palabras.
No hay enigmas que se detengan en el andén
para tomar el tren de las doce o para olvidar
el macuto de toda una vida adosado a la figura
que se queda atrás o a la que lleva sin percibirlo
el peso de nuestra vida, un lastre reservado
y oscuro desde el que se originan manantiales
convergentes a la duda innata y el deseo
que acarrea la existencia que se sabe efímera.
© José Luis
Minino

Dejaste la mirada absorta en pensamientos,
y esa cara me dice que te has ido
que no llame a tus labios con mis labios
pues seguro que tu alma, tu espíritu
estará vagando profundo en los entresijos
que inmanentes retraen el ayer,
el tiempo que una vez vivido se escapa
para revolver el llamador de los instantes
donde despojamos a los recuerdos de su sentido.
He cruzado sin pretextos el puente de la noche
y al volver la mirada ya no estaba el camino
que me devolviera a la calma, que diera tranquilidad
a los pasos que se pierden sin las migajas puntuales
que llevan al norte de la realidad donde amanece
todo sueño, es una audacia sin comentario ni retorno.
En esta evocación de mi presencia un gato recela
y no me mira, su ignorancia es la pertinente prueba
de que no existe lo que no se quiere para ser visto;
el desconocimiento, el vacío es una forma de olvido
que duele tanto al que lo usa como al que lo asiente.
© José Luis
La orden de las damajuanas

Las manos y el hálito de fuego
cristalizan naranja la burbuja
en los reflejos del amanecer
mientras los pulmones descargan
la lluvia de millones de años
en la intocable oquedad de la luna.
El día clarea en las sombras
sus resoles verdes y escarlatas
como ese rayo o viento invisible
que recorre los escalofríos
subterráneos de la tierra
para emerger límpido manantial
de salvación y vida.
Hubo una ocasión virgen
en todo nacimiento,
en toda interpretación de la existencia,
donde estuvo contenida la creación,
la reverberación del perfecto albedrío
en la orden vulnerable de la mujer
que pare el amor con su sangre propia.
© José Luis
Velas de Nochebuena

La luz de las velas
crepitan en el albor de la casa
alrededor de las copas quizá vacías
donde los labios apuraron su tiempo
y las palabras, en su noche especial
las familias celebran esa sinfonía
de toda una existencia.
La mesa junta en su desvío las miradas
mientras la cera, implacable, derrite,
en el paso de las horas y los años, la cena
y trae el recuerdo de los que fueron
uña y carne, penetran en los sentidos
las melodías de otra época.
Accedo que las estrellas permanezcan
en el lugar asignado de los siglos
y de los dedos que ratonan los instantes
en los que otra noche se ilumina
junto al fulgor asombrado de unos ojos,
de un amor que hizo historia
entre las brozas de incienso y alcurnia.
Trato de ser quien contiene el origen
auspiciado tras las sombras del paraíso
y retengo en mis pupilas aquellos momentos
en los que el azur del cielo era el sino
íntegro y diversificado del linaje
de los que crean vida y titilan esperanza.
La Nochebuena me atraviesa las venas
como una pertinaz guillotina
que recorte los festones del pasado
y con ellos, deshilache de egocentrismos,
despunte la novedad de un mortal
que en sus párpados deja entrever
la plenitud de la vida.
© José Luis
Seat 600

La carretera extrañaba de tus neumáticos
las huellas, de tantos y tantos viajes
alrededor de una sola vuelta, del pasado
entre los frunces de mis ojos palpitantes.
Han sido muchas las tardes en el campo
y los frotes del olvido entre tus puertas
con los goznes del motor encendido,
así delineaba tu nombre con mis yemas.
Ahora son las carreras en reminiscencias
las que te traen ajeno a mi memoria
y te veo con los ojos del recuerdo,
con los ojos alineados a tu historia.
Aun se iluminan los reflejos de la tarde
en tus extraordinarios cristales
y de nuevo en mis pupilas titila
esa mirada mía que tú retuviste.
© José Luis
Barquillero

La plaza reúne en su mañana la algarabía
y el silencio reverente del paseante
alrededor de esa intangible aureola
de impensadas relaciones y en sus vueltas
se compendia lo que en distintos años
han dispuesto en los balcones y columnas.
Los granitos del suelo ajustan sus huellas
al sol de entrecerrados ojos y a la sombra
nervuda que gira en cada canto con los pies
de la historia y el aire fresco y filoso,
¡tantos son los arcos inabarcables del recuerdo!
Sin la maraña de los niños y en su quietud
una arqueta roja encara el frío del otoño
en la conversación mansa del barquillero
ante la tácita ausencia de clientelas
y manos cálidas que volteen su corona.
Todavía sopeso en mi mano la peseta,
apretada y caliente, con los nervios
impulso la ruleta de barrotes numerada
en la consabida acrobacia de barquillos y obleas
destapados con la ilusión de la inocencia.
© José Luis
El sudor de otra fuente

Desde la profundidad de la tierra el agua
recorre los mismos caminos, siempre
necesita de esos caminos por los que
emerger la profundidad hasta las fuentes.
Sale el chorro previsto por el agujero
que es boca y surtidor de embrujos
desde el que la hondura de la existencia
vertebra la creación de las montañas
y sus recónditos y saturados secretos.
Las gotas que rezuman de las piedras
van destilando los nombres de los muertos,
de aquellos que en la simiente eterna
olvidaron grabar su origen y su nombre.
A veces el sudor que me recorre la frente
acarrea el dictado de las almas que conjeturaron
la vida en un arriesgado y comprometido misterio.
© José Luis
Carne a la brasa

El fuego ha tomado de la madera
la capacidad abrasiva de la muerte
y las brasas, empática transmutación
del día y la noche con sus ciclos,
cárdenas irisaciones de las cenizas
aroman en la carne expuesta el sabor
de la conservación y supervivencia.
El olor del humo se compacta en el aire
y se alarga en el cielo como un cometa
que atraviese el velo de la noche
mientras desciende orbital entre los puntos
luminosos de las ciudades y sus acontecimientos.
El calor por la piel resbala con las pavesas
que etéreas se desconciertan como una tarde
en la que el crepúsculo ha sido ocultado
entre grises nebulosas de impotencia y furia.
Paladean los comensales en la mesa
furtivo el aroma de la sombra
que con el plato se acerca…
© José Luis
Franca de mirada

La belleza es una particular forma de mirar
los acontecimientos que el corazón atraviesan
con las saetas de los encuentros y las certezas
que acarrean el desconocimiento y la muerte.
La vida se plantea desde una mirada ausente
encrucijadas de ensueños y abarrotadas plazas
de recuerdos y racimos de labios que hablan
con los embates del mar a los destinos y visiones.
Franca de mirada una hoja se divulga en el tiempo
como traiciones a la carta en una inefable secuencia
de intrincados pareceres que con arrojo se queman
cuando la mentira no es más que el miedo a la duda.
En el tendal de la aurora se sujetan mis ojos
con los tentáculos candentes de picardía y olvido
mientras reflejan las lagunas de la noche tu nombre
dispersado en el aire con el temblor de mis sueños.
Las manos que en la escultura forjaron simiente
acarician ahora el semblante de la oquedad eterna,
musa y paraíso de los desheredados, la aleación
de carne y alma es un complejo código de rebeldía.
© José Luis
El calor del gorrión

Se queja el aire en el frío
que escarcha el agua y los caminos
con soledad,
con la sombra blanca del cielo
que cubre el horizonte de ceniza
y la tarde, de negrura y melancolía.
Aletean los pájaros el soplo
nebuloso de los instantes
donde pasean sin destino los pies
y ateridas las manos se juntan
en oración indispensable de silencio
para acallar los inviernos de la vida.
Saltando un gorrión se me acerca,
quizá perdido el temor de sus ojos,
y busca en el calor de mi sombra
la cercanía del aliento,
del canto de mis pasos la migaja
que eleve sus alas a la cúspide
donde las campanas desgranan
la inmediatez del domingo.
¡Cuántas veces habremos sido
ese gorrión anhelante!
© José Luis
Encima de mi mesa

Buscan los objetos la oquedad del aire
donde asentar los ojos que los miren
o los dedos que en sus líneas deslicen el polvo,
los rastros de la marisma que los retiene
con un voluble pensamiento de eternidad
donde las sombras no cubrirán sus sombras
de viento y dejadez, como ramas invernales
que desechan pasajera la exaltación de la fuga
hasta que en una hoja se encarne la libertad
irreverente de un verso.
Se acumulan a mi alrededor los reversos del pasado,
cualquier evidencia de la existencia en el tiempo,
en los implacables suburbios de la inconsciencia
donde dejo el recuerdo y hasta el discrecional olvido
uncidos al desfase de las horas que transforma todo
en vestigios y trenes de vuelta a las estaciones del deseo.
Un caramelo no es un caramelo, es una tarde sentado
al escaparate de los nublos y las corrientes indómitas,
de extractos de giros y café alrededor de un plato
y una mesa que se pierden entre las notas de música
que acompasan el aire y llevan el ritmo del silencio
al tecleo de las cavilaciones de luz y de arrebatos.
A veces, los objetos, son esas huellas que no he querido arrinconar
en los goteos del olvido y que van formando parte de la mesa
donde dispongo, día a día, mis beligerancias y mis crepúsculos.
© José Luis
Una única vía

Es martes,
la mañana se disipa en la niebla,
las calles desconocen los rostros
y hasta los pasos cotidianos,
que son el único pasatiempo,
sólo las sombras blancas
dan sensación de firmeza,
de seguridad en lo cercano,
lo demás parece un espejismo
enclaustrado en una botella.
Me recuerda un tiempo atrás
cuando vivía cerca de la estación
y el bullicio de los trenes
ensordecía el aire y la sala
donde a veces dejaba mi ausencia
circunscrita a una foto
o a la evanescencia de la tarde
mientras desconocía que mi espíritu
vagaba por otra parte.
He pasado un puente sin río,
con unas líneas azogadas a las piedras
y al peso de las ruedas que las atan
a la distancia,
al futuro de un acontecer
o a un pasado sin venida.
Una vía sola
fue la fijeza de la mirada
como si en un único pensamiento
viajara el presente
desde lo que fui
hasta lo que imaginé siempre.
© José Luis
El verdor del abandono

Han pasado los años por la casa,
años de postergación y ausencia,
de carencia de sonidos y palabras
que sujetasen a la aurora sus paredes
y a los tabiques del tiempo, la esperanza.
Las ventanas son los muros abiertos
a la hiedra y a la nada, el verdor
ha sucumbido a las rejas enhebradas
donde la madera alguna vez retuviera
el horizonte y, acaso, fugitivas miradas.
Sé que has pasado por su puerta,
la risueña puerta de la infancia,
y se han agolpado aquellas voces
de persecuciones y retahílas
por los patios de la mañana
cuando el sol bajaba en un beso
radiante, de risas y algarabías
era el color de aquella casa.
La heredad de la familia
son los hijos y las palabras
que acompañaron sus vidas,
aunque con el tiempo
y la distancia
sólo quede del verdor
lo que fuera
una ventana
que ya no está abierta.
© José Luis
Transformarse desde el vacío

En el hueco de las palabras
o en la oquedad de las esferas
la nada circunda la creación
donde el vacío es la nebulosidad de los ojos
o la turbación de lo pequeño en lo invisible.
No vemos más allá de la línea del horizonte
como no advertimos los movimientos del corazón
en los enclaves de la carne ni del alma
y, sin embargo, nos dejamos calar por la lluvia
del viento, de los sonidos o del otoño…
La bellota grana a la sombra de la rama
y a la espera sazonada del olvido
mientras se sujeta la mirada al crepúsculo
con la pátina de la luna y de la noche,
cuán hacedor es el contraste de lo inmediato.
La multitud de lo ausente escudriña el ruego
o quizá el trepidar de las sombras
entre los espléndidos fucilazos del sol
cuando en el meollo de la soledad
no sabemos qué es la muerte…
© José Luis
Notas de una impresión

Gira y gira el infinito,
el mundo gira que gira
entre los brazos cautivos
y tenues de una noria.
Son colores las impresiones,
las aspas francas de mi niña
entre los dedos de la aurora
cuando combina su destino
con las órbitas del cielo.
Se rebela la tarde
por la premura de la noche
en alcanzar los sueños
pues sabe que poco
dura la dicha
en el brillar de una gota
de escarcha en el rescoldo
de cualquier recuerdo.
Do, re, mi…
tus ojos me dicen…
fa, sol, la…
¿me quieres?…
si…
© José Luis
Seta invertebrada

Las piedras son piedras
mientras caen las hojas
a la profundidad de la sombra
después serán puentes
que alberguen el abismo,
que franqueen la dimensión de los pasos
a la plenitud de la tierra,
simiente de vida,
del trance la muerte.
Una seta se encona enrojecida
con los granos del desvelo,
quizá del peligro fuera bomba
que explosiona las estrellas,
que bordea el horizonte
de la existencia y sus eventualidades,
simiente de mal que nos aqueja
por el abandono de la historia
o el del perdón de las ausencias.
Despacio me he acercado, despacio
al sumidero de la noche
donde hieden las lápidas de la tristeza
y he visto los labios en un grito
y he oído el chasquido de los armazones
que sujetan la concupiscencia,
y al igual que a la seta he temido
el peso de las piedras
de mi esqueleto sobre el ocaso…
© José Luis
Discontinua ruptura

Las franjas rojas del abandono
permanecen en la consciencia
como la invisibilidad de las barreras
que descomponen dos mundos
o la gradación de lo colindante.
Desde la heredad los tallos otean
la influencia del viento,
la posesión celeste de los astros
que desde lo arcano se alinean
con los suspiros o las ramas del tiempo
entre las abruptas playas de la prudencia.
Apuran los cabales en las cenizas
lo que fuera un obstáculo a la vida,
la tendencia connatural de los sueños
a ser sueño y a la vez milagro
o la posibilidad de la existencia
donde se crea la nada
y los aterciopelados pétalos
de un amanecer incandescente.
Inevitable como una barrera
es la muerte,
el camino hacia la duda
o hacia un espacio de almas
deshabitado
en una discontinua ruptura
de los designios celestes…
© José Luis
El seto de los miramientos

¡Ah, la fugacidad de las sombras
donde los ojos reposan el recuerdo
que se turbulenta con el traspaso
de los minutos enardecidos al aire
de las incandescencias!
Sesenta segundos en el olvido
de otros sesenta acontecimientos,
¡tan volátiles son las luces
circunferencias de los misterios!
La gruta emana enhiesta la opacidad
de las mentiras ciertas,
de los tentáculos y tentaciones
de tanta oropéndola,
de tanto poder en los tétanos
mismos de la indigencia
de miramientos y miras.
Ha bordeado el seto la persona
o la máscara de los eventos
y donde ponía la gradación su albor
tenebrosidad su nombre muestra.
¡Son las sombras una parte
inseparable de las verdades,
un unívoco camino
entre dos identidades
una delante del espejo
y otra en el interior
de todo sueño…!
© José Luis
Más allá de los pensamientos

Más allá del cielo
no sé lo que existe
si es que algo existe
o alguien
o una eterna nada.
Más allá
sólo alcanzará el corazón,
porque no la mirada
(ni mis ojos en la distancia
ven lo visible),
la letra pequeña de la vida.
Veo volar los pensamientos
con las alas extendidas
con la inconsciencia de la edad
que pragmática me vigila
y no me deja bailar
al son de las mentiras,
sentadas están pues las ilusiones
al volante de la madrugada
dispuestas a raptarme
y llevarme a la libertad
de ir más allá del tiempo,
de la noche o la mirada
encadenada a la realidad.
Más allá rugirá el viento
con el corazón de la tarde
y los ocasos de las hojas
escritas con sangre,
hojas rojas de tus besos
en el jardín de tu madre
donde nace el arco iris
y bailan los lobos el miedo
que siente la muerte
cuando los pensamientos
se abren e iluminan
todos los horizontes.
Más allá de los pensamientos
estaremos tú y yo
abrazados
como dos viejecitos
que sonríen y duermen…
© José Luis
Enmarañamiento

A veces es tan difícil desligarse de la vida
como de un amartillado pensamiento
que horada la intimidad de los hechos
y contamina los labios y la sonrisa.
Están las incertidumbres en la cabeza
rondando el día y la noche,
pequeñas sombras que se suceden
por las nebulosas de la inconsciencia
mientras aromamos el jardín
y los pétalos de la muerte,
una corona fuertemente ceñida
que nos sujeta a la humanidad
indefectiblemente.
Pasan los días
y la sonrisa regresa con los labios
carmesíes del contento
porque en la vida las nubes negras
descampan o se alejan
con el viento del amigo
y la satisfacción de estar vivamente
aferrado a los minutos que se van
enmarañando a los recuerdos,
a los gozos y a los sentidos sentimientos…
© José Luis
La sonrisa del árbol

Sorprendente la naturaleza
en la fuerza del débil,
en alcanzar los posibles imposibles,
en forjar desde lo profundo
la mirada hacia el horizonte,
hacia el camino inexplorado
con el corazón en la cumbre,
con los desvelos
mientras sale la melodía
de la boca cerrada,
de los dientes apretados
en la sonrisa cautivadora
de lo inverosímil.
Un árbol
esboza en unas líneas,
en unas confusiones huecas
el mensaje de lo insondable,
de los brazos que se extienden
en mitad de la noche
y los sudores,
palpando el calor que le es ajeno
pero que le calma en su compañía
como una pesadilla despierta
en mitad de la muerte,
cuando se muere un sueño
y despertarse es la vida.
Hay sonrisas que contagian
el cosquilleo del alma,
también hay sonrisas vacías
que hielan las entrañas.
© José Luis
Desde las incertidumbres de la vida

Está mi atención muy descentrada
sin apreciar el transitar de las nubes
sin pretender dirigir la mirada al oeste
donde viene místico y cárdeno el cielo
mientras los minutos calan los poros
que arisnegros en mi piel desbocan
los susurros ofrecidos por el mar
las largas y pausadas tardes de paseo.
Admiro los tonos verdemar del paño
que descansa en la retina de mis ojos
tras la inconsciencia y el desatino
de los astros que ladinos se desbocan
en las profundidades de la noche
donde la luz se deshace y duerme
en el temible tragaluz de la sombra,
a los pies de una insensible Gorgona
devoradora de orbes y abandonadas almas.
Los haces del ocaso conspicuos se alargan
entre la multitud de incandescentes esferas
tras el velo desajustado de aquella catedral
donde los errabundos transpiran las voces
de los que hablan en sigilo y se acomodan
en las bóvedas de este templo de sospecha,
más allá de las humanas dudas y razones.
Tiemblan en la incertidumbre y el aire,
purpúreas hojas de la estirpe del evo,
mis manos recogidas en el rezo del alba
cuando una vez más se renueva la vida
de los sueños de la sepultura y de la noche…
© José Luis
Momentos dulces

Alrededor de la mesa, de los pies y las manos
la piñata del mundo vacía torrencial su entrañas
como una madre que en sus vástagos renueva
la melada durante el espejuelo solsticial del alma.
Flota vaporosa, como un inmaterial planeta, la tarta
entre los redores paralelos de un enmarañado tiempo
mientras se desmaterializa en ebrios celajes el ocaso
tras la retirada de sol y las veredas de los hados cautelares.
Con la lengua del reino paladeo los icores de la vida
a la que conduce la trasera maravillosa del espejo
donde en cada tarro se cela un circunstancial genio
con las tres permisibles codicias: salud, dinero y pasión.
Impulso con los labios el sabor dulce del tiempo,
de las velas que son travesuras cinéticas de los años
y sostengo en la mirada los recuerdos, las pupilas
que todavía ven en mí el niño que vive adentro.
© José Luis
El rondar de las sombras

Ronda una libélula luminiscente
las sombras de la habitación,
las sombras irisadas de la noche
por la lámpara que los ojos amamanta
de tonalidad lechosa y toronja
su apacible ulular por las paredes.
Vuelve la tranquilidad a la casa,
vuelve el teclado a retomar mis dedos
y en cada pulsación a depositarse
como un corazón dinámico y vigoroso,
como el tambor de las noches serenas
a la luz de la luna en la selva otoñal
donde el cántico emerge de lo interno,
de lo más íntimo e instintivo del hombre.
Las palabras se revuelven dentro de mi cabeza,
presiento los latidos de todas las imágenes
que provienen de las certezas inexploradas,
de la irrealidad sugerente de los sueños
donde en cada amanecer salvajemente me baño.
Mis brazos se alargan en el alejamiento
de las palabras que no encuentran el camino
y deambulan en el vacío o en el techado de la inercia
donde no sé los tratos que harán con mi cerebro
mientras destilan del silencio las nieblas de un amanecer
enredado entre los sensuales pétalos de una rosa…
© José Luis
De camino...
Estaré unos días
en contacto
con los caminantes,
los árboles,
el cansancio...
hasta saturar
esa parte del destino...
Piedras encriptadas

El aire recorre pertinaz la meseta
donde sólo las piedras resisten,
con la desintegración de sus granos,
que el tiempo se olvide de sí mismo
y las manos rugosas que allí las colocaron
una plegaria levanten al cielo bienhechor.
La oquedad de la sombra silenciosa
es el grato solaz del caminante
cuando señorea el sol en lo más alto
y la senda, polvorienta, farfulla
limaduras de soledad y cansancio.
De la tierra manan sudores glaucos,
corrientes turbulentas entre las rocas
que dejan atrás el susurro de la duda
y recorren las riberas del pensamiento
mientras los pies avanzan por el semblante
abierto de un libro que hace de compañía.
Es la memoria una cripta en el aire,
una cripta de piedras mimetizadas
con la infinitud azulada del universo,
la mirada de la satisfacción profunda
y con la intimidad oscura del deseo.
© José Luis
Desde un ojo

La claridad dorada de la tarde reverbera
donde el fuego halló refugio en el dragón rojo
y la resurrección acuñó de los cadáveres el ojo,
mirada imperdonable e inquietamente penetrante.
Desde la pupila despegan los sueños y el olvido
hasta la línea trasversal, lejana del horizonte
donde la trascendencia del silencio se encoge
en los evanescentes trazados de arcos coloridos.
La luz, descompuesta en la pirámide secular, huye
de la red de la nada para que el miedo desaparezca,
y en la libertad del aire los sagrados esbozos otea
del alma que creó en el mundo el saber que fluye.
© José Luis
De vueltas y regresos

El horizonte
una oscura línea entre lo glauco y lo azur
una línea imaginaria entre dos naturalezas
terrenal y de ensueño
acuática y onírica
donde se resguarda del paso del tiempo
la suavidad de la arena en la playa
o las cálidas caricias de las olas
en la placidez de la mirada.
Largos son los paseos
por las entrañas del horizonte
mientras se deshacen los labios
de la pronunciación de las palabras
y permanecen taciturnos, silentes
en la inmanencia del viento
como versátiles e impelidos cometas
que atravesasen hebras intangentes
de sueño o del destino.
Dorada la arena
subía por mis pies
el mar de los recuerdos
y el agua, burbujeante,
embebía mi silencio
con irradiadas alas de luna
en los babores de la inconsciencia,
tras el denso caminar de los días
por los espejuelos de la serenidad
o las riberas del reposo.
© José Luis
La victoria o la derrota

Qué fina es la línea
que establece la diferencia
entre la victoria y la derrota.
Miras al cielo
y sólo por los ojos
sabe el universo
si estás triste
o alegre.
Dicen que la victoria,
dicen que la derrota,
son las dos partes
de una misma moneda,
y que según lo interpretes
así te sentirás:
triunfador
o perdedor;
pero sin duda
siempre será el camino.
No tengamos la tentación
de adorar los triunfos,
no tengamos la tentación
de adorar los fracasos;
al fin y al cabo
todos nos hemos levantado
de alguna caída,
todos nos hemos hundido
de alguna subida.
Hoy estoy contento
he vibrado con nuestra selección
hasta quedarme ronco,
pero seguro que pasado mañana
todos tendremos
una nueva meta…
© José Luis
Enrejado blue

Celosa la intimidad se separa
de la profanación azur de los hechos
y la cerúlea curiosidad de las miradas,
tras barreras más o menos turbias,
hasta perderse en un mar de amnesias.
Nadie entrega la verdad de su pudor
a menos que se le haya domeñado,
a menos que las batientes maduras del trigo
ondeen en el pensamiento de la noche
y trencen con los sueños ese primer baile
donde se sella la convivencia y la eternidad.
Ya pueden pasar los ojos
por encima de las barreras,
ya pueden surcar los ecos
embravecidos huecos y barrotes
que la puerta de la privacidad
seguirá hierática en la expresión,
regia y acompasada en la hechura.
Tan sólo
el poder de una imperceptible llave
incidirá en la cerradura
hermética del alma.
© José Luis
A por ellos

Todos con un ansia en el alma
somos porteadores de la bandera,
de los colores de nuestra selección,
del peso de un balón que se manda
a las mallas del recuerdo
donde las glorias persisten
como legendarios e inaccesibles dioses
que anudan a los mortales a las botas
del fracaso o del triunfo.
Todos empujamos las voces de la noche
más allá de las gargantas y del silencio
donde presentimos reflejada en la hierba
la luna y los jugadores que recorren sus rayos
como estelas de honor y vértigo
en los que sucumben los cánticos de la grada
ante la conquista de la oquedad prohibida,
hierática circunscripción de Cancerbero.
Todos nos aunamos en el grito “a por ellos”
y detenemos el tiempo ante el televisor
con los brazos levantados,
con las caras pintadas,
con el gol en la palabra reprimida
o el júbilo suspendido en la balaustrada
movediza del Olimpo
donde aguarda la copa de la verdad
o de la cumplida historia.
A por ellos…
que son la distancia
que nos separa de la gloria.
© José Luis
El descanso de los pies

Has dejado de caminar y cuelgas los pies
de un bancal de conversación y cemento
donde las palabras balancean las piernas
entre gasas y cantos, los zapatos descansan.
Los paseos también balancean los ojos
de un lado a otro, busca la mente pararse
en algo que la atención le pida detener
las imágenes de un instante e impedir
la fragilidad del tiempo, el cerebro trabaja.
Cerca de la verdad atrapan los pies un alivio
cuando se entona un eureka y el polvo
es ya parte inherente de los tobillos
como las arrugas o las manchas de la piel
son inherentes a la experiencia de la vida
o a la mortalidad, afloran los flujos
que nuestro aura de atemporalidad rocían.
Cuelgan los pies de la profundidad de la tierra
y arraiga en nuestra carne las hojas del destino,
te levantas y vuelves a caminar
sin rumbo fijo…
© José Luis
Sonrisa portátil

Luces en tu cara la alegría de la fiesta
mientras miras a la profundidad
de la cámara donde se oculta
la inocencia del niño que también reía
radiante una mañana de primavera.
Parece que los recuerdos afloran
cuando se descuida la mirada
en el meridiano del horizonte
y asaltan los guerreros del pasado
desbaratadas del presente las murallas.
Mansamente llevas al silencio los labios
donde aguardan las imágenes de la fuente
que refrescara tus días en la cánula
sazonada de abrazos y besos frutales
en los sueños de la introspección.
Siempre existe un tiempo,
un momento en el que la vida
se abstrae y descompone en miríadas
de portátiles sensaciones
que nos transbordan a esos otros mundos
que la realidad esconde.
© José Luis
El lienzo que se dejó labrar

Blancos son los hilos que amanecen
en los primorosos paños de la costurera,
de las manos que saben caminos
por los que bordear las verdades
junto a las triviales mentiras que ciñen
el pensamiento de nebulosidades.
Cercano es el sol en el cielo,
en los rayos que juegan y esconden
la redondez del mundo
o de una manzana servida
a la jugosa inquietud del miedo,
al cosquilleo pausado e inquietante
de los dedos bordando toronja
el centro mismo de nuestro universo.
Pasa el tiempo
mientras desfilan las miradas
curiosas por las madejas,
por la habilidad de las agujas
mientras se enraman
las conversaciones
al pintoresco paisaje
de unas paisanas a la puerta
ancestral de las catedrales
y de sus piedras labradas.
Una pregunta resuena en mi mente
¿por qué ocupan las tardes
frágiles de un paño los hilos
en la mansedumbre del aire?
© José Luis
Caída de agua

La lluvia es constante en su caer,
las gotas se abandonan a la gravedad
a la calidez de la tarde en el tintineo
penetrante como un sueño
que vuelve cada noche
a preguntarnos por el significado
irreal de un río que se pasea
por las piedras y los árboles
que bordean su camino.
Saben las hojas y los tallos el destino
del agua que los llora y los moja
mientras canturrea en su caída
los secretos arrancados al cielo
y a las cumbres del silencio
donde van a parar los rumores
de un abismo de pensamientos,
de sonidos indescifrables
que vagaron por los planetas
de un principito encantado
o encantador de sierpes.
Las cataratas en los ojos descienden
de una luna plateada que se parte
cuando la beso en la frente y la aúllo
en el lecho de la muerte
o del mar que todo río conlleva.
© José Luis
Colgando en la oscuridad

El maíz que estuvo en el campo
meditado por el sol y el viento
es resguardado en su madurez
en el fondo oscuro de un granero.
Apiñado en lo alto de la techumbre
aguarda impasible al paso del tiempo
mientras, como en la vida, acontece
toda una eternidad a su alrededor
y llega, invariable, el ansiado momento
de llegar a saber para qué nació.
La oscuridad retiene en su memoria
otras estaciones donde el maíz
también pacientemente esperaba,
entre los arreboles del silencio
y los objetos que ya no servían,
ser desgranado con las manos
que amasaron la creación
con su propio hálito.
© José Luis
Suela recalcitrante

En la suela del zapato llevo pegada una verdad,
una verdad que seguramente estuviera descuidada
sin nadie que ambicionara alimentarla o quedársela,
una verdad que dolía o en exceso comprometida.
Las verdades crecen en el albedrío de la noche
o a la taciturna luz de la aurora, cuando las palabras
están dormidas y se recompone al soplo de la inocencia,
entonces las imágenes de los todos los ojos del mundo
se desprenden e instituyen una arboleda de estirpes,
singulares voces nacientes tras el extenso piélago
de pétalos fecundados en los labios de una joven
y dilatada bruma que las cepas devora de la razón.
Atrás quedaron mis huellas,
en el abismo de la madrugada,
con el sueño
que como un caleidoscopio recomponía la realidad
en menudos y versátiles cristales de inconsciencia
donde fijada un verdad
se me hacía incómoda.
© José Luis
Estrías adiestradas

Las ruedas rotan en los vórtices
azabaches y bruñidas adarajas,
se retienen tácitas en el vínculo
circunstancial de la breve zanja.
Transversal han sesgado la calle
de una a otra acera, una frágil cesárea,
paralelamente la tierra se destripa
al cruce de vecinas y curiosas palabras.
Ahora los coches retendrán la fiereza
del pie que al albedrío intimida o no duda
de la velocidad desmedida, de una locura,
de cargarse la vida en una frenada efímera.
Cumplirán las estrías esa función asignada
a la olvidadiza razón del que sentado en el trono
se cree con el poder de circular a sus anchas,
muda tropelía entre el rechinar de las rejas.
© José Luis
A vueltas con el mundo

El perro arquea su piel
en un ritmo frenético
y consigue que el mundo
vire aún más rápido.
Nos sujeta firmemente la tierra
por la fragilidad de los pedestales
donde no existe otra opción preferible
que despojar a la vida
del boato de la suficiencia.
Inquebrantable gira el molino
con el viento,
con el agua,
con las palabras del olvido
en las páginas anudadas
a las velas de un suspiro.
Cesan del mundo las vibraciones
cuando se descuelgan los parásitos
del tejido íntimo de la espera
y vuelven a ceñirse a la inexistencia
hasta el próximo ataque.
© José Luis
El maullido profundo

Los pasos son maullidos
entre los arreboles del viento
junto a las garras de la noche
y al lineal granito del sendero.
Rumia en cada vuelta la gata
el espectro de la ausencia
donde extraviaron acaso la mirada
los gatitos que de ella dependían.
Siento cómo se eriza su piel
con las sospechas del recelo
que en cada mancha de su cuerpo
se llaga de pavura y vueltas al desvarío.
Profunda es la desesperación
de los pasos al vacío
cuando se pierde el corazón
ante la ausencia de los hijos…
© José Luis
La esfera fosilizada

Del árbol se descuelga el sentido de la vida
cuando su fruto se desgrana en las bocas
que se comen el orbe y lo mastican
al compás de su danza tribal y los goznes
del silencio eructan palabras que perduran
en el corazón del libro sagrado de la sabiduría.
Voces de hombres llenan el aire de las montañas
de los ecos nacientes en la garganta del olvido
tras la esperanza custodiada durante milenios
en el nocturno interior de una insondable caverna
mientras resuenan los alocados pasos de multitudes
desbandadas en los más intrincados laberintos
donde emergen secretos en esmaltadas huellas.
Inalterable el poeta sueña con jeroglíficos y signos
entre las médulas de sus dedos y de una flor los pétalos
que le muestren los misterios con los que entonar versos
perdidos en los recuerdos, luz atravesando ese resquicio
nunca abierto donde abandona la muerte los espíritus
que separa de los cuerpos antes de su pertinente marcha.
Una esfera sé que me aguarda y quiere proteger mi alma
entre irisados arcos que gráciles transitan por el cielo
donde fosilizada una semilla será el inicio de otra vida,
de otro anhelo que se muestra cada diez mil madrugadas
en el hálito palpitante de un ser que con amor nace.
© José Luis
Sin ponerse de acuerdo

Una habitación
retiene en su soplo
todos los instantes por los que ha pasado,
es una cámara y su interior
donde lo que acontece
es guardado en estancias de tiempo,
en presencias incompletas de sensaciones.
Traquetean las paredes
pesadas sobre raíles que argentos
van desplazando la mirada
por el cristal de la distancia
donde son tan fugaces los contornos
y sin embargo
cómo se atesoran en el corazón
cuando ya no hay más movimiento
que el de las vueltas de la memoria.
Son las ventanas los ojos de las casas
por los que entran y salen luces
o sombras de cada esperanza,
son huecos con lentes acristalados
tras el devenir que se cruza en la calle
con un desconocido que compone baladas
en las cuerdas tensadas del violín
y de su alma.
Siento los acordes perdidos
en sus años tras las plazas
y las paredes del olvido
donde permanece una oquedad
cerrada e inconclusa
porque no existió el acuerdo.
© José Luis
El ancho de la espera

Se hace tarde
y el tiempo se aleja
de la corriente del mar
tras las nubes del horizonte
como la isla de un náufrago
donde queda perdido el paraíso
o la muerte.
El plátano deposita sus esperanzas
en el frescor de la sombra
y en sus resistentes aquenios
donde descansa la semilla
y el frescor del verano.
Recuerdo algunos parajes
donde la sombra de estos árboles
asemeja la profundidad de una gruta,
un lugar insospechado,
inquietante y un tanto huidizo.
El cielo, azul, observa
la simplicidad de la existencia
mientras se expande
en el aire
y en los pensamientos
tras las volátiles caricias
del murmullo y de la aquiescencia.
Juegan los niños a saltar
intentando rozar la bola
y el firmamento
mientras se oye el bullicio
de la tarde por el parque.
Sé que tus ramas estiran las hojas
en los renuevos y en los ojos
que acompañan al río por el puente
donde las piedras esperan
mientras miran Salamanca…
© José Luis
Pared significada

No podemos dejar que se marche la vida
sin al menos una firma en la pared
o un río velado de lágrimas
en unas líneas del olvido,
de esos que regresan algún día
inesperadamente
entre los labios de la muerte
mientras se contempla una foto
o se siente en el corazón un vacío.
Permitimos que nos separen los muros
del aire
donde una vez depositamos sueños
celestes y cautelares
entre costillas de Adán y barro
e higos pulposos, susceptiblemente sensuales.
Creemos en los círculos
que nos unen
como manos entrelazadas
a una verdad
o a una farsa clandestina
tras las líneas del azar
o del horizonte
donde perdemos la vista
y a veces la propia perspectiva.
¡Quién no ha mirado a los ojos
de un desconocido
buscando ese espejo
que nos devuelva en la mirada
milenios de estirpe
o figuras en una cueva coloreada!
Una pared es un lienzo donde dejamos la vida
en una firma o en un garabato
que nos identifica
nos llena de sentido, de significado.
© José Luis
Desabandono incautado

Sujetan las ramas del árbol
el despojo de la inocencia
que otrora fuera compinche
y subyugado tejido de asedios.
Ya no insinúan sus palabras
ni el silencio trae reminiscencias,
es un ocaso
un devenir en sombras
como ese largo desierto
dentro de una botella.
Han dejado de sonar las caracolas
que barruntaban destinos y mares
transversales al tiempo
donde los sonidos del aire se escuchaban
entre espumaradas de almíbar
y arrecifes de sosiego.
Dura es la corteza de la inadvertencia
cuando se traspasa el umbral del olvido.
© José Luis
Un día de rallie fotográfico

en su transitar, en su fugaz y virulento delirio
en el cual acontecen invariables los pequeños olvidos
absueltos en los alineados límites de una foto.
He visto lejanas las miradas, justo en ese punto
donde lo que está delante es la silenciosa pantalla
en la que se rebobinan algunos episodios pasados
mientras el aire les remueve el cabello y las audacias.
En el vigor de los tonos ceden las flores exuberancia
a esta mañana de domingo y de bóveda azulada,
en el albor de las nubes y los verdosos mantos
baraúndas de extraños por mi cámara se cruzaban.
Los pájaros anadean las alturas y las ondas del río
con sus alas extendidas en la atmósfera y el tiempo
es esa inesperada ventana en la que alguien se asoma
y se revela como observador de su propio retrato.
© José Luis
Contextura de flan

Dulces son las palabras que me apadrinan
y que ponen en el aire ese sonido nuevo,
esa descarga de luces vibrantes y colores
como una cucharada de flan en la boca.
Secretamente el aire penetra en mi cuerpo
y en mi aliento se despiertan los hombrecillos
que cautelosos podan los sueños y recuerdos
mientras de mis ojos afloran verdes ríos
y puentes dorados y violetas
tras los trovadores y los incesantes crepúsculos.
En un plato tiembla inagotable la tarde
tras los deseos y las olas celestiales
donde algodones de azúcar son las nubes
que se prenden al paladar y sus profundidades.
Oscura la aureola se sumerge jugosa
entre los incisivos placeres
y los reflejos de la luz inconsciente
que desnuda la piel y la mirada…
© José Luis
El gallo ensillado

Un parque invita al paseo,
una caminata agradable y larga
entre la frondosidad de las hojas
y los troncos que apuntan al cielo.
No soy el único errante,
a lo lejos otra figura impulsa
las ruedas de su carro
donde sus pertenencias atesora.
No sé de sus pensamientos
ni de su viaje circunspecto
por los parajes de la vida
o de su soledad impuesta.
Un gallo acompaña el destierro
del paraíso a la nada invertida
donde se esconde el silencio
y la humanidad y la avaricia.
Quizá comience indiscutible la huída
cuando ensillado su gallo
le hable y acaricie
como a un ser amado…
© José Luis
Franjas de color

en un acto de indolencia y vagueza, como un día sin sol
donde se arremolinan las nubes alrededor de la tarde
y se apoderan del cielo frescas las gotas de lluvia.
Apenas entra claridad por la ventana, aun así es suficiente
para que los colores de la ropa se deslicen en franjas
por la retina y el sueño tras los que vienen los misterios
y las preguntas sobre las cosas y la forzosa inexistencia.
Sé que los días también se arremolinan entorno a la vida
y que se deslizan en tumultos los detalles que le dan sentido
en franjas irisadas de caras y momentos, como el circo
que después de hacerte reír levanta su carpa y se desvanece.
Quizá el encanto de la existencia sea amontonar esa ropa
hasta que veamos en ella el arco iris de la inmanencia
desde el que disolvamos las gotas de niebla que nos empañan
los ojos con sinsentidos y desesperanzas por no hacer la colada…
© José Luis
Cuando se abre una puerta

He dejado entrar al miedo hasta los tuétanos
para después acorralarlo en el burladero
donde los ojos que dan estoques le esperan
para verlo sucumbir como a un extraño.
Cuando una puerta se abre entra la duda,
una incertidumbre en la boca del estómago,
es el temblor sinvergüenza de un cráter
por el que brota la lava y las impurezas.
Dicen que por los cuernos se agarran los problemas,
tengo un amigo que una vez desperdició sus manos
por agarrarse a un clavo hirviendo y darse cuenta
que a la vuelta de la esquina vuelve a empezar la vida.
Por eso a partir de entonces, deja la puerta abierta,
entre quien pueda y quiera. Donde le indiquen sus pasos
irá su vida entera pues sólo se vive una vez…
Aunque la mente nos engañe con una segunda vuelta.
© José Luis
Una etiqueta en la botella

Alrededor de la mano el vino voltea en la copa
y percepciones líquidas componen carmesí un camino
entre las barreras de cristal y el horizonte curvado
hasta la infinitud de sensaciones que llegan a la boca.
Alrededor de la mesa vino en el tiempo una copla
y dejaron los sonidos de moverse entre los platos
componiendo en un instante ese perfecto destino
que marca en el reloj los aceros agraciados de una hora.
Se alzan los ocasos de los posos al inclinar de botella
donde la reverencia de la noche toma alucinación y cuerpo
que cae vencido en los brazos de recuerdos subliminares.
Gira y gira la noria persecutoria de las incautas glebas
mientras sucumbe en la memoria una mirada, un incierto
murmullo de voces que aunque perturban suenan angelicales.
© José Luis
Candado

Impenetrable muestras tu fuerza
entre los aros metálicos de la caja
oculta que oculta el interior
que no debe ser penetrado.
Así ocultamos en el silencio
con el candado de las palabras
aquello que es interior,
intimidad y muy nuestro.
Mas siempre hay grafiteros
que decoran con sus pátinas
el viso de nuestro cabello
y de paso también nuestras almas.
¿No se darán cuenta
que si hay una llave
será para dejar abrir
sólo a aquellos que llamen…?
© José Luis
Cruzada de estrellas

mientras una sirena se hunde en las marismas
de gentes, puertas y tiendas ajenas a la materialidad
de ruidos, coches y moradas abusadores de quimeras.
Los linajes destiñen tinturas y semblantes fucsias
en musgosas y aguamarinas irradiaciones invulnerables
a los soplos de las voces y las leyendas de frialdades
que vagan por las esquinas o tras un letrero indescifrable
donde un bebé nace tras la ventana agónica de cualquier útero.
Los cayucos se arrostran en la orilla del silencio
como una colilla abandonada en el asfalto de la duda
y los nudos que mutilan la garganta de los dioses
son las callosidades del dolor sembrado en el océano
o en la fuga constante hacia el más inesperado de los mundos.
Humean las heridas partos de universo y fuegos negros
tras los iris sujetos a la pared de plasma y emboscadas
desde donde amanecen los recuerdos de hogueras encendidas
en la boca de una cueva o en un rascacielos inventor de estrellas.
© José Luis
Al borde de la mirada

La arboleda del río
se asoma como tú al pretil
para ver pasar el agua
entre los caminos que son de plata
y de rayos de creación y luna.
Entretiénense tus ojos
con el fluir de la tarde
entre los vanos del puente
y los brazos de tu padre.
Algún día
cuando devuelvas otra vez la mirada
a las profundidades de la corriente
quizá veas el reflejo
de la niña que hoy eres.
© José Luis
Perspectivas de curiosidad

Desde lo alto de la azotea
el mundo se divisa pequeño,
quizá sólo un poco más pequeño
que lo que es en realidad.
La perspectiva de la distancia
como la de la profundidad
son dos precisos cánones
con los que arqueamos los hechos
a nuestra propia medida.
Quizá la extrañada mirada
de un perro me sorprendiera
fisgoneando en el desconocimiento
de ver lo que desfila abajo,
de saber lo que acontece arriba.
¿Quién no ha usado sus ojos
para satisfacer la inquietud
que produce la curiosidad
cuando la situación es privilegiada?
© José Luis
El mundo que gira

He dejado de dar vueltas y miro
que todo alrededor gira en mis ojos,
trompos sin enfoque ni perspectiva
en una feria de imágenes sitiadas
dentro de la caverna de las sombras
donde lo que aparece es lo que se ve
con sus perfiles y sus incógnitas.
Las cosas y las situaciones nos pueden
desfragmentar las esencias del ser
en pétalos celosamente guardados
entre los libros elegidos y leídos
hasta que nos rescate el recuerdo
de algún pasaje o combinado extraño.
A veces nos mareamos con las vueltas
que termina dando el mundo o el día
pero aun así sin ellas no habría vida,
son tantas los retornos que se emplean…
© José Luis
Departir

Necesitan las palabras que las pronuncie una lengua
y sea el aire el preciado camino de las reverberaciones
donde los ojos encuentren el vacío ciego de sus cuencas
y el flujo de las inconsciencias fugaces se materialice.
Prestan atención los silencios a lo que parece no se dice,
la muda interpretación de las encomiendas sin ropaje,
del eco impronunciado de las montañas en los valles
por los que discurren el deseo y sus afluentes sutiles.
Sentados en un café se desliza subrepticia la mañana
como un mar acallado entre los ecos de un susurro
y la nana de una madre a su rorro en el crepúsculo
mientras juega con nosotros la verdad al escondite,
solaz esparcimiento alrededor de Salamanca…
© José Luis
Alrededor de los alrededores

Dejo que sean mis pies los que transporten mi mente
entre los pasos extraviados y las calles arboladas
como una canción que de tanto escuchar se pierde
entre los recovecos de la inconsciencia y la rutina diaria.
Sé que los pensamientos se van a otra parte y sucumben
cuando se desprenden de la carne y volatilizan las horas
en ríos ciegos y domingos sin desocupación ni entresijos,
una nada antesala de la muerte donde alojar la paradoja.
El reloj descansa de perseguir el tiempo que ha pasado y pasa
arrollando el fluir de los ciclos y las estaciones, de toda una vida
que en imágenes se eleva por entre las montañas del paraíso
donde tuvieron su génesis y que es el lugar al que se retiran.
¿Dónde estarán los alrededores de una muerte un día de sol?
¿Dónde?
© José Luis
La caja que no es caja

es una caja que guarda parte de los recuerdos,
esos que quedan siempre pendientes de clasificar
pero que pasa el tiempo y uno se olvida que están ahí.
En la oscuridad de la caja aún mantienen el brillo
de lo que significaron un día más allá de lo son
porque los objetos van formando parte de nosotros
sin saber muy bien el motivo de llamarnos la atención.
Quizá no podamos inhibirnos a la necesidad
de poseer lo que sabemos perecedero
con el reconfortante pensamiento de que puede
ser la puerta a otra parte o el asa que nos sujeta
a lo que deja de tener sentido con el paso del tiempo.
La mente se cristaliza en la negrura de la caja
donde nada se ve ni se abre más que en el pensamiento
que recogió las impresiones de un momento
que a lo mejor ya nada dice en nuestras vidas
pero que nos atan al pasado y lo vivido
como lejanamente un reloj a su cuerda.
© José Luis
Desde una pequeña libreta

Las palabras no se achican en una libreta
más de las que lo hacen en una pantalla
en busca de realidades o supuestas ficciones.
Detrás de cada palabra hay una persona
y detrás de cada persona un sistema
de creencias, concepciones y visiones.
Lo que empieza con palabras llega a ser
un submundo dentro de otro mundo
donde sucesivas capas renuevan el suelo
que sostiene el firmamento de la inconsciencia
mientras otras luces lejanas alcanzan
el resplandor nuevo de una estrella
que nace mientras los ojos se deslizan
por el papel, la pantalla y otras frentes.
Y todo porque delante de mí tengo
una libretita de Insolamis
donde no he escrito nada,
ni pienso hacerlo…
creo que la voy a regalar…
© José Luis
Día de entreno

Glauca la tarde prolonga sus rayos en la sombra
oblicua de las flexiones y las irreflexiones
mientras los músculos tonifican en su fuerza
la potestad de poder llegar a ser quien se quiere ser.
Arqueamos en dosis de realidad imposibles los sueños
en las profundidades de acantilados y hondonadas
como un paracaídas que cuando cae se agranda
y desciende balanceándose con las corrientes
entre sus caricias y la sangre acelerada y palpitante.
Los rostros de la imperfección se descomponen en la noche
cuando las lágrimas regresan a la vertiente de los veneros
y las golondrinas refrenan su vuelo durante un instante
donde los relojes pararon el tiempo y las preocupaciones,
y los ojos abandonaron la faz para contemplar el universo.
Se acelera el corazón en el descenso hacia la muerte
en los rápidos que nos atraen y nos ponen a prueba
sin otra salida que transitarlos sin reservas y con entreno
como se vacían en compañía las burbujas de una botella.
© José Luis
Las diez páginas

Página número uno
He recorrido el salón con sus cuadros
y un escalofrío recorre mi espalda
Página número dos
Hay miradas que atraviesan la calma
y nadie me sabe decir por qué
Página número tres
Las ventanas no están abiertas
el pájaro se estrelló sin pedir permiso
Página número cuatro
No hay alfombras que nos leviten
entre los residuos de la tarde
Página número cinco
La esquina del ángulo oscuro
recitaba poemas de Bécquer
Página número seis
Con las manos en el bolsillo silbo
como si no pudiera hacerlo con las manos fuera
Página número siete
Tengo la sensación de que algo se acaba
y me exhibe la tristeza en su museo
Página número ocho
El mar llega manso hasta mis costas
y los niños, descalzos, huyen de él
Página número nueve
El viento deja en los árboles el recuerdo
lánguidamente de su sonido entre las hojas
Página número diez
Qué corta por el rincón se marcha la tarde
que el domingo inviste de trance y frío
© José Luis
El cuadro torcido

Es costumbre disponer todo en su sitio
dentro de un orden y una estética
mantener el acomodo natural de los objetos
sin que suponga un menoscabo para la conciencia.
Pero en diversas ocasiones podemos encontrarnos
indudables mares que no saben concebir olas,
irrefutables cumbres que no intiman con la nieve
o un marco ladeado en una pared impecable.
Quizá esa misma fuga de lo cotidiano
sea la chispa que atenúe el poder de acomodación
de los ojos a las irrealidades que nos acechan
donde el horizonte es una espaciosa inmensidad
en la que los colores de una espátula transitan
como un pato por las difusas ondas del río
y sus reflejos son abiertos corales veteados
con las brazadas del aire entre las nubes
mientras dos aviones hacían en el cielo piruetas
que se precipitaban tras el eco de la noche
al vacío furtivo de los betta splenders en su pecera.
Miro la estantería y los libros se descolocan
entre el lomo y las letras de la solapa
como un caballo que corre desbocado
por los sueños que la aurora no sujeta
en el cuadro del dormitorio torcido.
© José Luis
Feliz 2008

Ahí estamos,
Chus y yo,
hace rato que precipitamos las uvas
en las cuencas del destino
pero todavía mantenemos en nuestras manos
el brindis y sus copas.
Nochevieja es una celebración de amigos,
es un paso del tiempo en compañía,
una incitación a todos los momentos que tienen que venir
como toreros de las circunstancias y la vida.
Hemos cenado recuerdos
y olvidos,
silencios entreverados
y nuevos caminos;
algunas fotos de risas
y regalos improvisados.
Ha sido la cena especial de fin de año
para clarear el jardín de los sueños
y contemplar los nuevos ocasos,
brotes que retoñan entre las nieblas
como los hijos entre los años que pasan,
son los frutos que van madurando,
al igual que nosotros
también crean sus fantasías
y sus propios paisajes,
La fiesta dejó en la mesa la cera derretida
de las luces y las velas, de los días y sus venturas
dispuestos en la bandeja de 366 jornadas,
y ni una sola será vertida más acá de las estrellas
porque no queremos que la vida se nos quede en la salida
sabiendo que a tantas metas corresponden tantas fortunas.
Brindemos por un próspero 2008
© José Luis
La despensa del mundo

En su interior el mar es un submundo
donde aguarda voraz una serpiente
el momento en el que la luz se pierda
entre las imperturbables sombras
y las criaturas que no conocen el miedo
pululen entre los restos de la inmensidad
que es el infinito oscuro de los sueños.
La noche cubrió la bóveda con su manto
y las estrellas como piedrecillas en el camino
guían la mirada pendular del tiempo
entre las dendritas que mueven los engranajes
de un barco hundido en las marismas oníricas
que han ocultado las oraciones del padre nuestro
y el maná que alimentó al mundo en su peregrinaje.
Hay un hambre que adelgaza al hombre
y aniquila sus esperanzas e ilusiones,
un hambre que sujeta y detiene al oleaje
que devolvía a las riberas olvidadas
unos granos de arroz y unos peces
con las palabras que sanaban el cuerpo
y también al alma…
© José Luis
Nochebuena

Una mesa dispuesta y el salón oscurecido
por la luces enganchadas al árbol,
palpitantes como el corazón de un niño
que vive mágicos acontecimientos.
Algunos acordes bruman la garganta
de los alientos navideños
y la noche, noche de frío y recuerdo,
es un Dios en un pajar,
una mula y un buey por dentro.
Quizá en esta época sean buenos los deseos
tan buenos como inciertos,
como ese mar bravío que se empecina
en ser crepitar de olas
sabiendo que en la orilla
será espuma y mansedumbre.
Al menos que no nos falte
yantar en la mesa,
villancicos en el ambiente,
palabras cordiales
y buena gente
con la que repartir abrazos.
FELIZ NOCHEBUENA
© José Luis
En una bolsa

Una nube deja su sombra sobre una bolsa
donde la tierra desteje el eco del otoño
y las cigüeñas planean trayendo en sus picos
los copos que manan de una flor de nieve.
El reloj retiene las horas que marca
entre los arrozales blancos del olvido
donde los sueños juegan a esconderse
tras los cristales azures de tu ventana.
Has corrido las cortinas de la noche
y la luna es un punto quieto y lejano
como un dilatado horizonte sin olas
que navega entre las aguas infinitas
y las tersas velas de un pensamiento.
Las márgenes del silencio nos invaden,
somos arenales varados en las rocas
que chocan incesantemente
contra la corriente del universo
y la bolsa de aire con una sombra.
© José Luis
Papel y bolígrafo

dentro la tinta espera los movimientos
de la mano sobre le papel en blanco
para dejar en él sus trazos
sobre lo que la mente piensa.
Nada sabe la tinta de los sentimientos
que están ahí afuera
ni de las personas que ciñen su cuerpo
para dibujar las estelas del alma
o del mar mientras barcos y nubes
navegan.
Ni tampoco el papel se imagina
cuál será el jardín
que de la tinta florece
sólo son los testigos
de lo que tras las huellas tintadas
unos leen
y otros anhelan.
Deja la mesa que unos libros
sean los sueños que se apoyen
con sus lomos y páginas
en la sombra de la inconsciencia
mientras la lámpara cede su luz
a las letras que se despiertan
con el rumor de la noche
sobre la luna nueva.
La tarde perdió su brillo
y los colores del cielo,
ahora en la oscuridad
el bolígrafo y el papel duermen…
© José Luis
Prímulas y rosas

El día con sus nubes perezosas
atenaza el sol y el firmamento.
Nace del frío el aleteo constante
de las aves entre las ramas desnudas
de los árboles y las corrientes del río.
El puente sujeta el agua a sus pilares
con la hondura de los barrancos
que atraen las lluvias y los sedimentos
donde dejar olvidadas las contrariedades.
Espero que la tarde traiga a los amigos
que se alborozan conmigo en la fiesta
de paladares entre dichos y copas
mientras una vez más dejamos en la vida
los lazos mortales que a la divinidad nos vinculan.
Y será entonces
cuando de un día gris
florezcan prímulas y rosas…
© José Luis
Luz de niebla

La noche son puntos ocres en el firmamento,
puntos de luz espesos que cuelgan del agua
suspendida en partículas de claridad y sombra.
Camina la niebla por las calles de la ciudad
hundiendo el cielo en las mismas entrañas
milenarias de las piedras y el abombado silencio.
Los árboles con sus brazos extendidos
son deslizantes regatos de gotas
que palpitan plegarias al cielo
mientras sienten la pérdida de sus hojas.
A lo lejos chirría oscuro, ronco el motor
de un autobús pasajero, vacío y sin retorno
que regresa de la pesadez, del ajetreo del mundo.
© José Luis
Día para el recuerdo

de sensaciones,
un paraíso ambiguo
en la mortalidad y en las elecciones,
una bola preñada
de fugaz sino,
una entelequia…
Cada vez que nacemos en nuestros ojos
disponen únicamente una de esas lágrimas
con la que enjuagar la vida en cada mirada,
en cada travesía astral por las diversas existencias,
una prenda diáfana e inmaculada
que será la que en última instancia
devuelva al alma inmarcesible su destino.
Hay días
que en su capacidad especial para el recuerdo
sopesan los avatares de nuestro paso
por los inapelables caminos de la preexistencia.
© José Luis
Leer desde un blog

pasean junto a mis palabras
y que las letras son la música
que desde el silencio tarareas,
esa tonadilla
que no sabes dónde escuchaste
pero que aflora en tu mente
como el perfume de un jardín
o en una flor los pétalos…
No sé lo que a buscar vienes
ni siquiera lo que te llevas,
si es que te llevas algo,
en tu aliento incrustado
o entre los dedos de tus labios
que acaricien tu presente
o los suaves hilos del pasado
mientras tejes la noche
o franqueas el mar de los sueños…
Sólo sé que aquí te dejo
paisajes cincelados,
los esquejes de mi alma
en los lienzos del deleite
cuando se hunde el sol
y la luna aflora
con sus rayos indelebles
resquicios de locura
y viajes más allá
de los umbrales de la muerte…
© José Luis
Keroseno

Vendrás conmigo
por las calles de mi ciudad
donde los pasos dejan frente al río
partícipes los esplendores de la mirada
que una vez y otra amartillan al corazón
con voces que convergen en los jardines.
Fresco el aire deja en la sombra las siluetas
que rondan milenarias las piedras del destino
mientras las palabras surgen y hacen camino
purpúreo frente al mar inmerso en mis pupilas.
Atrás quedaron las dudas, sombra de guerrero,
que ciñe Ballester a su silla y a un café de metal
tras cuatro ojos que tratan de dos existencias,
de unos dedos al teclado o de la verdad inconexa.
Nos deja el tiempo correr tras los cristales
como gotas de lluvia que aclaran los sueños,
la realidad de lo inventado, un caro misterio,
entre los brazos abiertos de la noche.
Y de frente, con el volante entre las manos,
sonriendo sola te fuiste con los ojillos
repletos de sensaciones de este momento
hacia esas murallas que cobijan tu ánima…
© José Luis
Una llamada

Suena en el interior
la vibración del teléfono
a través de la silenciosa estancia
irrumpe una voz.
Son palabras anónimas
perdidas en el olvido
en la espesura de la sombra
donde sus nombres
son placentas de silencio.
¿Dónde acudir
cuando el dolor lacera
los años de existencia
y las lágrimas
anegaron con profundidad
los recuerdos de la infancia?
Quizá esa presencia
al otro hilo
sea el aletear de un ángel
que humano en su esencia
se aferra a la pérdida del edén
porque es su única recompensa…
© José Luis
Contemplación en el río

Hoy miraba intangible el río desde la pasarela
y sentí temor al ver cómo se movían las ramas
que crecen desde el agua y ondulan la corriente,
parecían brazos necesitados de auxilio, brazos
reteniendo en la mirada al escalofrío,
esa sensación de imaginar alguien a tus espaldas.
Vi cómo el río descendía dorado en abundantes hojas,
era el otoño que braceaba desde los árboles y sus ramas
entre las briznas de aire que se quiebran sin saberlo.
Desde el fondo turbio una bicicleta estática
pugnaba contracorriente por permanecer inmóvil,
por guardar el equilibrio que se consigue tras el pedaleo
de la realidad y los sueños, lo que no es y pudo haber sido.
Dos pececillos modulan la orilla con sus quiebros de arena
y dejan escapar intermitentes las burbujas con sus anhelos
alcanzando los reflejos de un sol que esparce la mañana
sobre el azur del cielo y las calles transitadas de mi pueblo.
© José Luis
La mayor distancia

La distancia entre dos personas se alarga
en las palabras que demoran sentido a la existencia
y dejan descobijada y abrupta la ribera del encuentro.
© José Luis
Después de la aurora

Es temprano
y la cama retiene entre las sábanas
el calor de nuestros cuerpos.
No te has levantado todavía
y siento la tranquilidad de saberte viva,
de tenerte cerca, a mi lado…
Porque la vida
es contar con otra persona
para dejar correr en el tiempo
cada uno de los mares que brotan
de las flores del deseo,
mientras vemos cómo nuestra piel
como arena resbala por el reloj
sinuoso de los días y las horas
marcando el fruto de la existencia,
un nuevo edén con su nuevo pecado.
© José Luis
Un rato después

Una copa entre las manos
azur de una mirada,
las burbujas marcan el tiempo
de mis manos por tu piel
y a veces tus recuerdos.
He buceado en tu sexo
y en placer fugaz de la tarde
mientras vibraba con tu cuerpo
y con la eternidad.
El cielo me rocía con su sonrisa
y el sol con el calor de sus rayos
quizá la vida sea eso
tenerte en el corazón
y también muy cerca
justo a mi lado.
Hombre y mujer,
luna y cielo
la tarde se despedirá
en el fulgor de tu pelo.
Apuro profundo el cava,
consumo este momento
frente a tu foto,
ante tus ojos serenos…
© José Luis
Una goma de borrar

Pasean las letras por el cuaderno
inconexas como un mar enfurecido,
y arrastran blancos los rastros
por la punta roma de los dedos.
No se enturbia el aire que golpea
las venas gruesas del suicidio
y en una esquina se esconde la A
de los puños enguantados del silencio…
El pasado es una tilde en el vacío
donde se contonean ancestrales las olas
y las bacantes tejen las danzas del deseo
a las crestas del Olimpo y sus diosas.
Va aconteciendo la vida
entre los prietos recovecos de la rutina
y sólo aquellas letras que atinen con las alas de la luna
se salvarán de la quema
o de la goma de borrar de un niño…
© José Luis
Botella abierta

Dulce es el sabor que mana
de la esplendorosa botella del tiempo
mientras atesora la sombra
de las uvas jugosa la pulpa y la solera.
En una botella abierta un corcho se descubre
púrpura en su textura y pureza,
alcornoque errante en la carretera
astada de flores, casta y envés brillante.
Pulpa de vidrio forma en la botella
el cuerpo ahumado y opaco,
contoneo de gotas en la carrera
ladera abajo, ondulación de copa.
Una chispa en los ojos,
unas gotas de ingenio,
oscilante la ambigüedad
corre entre contertulios y deseos.
Alrededor de una botella
la tradición atesora
arte del paladar,
sudor de la recolecta,
fermento de los azúcares…
y el tiempo, tiempo de espera.
© José Luis
El estuche

El olor a nuevo de los libros, la punta afilada del lapicero,
blancos los cuadernos… en el silencio de la cartera.
Eran días inquietos por volver a ver a los compañeros
y saber qué maestro te “tocaba”.
Pasaba ratos hojeando y ojeando los libros
queriendo aprehender lo que no era el momento
pero que llamaba la atención por los dibujos y grabados,
por ese olor especial a estreno
y por el curso que se iniciaba,
a veces con pantalones nuevos…
El primer día de clase todo era sacar
y sacar de la cartera
libros, estuche, cuadernos...
Pupitres de madera que crujían con tus movimientos
queriendo dar a entender que después del letargo del verano
ellos también volvían a la vida.
¡Quién no recuerda ese flamante estuche de dos pisos
donde tenías reunido bajo el dibujo de la serie del momento
todo tipo de colores, gomas y utensilios…!
Esa escuela queda en el tiempo lejos
aunque muy cerca en el recuerdo…
© José Luis
Septiembre

Encamina el verano su ocaso entre los rayos
que deponen el añil emergente del firmamento
entre los cárdenos senderos del abismo
y la ocupación de las noches en el descanso.
Ya las alondras buscan solaz silencio
en las inmensidades blancas e inagotables
de otros senderos, de otros abismos
donde dejen planear sutilmente sus vuelos
Una cigüeña aguarda los primeros sonidos
de los osos en la caverna para emitir en su revoloteo
la huida al silencio del sueño, y acaso a otro jardín
donde de estío renacerán las simientes de nuevo.
Pronto serán las fiestas y con ellas el viento
los que ondearán en las chaquetas, en las pieles morenas
como insignia del disfrute de playas y piscinas
que marca para algunos el fin de las vacaciones…
© José Luis
La ropa sobre la ventana

Largo el día en su ajetreo y avatares
encamina su fin en los atuendos de la prisa
y las ocupaciones que quedan sobre una silla
cuando orienta la noche mis pasos hacia casa.
Me gusta sentir el aire fresco sobre la piel
cuando pausadamente me acaricias con la mirada
y en secreto la habitación de nuevo aguarda
ese olor a tarde de manos juntas y pláticas
entre los caminos del jardín en un mar perdido.
Mansas las olas acompasaban nuestros besos
con su rumor inmutable, plácido y misterioso,
susurro inalterable en la eternidad dilatado,
pasión del alma integrada en dos cuerpos
en el intangible olvido de la existencia.
Retengo entre mis brazos el recuerdo
de tantas y tantas madrugadas
con tu cara sonriente y dichosa
mientras dejabas puesta la ropa
distraída sobre la ventana.
© José Luis
Con el frescor de la noche

Los días abandonan su pesadez en la sombra del sol
cuando los rayos se recogen en la urna azul
donde suspiran las olas de un mar reverberante
con espumas y rumores desde la cola de un cometa
que atravesó el cielo una noche calurosa de agosto.
Los ojos veían más allá de la oscuridad
un cúmulo de opacidades y estrellas
entre los silencios interrumpidos de la calle
por el rilar de las farolas y los motores
que traen de vuelta la multitud a casa.
De vez en cuando se despierta un pájaro
del sueño del árbol y emite el sonido de queja,
de abandono entre las hojas que lo cobijan
de la noche y de mi mirada quieta.
El campo, negro entre las negruras, rezuma
el sudor de la tarde y del fuego de la mañana
entre sus poros y tolera que se eleve un olor
salvaje de fertilidad y muerte en los recuerdos
de sus vueltas al sol y a las simientes inmóviles...
Es la noche un descanso para el cuerpo y la consciencia
pero una inquietud para las palabras y los pensamientos.
© José Luis
Formas

Tres figuras negras componen un universo
apocalíptico en la pantalla rallada de puntos
imperceptibles y azabaches sobre nieve blanca.
Son tres sombras impuras y tormentosas
ahondando en la maldad, en la nada de la tele
y sus espantosas películas de fin de semana.
Otras sombras serían si los árboles al sol
proyectaran sobre el suelo cálido y brumoso
un sopor de agosto y de fin de las holganzas.
Una sombra que anunciara la tonalidad del otoño
en los ocres y amarillos de las avecillas en flor
desbaratando en sus nidos los trinos infantiles
del verano entre los vientos que dicen marcharse
y las ramas que aún retienen destronados los brotes.
El sol se oculta entre el manto lioso de las nubes
mientras el aire desvencija las hojas y papeles
que revolotean libres por el suelo de la tormenta
y el campo suspira por las lágrimas de la tarde
triangular de nuestros ojos y la naturaleza.
© José Luis
Pecas incoloras

La piel recubre el cuerpo de sensaciones
desde la atalaya crepuscular del cerebro
como un sol de invierno que se rinde al día
naciente en otra mañana de la esfera
sinuosa del pasado entre tus brazos.
Recorren las lágrimas el río oculto de la entereza
a través de la tinieblas que ocultan los árboles
sagrados del Edén a los hombres desde el pecado
de querer interpretar las verdades indestructibles
en una bola de cristal amalgamada de carne y tierra.
Indelebles las máculas de la humanidad
se van pasando de generación a generación
como invisibles y pertinaces sombras
que golpean las sienes en latidos profundos
de inconsciencia e instinto sobrenatural.
Miro mi piel y observo incesantes los lunares
del tiempo, la edad y las imperfecciones
sujetas a la heredad de la luna y las mareas
de mi alma alrededor de la luz de tus ojos.
Quiero que sea la infinitud tu cuerpo mi cobijo
amarrado a la impalpable inmensidad de las riberas;
tus ojos, faros incorpóreos, alumbren el camino
de mis labios por tu nombre hasta la calma innegable
de todo hijo de Eva en la eternidad inexplorada.
© José Luis
Luces de neón

Los escaparates dejan ver el interior
a través de los cristales que a su vez reflejan
espejados el exterior en imágenes diluidas
pero que se graban en el espíritu del vidrio
siguiendo la trayectoria añil del cielo
como ánimas que permanecen en la Tierra
por las corrientes del verdemar universo.
Una pareja se detiene y pegan las frentes
sin saber que sus recuerdos serán una vitrina
en la que los seres ocultos observarán su infinito
y su pasado tornará a sucederse en una secuencia
vertiginosa de acontecimientos dentro del torbellino
de imágenes desatadas en cualquier escaparate.
La luz del día se esconde tras el horizonte
y las calles apagan los colores y sus tonalidades,
es el momento en el que se olvidan los ojos
en el territorio de Hades y las sombras
se dejan embaucar por los resplandores neón
entre las fauces tenebrosas de la noche
y los cristales liberan de tiendas y edificios
las voces y conmociones recogidos durante el día.
© José Luis
Teclado

Es la noche clara la que despeja mi sueño
y sujeta al teclado de las palabras
inalterablemente con los dedos
que acariciaron tu piel tantas noches
y gustaron de escuchar las historias
furtivas en tu pensamiento...
Ese mar embravecido por el aire ciego
de las tumultuosas olas rompientes
contra los arrecifes ardorosos del averno
donde dicen que se esconden las almas oscuras
huyendo del diablo y de sus propias ausencias.
Añil y vibrante el cielo de nubes y hojas,
donde cincelas parsimoniosa el reloj del tiempo,
marca los rincones de nuestros encuentros
de manos, labios, lluvias efervescentes y bocas.
En tus párpados cerrados serpentean los ojos
agrestes y pardos en las playas del deseo
y van y vienen buscando la explosiva sensación
que trae libídine la tranquilidad y la calma.
Y es esa noche la que a mí te entrega
plena y diáfana entre las sábanas
cada madrugada que dejo el teclado
cerrado con tu cuerpo y mis palabras.
© José Luis
Ángeles

Era de noche
en medio de la calle ningún sonido irrumpía
la calma de los árboles ni el sueño de los pájaros
y la luna en su singladura naranja
se iba recogiendo en sí misma como un globo
que perdiendo el aire compone movimientos
espirales en el espacio centelleante
de astros y estrellas que vigilan
las sombras de las casas.
Esencias etéreas
hacen difuso el hálito de Selene
en el espacio añil y vaporoso
donde retorna el aullar de los lobos
en escalofrío y niebla.
Al fondo
el reflejo de una vela,
céreo pabilo vacilante,
acompaña sinuosa y violeta la corriente
de agua, de fuego, de aire...
en la tierra.
Cada noche desciende un ángel,
un deseo de la inexistencia,
a ceder sus alas a un niño
para que surque el firmamento
y de esa manera inconsciente
recuerde que algún día
el cielo le espera...
© José Luis
Foto en blanco y negro

Los ojos y sus bastoncillos nos hacen apreciar la vida
en matices claros y grises
los días en que las sombras dominan el ámbito de las luces
y el mar muestra su faceta oscura y tenebrosa
en sus más recónditas profundidades
donde las olas amalgaman tinieblas
y emergen al cielo en el reino de Hades.
Sólo una nube,
ese día un poco despistada,
iba dibujando en el firmamento variopintas siluetas
en el distendido juego del adivina,
“¿qué ves en esta imagen...?”,
al igual que cuando nos mostraban en el colegio
esas cartulinas con dibujos simétricos y abstractos.
Quizá quiera ver un minino
agazapado en su rebujo con esa carita observadora
o las garras de caperucita
asiendo al lobo por la pechera...
En realidad
recuerdo las tardes en el laboratorio siendo el alquimista
de las imágenes captadas al vuelo
en mis paseos por la ciudad,
con la duda,
la incertidumbre
de si el pulsador, por mi dedo accionado,
habría conseguido atesorar en el negativo la realidad
por mi mente ilusionada.
Eran aquellos días,
no de antaño,
no tan lejanos,
cuando la fotografía era un ejercicio de precisión y paciencia,
de no saber hasta que revelabas
si habías obtenido el resultado esperado,
porque no había segunda oportunidad,
ni revisión digital del fotograma.
El esfuerzo y el cuidado de las ilusiones
en la vida es un proceso parecido:
un jardín
en el que a través de las estaciones
va adquiriendo el colorido que le es propio
(el verde del mar,
el ocre de tu piel y castaño de tus ojos
hasta el toronja y púrpura del atardecer...),
acariciando en cada cana y arruga el tiempo
fugaz que nos recuerda
que en la mortalidad consiste la vida.
Mas ahora
soñemos
con ser surcadores
de las horas...
y el viento.
© José Luis
Ser o no ser de una manzana

Ya ves
la frontera hemos traspasado
y aquí está la manzana
áurea, redonda, jugosa...
dispuesta a cedernos la ciencia
en su mordedura al desnudo
como cuando rozan las sábanas
la piel ardorosa de los cuerpos
y es más intenso el placer del tacto.
Y qué más nos da
si no fue manzana el motivo de discordia
que fuera higo, nuez o vaso de vino,
traspasamos el límite de la inocencia.
Nos toca asumir que el cielo es azul y límpido
pero que puede descargar turbios nubarrones,
que la vida es un camino incierto lleno de huellas,
que somos los padres de la humanidad en este tiempo
y que a veces nuestras manos están vacías...
¿Morderías la manzana conmigo?
¿Bajarías a las insondables simas de averno
para contemplar las fragilidades del mundo,
para hundirnos en los coros ígneos de las sirenas
y encallar nuestros sentidos en la ribera de los sueños
donde el pecado sería no vivir la vida...?
Percibo cómo llegan las olas profanadoras del deseo,
verdemares voraces copulando creación y muerte
en los intersticios porosos de mi cuerpo
y me siento preñado de noches y lunas,
urdiendo mis palabras con inexplorados secretos
que aún desconozco y que me asustan,
se espanta un cervatillo de la ausencia del silencio.
Sí,
morderé del horizonte la estirpe
y dejaré que recorra mis caminos ocultos
mientras agito entre los dientes tu nombre
y te ofrendo mi postrer pensamiento.
© José Luis
Luz boreal

A veces yo me pregunto
silencioso y oculto en el rincón
dónde el alma estaría
antes de mi concepción,
todo aquello que percibo
cómo se va procesando
dentro de mi interior,
si he de volver algún día
a no sé qué lugar o si no...
Las preguntas cuyas respuestas
son difíciles de dar
requieren una visión
de luz boreal...
Mirar al cielo
y dejar que la lluvia te riegue por dentro,
abrazar al amigo
y sentir el calor que vivifica las entrañas,
saber que la vida en su efímera existencia
nos deja transitar por considerables caminos.
No cerraré la puerta
de mi corazón
y saldré,
subiré a la montículo del olimpo
y puede que allí
con los míos
contemple toda la vida
en la claridad infinita...
© José Luis
El soplo de los vientos

Camino despacio sintiendo los pies en el suelo
fragmentado de pensamientos y suaves celajes.
El aire marca un ritmo acompasado
y las hojas de los álamos resuenan en las copas
el rumor de un mar tranquilo en sus ojosas olas
encallando las tristezas en la arena del domingo.
En un banco sentada una pareja deja pasar el tiempo
mientras sus pupilas reflejan toronja los últimos rayos
de la cúpula cárdena y volátil de esta estival jornada.
El camino, de otras ánimas salpicado, ulula silencio
entre las malezas de la sombra sin destino y los pasos
a ninguna parte o a todas mientras mi mente camina
por el laberinto de la vida y sus cotidianas pasiones.
Ahora, en la magnitud de la noche, miro las estrellas
y el brillo titilante de los sueños que rondan la calle,
el viento arrastra con su soplo hojas de melancolía.
© José Luis
Tornada

Vivimos en pequeños apartados de tiempo las vidas que acompasan nuestro cuerpo.
La mañana atrae en su inicio la inquietud propia del día y a lo largo de nuestros mundos las sonrisas, palabras, imágenes, melodías, personas... se acomodan en nuestra mente y entretejen visiones de uno mismo.
Las alas transmutan en la mariposa las ansias de alcanzar las estrellas que el firmamento vela desde el principio de los tiempos y en cada parada, en cada flor, en cada vuelo... la fugacidad inmanente de la vida cede en el recuerdo el goce de la eternidad.
© José Luis
En busca del descanso

Se posesionan las maletas de lo material de la vida en muy poco espacio, sólo lo necesario para perderse en esas riberas de sol, baño y lectura...
© José Luis
Eran otros tiempos

Las manos
aún recuerdan los paseos
de la tarde por la alameda,
el perfume prohibido
y en los bancos del parque
el sabor de los besos.
Eran aquellos tiempos
inconscientes y libres
en los que se nos asomó el amor
a la ventana de la adolescencia
propia de dos corazones
que iniciaban su andadura
por los mundos de la inocencia
que lució risas y secretos
y a veces imprudencia...
Reflejos de aquel entonces
son la muestra de nuestro afecto,
respeto y sentimiento...
y a veces
desbocados ensueños.
© FreeWolf
Un gato en el zoco

Estrechas las calles caminan lento el silencio entre los centenarios muros de la tarde y los ojos avanzan por las ventanas y puertas que invitan a la curiosidad y el fisgoneo.
La sombra es el espejo que se mueve entre finos hilos dorados y rosácea cal tintada y en cada recoveco devuelve el canto de la infancia cuando al compás de la sirga murmuraba en el devenir el sino de nuestros pasos que incesantemente vuelven a las solazadas horas del estío.
Noto aún en el aire la mirada parsimoniosa y felina que celaba el bullicio de nuestros juegos y que en cálidos ronroneos asentía desde su puesto de guardián haciendo de la calle su propio solaz y universo.
Sólo el eco de los goznes, antesala del llamamiento materno, lo absolvía de la cumplida presencia como el rayo libera al trueno de la atávica dominación de la tormenta.
© FreeWolf
Veintinueve de Febrero

Una vez de cada cuatro disponemos de un nuevo tiempo que religamos a la materia de lo cotidiano en el que inscribimos el círculo de lo innecesario. Y sólo quien en ese momento nace se aventura a la invisibilidad de lo consciente mientras sigue la Tierra girando y de nuevo el universo le hace el guiño de poder abandonar por tres añadas el paso del tiempo...
Las aceras se alejan al paso del canto entre los días que se anuncian y los compases bisiestos de una corneta en los errantes campos del edén insospechado y las letras escondidas en los muros agrestes de un spray descuidado que flota en el lago con los cisnes de cuello toronja y pico aflautado.
En medio del patio un reflejo metálico del gigante callado que se mira al espejo cada cuatro años...
© FreeWolf
Ya vienen los Reyes...

Por el camino y guiados
por una estrella vienen
oro, incienso y mirra;
los presentes reales.
Se acercarán
al Portal postrados
en su regazo
y la humanidad
en sus ojos
del Amor
han logrado.
Hoy ilusión son
de las manos de sus padres
y de la alegría de regalos
las almas infantes
y los corazones renovados.
¿Qué te traerán a ti?
¿Qué les has solicitado?
Amor, Salud y Paz...
para todos los hogares.
En silencio
y con los ojos cerrados,
niños a la cama
que vienen los Reyes Magos...
© FreeWolf
Glaucas las uvas de la noche

Tomemos en nuestras manos fino el cristal etéreo y burbujeante y notemos vivas las chispas de la amistad mientras brindamos por el futuro y las nuevas palabras que han de llegar, y que en sus ecos anuncian salino el olor del mar y el rumor de sus caracolas que acompasan añil el baile de nuestro cuerpo entre rosas y pensamientos...
Fluye carmesí en nuestra sangre el anhelo...
© FreeWolf
Para un requiem

¡Oh, muerte
ensamblada en obeliscos
y solemnidades
entre los encandilados arrebatos
del ensueño
cuando las palabras revelaban los signos
y el ímpetu sensible de los talentos
que poseerías venerada la claridad
del cielo!
Arrostras la soledad
en el reposo adverso del tiempo,
ahora nacáreo,
irreverente y sombrío,
mientras sellas los instantes
con los surcos que quebrantan la pasión
en nuestros cuerpos.
¡Qué labios osarán pronunciarte
en la intimidad del sepulcro pétreo,
incrustando así obstinada en tu guadaña
los profanados ecos del silencio!
La armonía maceras voluptuosa,
que naciente en el placer esmerilado
tórnase inicua y dolosa
por la vida que se entrega.
¡En esa vacante nada
no aparecerá la joven Eva
ni la poma serpenteada,
en la que si quiera ceder,
junto al albedrío, la dentellada
del saber secreto!
© FreeWolf
La ciudad

no sólo pones aprecio en las personas...
El lugar en el que naces,
en el que creces,
en el que vives
va formando parte de ti:
las calles,
las piedras,
los jardines,
cada rincón visitado,
cada huella reconocida,
cada nueva apariencia...
Y formas parte de sus paseos,
de su sol,
de su despertar...
Y en toda gota de lluvia
pones la lágrima de tu tiempo;
en toda iglesia,
medallón,
o escalera
el recuerdo de una promesa.
Y a ella te arrimas
como al cuerpo de la amada,
como pitanza a tu alma
de edén eterno...
Porque sabes
que en algún momento
la savia de mis huesos,
al igual que tus labios
en mudas miradas
retozarán entre sus auras.
© FreeWolf
Anorexia

Perdida tras el espejo
deambula triste la figura
entre las sudorosas lágrimas
de un vómito y los dedos
que la llagan.
El espectro fue sesgado de su alma
y de la tierra madre que pisaba
por la hoz ácida del miedo
de no ser quien ya no era…
El carmesí de la mirada
son esas pequeñas rayas
que cada vez más la acercan al infierno
de la nada y las manos,
esas manos que quieren ampararla,
y que son cortadas de cuajo
en el dolor de una cama
que es postración
y silencio.
Suicidio a la carta…
© FreeWolf
Ruidos

© FreeWolf
Metempsicosis

Iniciales diáfanas son de nuestro anonimato
las gráciles estrías en el aliento de cada bitácora,
revoltijo versátil de inquietas tramas.
Una peculiar fragancia en cada estela
armoniza sigilosa las palabras.
Y en cada transición,
una sola palabra en la fragua del pensamiento
delata, amiga, la escondida ruta tornasolada.
En el alma la mutación
se anuncia tras la mirada…
FreeWolf
Desgránanse los días en la silvestre sazón solsticial...

La noche da principio al sol de la vida
entre los ocasos de la conciencia
y las ocres viñas de la vigilia...
31 de Diciembre,
día de los que consuma ciclo,
de retorno entre calendario y vida,
de páginas nuevas
que aguardan al inexorable molinete
del viento que aprovisiona de vida
y dolor que factura muerte...
Con cada nuevo pensamiento brota
la semilla del cambalache;
con cada hoja del calendario,
la posibilidad de un encuentro,
de una caricia inesperada,
la embriaguez de la mortalidad...
Sabed que en cada uno de ellos
alcanzamos aquella entidad
que halla en nosotros cobijo.
Hoy contigo
y por ti
descorcharé mi mejor humor
para afianzar el ciclo del pasado,
que las cicatrices que con nosotros nacen
y crecen
hallen la posibilidad de una deleitable memoria
en un encaje expectante de hilos,
sentimientos y esperanzas.
Y en cada noche como la de hoy
un torrente salvaje de energía
sea la apasionada aura que gobierne el timón
de las auroras y crepúsculos,
de las aletadas y huellas
que quiebran los caminos de la rutina
y nos impulse a nuevos rumbos y prestezas...
FreeWolf
PD: Desbórdese felicidad
en cada uva desgranada
entre cielo de paladar
y sonrisa
En tertulia

funden las miradas,
animan las sonrisas,
y nos mecen los ritmos
y las letras
entre taza y copa,
entre ideas y baza.
Son momentos de etérea emoción,
de apacibilidad palpable ...
De permitir vagar a los pensamientos
entre la bruma de la sala y su propia libertad.
Esa ligera inconsciencia,
ese sentirse uno,
unido...
FreeWolf
Dualidad.
Otra parte es lo que soy, con lo que accedo a sentir, pensar, relacionarme... Es mi parte creativa, incontrolable, abierta a lo desconocido, que aparece y no tengo suficientemente claro si desaparece...
Vivo forjando camino, labrando en mí y en los que están a mi lado esas reseñas que serán mis huellas, y no sé de qué o para qué servirán.
Por ahora sé que pienso, siento y hago; que soy parte de un todo que desconozco lo que abarca; que cada día me desarrollo y me extingo; que quiero a los que tengo a mi alrededor mas me resulta difícil despojarme del yo; que me escondo y me muestro; que soy mortal y busco la inmortalidad...
FreeWolf
The film.

de la soledad en muchedumbre.
Bajo la cámara hormiguean afanosas
las entrecruzadas uñas del desespero
y resbalan en los escorzos
las pitañas de las mímicas.
Mundo gira al revés.
Danzan malditas las canastas
engarzadas a la noria de las prisas.
La bruma trae irreconocible
los semblantes amigos.
Como siempre,
al final,
el decorado queda vacío...
FreeWolf
Momentos de ineludible asueto.
anhelando de la glauca corriente el solaz respiro.
Aprecié de su céfiro el frescor,
de la reflexión el transcurso,
de unos libros las mañas...
Y ahora, en la evocación de ese tiempo,
vaga por mi mente el susurro de sus ecos,
el tiento de sus fulgores,
la caricia de sus aguas...
Con el retorno en mi equipaje adquieren carácter
inquietudes vigorizadas,
afinadas realidades,
infinidad de inexplorados propósitos...
Ineluctable ha sido ausentarme para ofrecer a mi vida
urdimbre de la familia en el descanso,
en el recuerdo de lo advenido ubicar el beneficio,
irradiar la simiente del futuro que quiero...
FreeWolf
El pasado...
Es un mundo interior
que gira sobre sí mismo
y disfruta de sus rotaciones y traslaciones.
Recordar es traer al alma
el aroma de la seguridad,
el roce de la calidez,
la sonrisa de la paz.
Los recuerdos viven
entre los paseos violáceos,
entre las gratas conversaciones,
entre las marcadas páginas de unos libros.
Vuelan con la libertad de los años
y el beneplácito de las rugosidades.
Y acaso,
en esos momentos en que los párpados
vencen a la vigilia,
salten de alegría al volver a nosotros...
FreeWolf
Cambios.
Ayer blancas aves revoloteaban gozosas a la ribera del río, aleteando sonidos, mostrándose.
Los días de sol, cálidos y agradables, iluminan el interior de la casa, avivando colores, alegrando estancias.
Los árboles retoman verdores, suavemente mecidas sus hojas inician con Vivaldi su Primavera.
Los arcenes de la carretera se visten de amarillo jaramago... los chotillos mamando...
Chimeneas sin humo, gentes de manga corta, coches con ventanillas abiertas.
Variopintos grupos animan arriba y abajo sus cañas.
Los atardeceres desde la ventana son siluetas aladas yendo y viniendo en la inmensidad.
Qué bonita estás Ciudad amarilleando tus piedras en etéreo azul.
Tus barcas han vuelto.
FreeWolf
El baño.
Reclama sus rayos la mañana, como las palomas el baño.
Empezar la jornada límpido, sosegado, plácido en el pensamiento y atento al disfrute del día.
Siendo consciente de cómo los hilillos de la existencia atraen mis sentidos y antes de dejarlos libres por entre los huecos de mis manos apuro su savia húmeda, su inmutable fuerza, su nutriente empuje... registrando en sus chorros el correr de la vida.
FreeWolf
Efebo.
en aquellas para las que una delicada mirada
es la invitación al enigmático mundo
que todos acogemos de lo infinito.
Es la imperfectible esencia humana de la necesidad del amor,
y, en más de una ocasión, el hierro ardiente que asimos
para salvaguardar nuestra existencia.
En algunos recuerdos tengo presente
a esa muchacha
a la que en los tiempos del deleite,
al icor de mis tormentos confería fortaleza
en atrevidos brotes rosáceos de eternidad.
FreeWolf
Inmortalidad (I)
Los ojos abiertos no son indicio de realidad, pues los mejores sueños, esos que no se olvidan y forman parte de nosotros son los que podemos recordar por sus tonos y matices.
La mortalidad está tan pegada a nuestra piel que es difícil renunciar a ella; sí ya sé que tú sólo has renunciado a la eternidad, a la inmortalidad (por breve espacio...)... pero quizá nos sorprenda descubrir lo cerca que podemos estar de la idea imperecedera...
FreeWolf
Dolor en los ojos.
en enérgicas incursiones; el mundo aparenta ser color del pincel
que apunta con ametralladoras.
La dignidad me seca las lágrimas del miedo
y me aprieta el puño de la rabia.
La sangre derramada es una forma de lenta muerte de la esencia humana.
Los árboles inmortales agitan la roja savia del tormento,
tiñendo de sufrido ardor la inconsciente mañana
que inquebrantable nace en las muertes del ayer.
Turbulentos dedos tararean imploradas trovas blancas de amor y paz...
FreeWolf
Actuar frente a los demás.

En cada opción que tomo voy concretando lo que soy, y dejando en paradigma lo que podría haber sido.
Que de ello hablemos o no hablemos, no va a cambiar un ápice lo que ya ha pasado, lo que he sentido, ni lo que haya pensado.
Quien trabaja para sí, es el que recolecta, a golpe de garabato, el tesoro de sí mismo.
Soy múltiple y único.
Cada reflejo que de afuera me llega, pone matiz al espectro de mi esencia, de mi existencia.
Es la forma de retocarme día a día, paso a paso.
Y una manera importante y necesaria de reconocimiento propio y ajeno.
Autoestima y Amistad marchan juntas de la mano.
Mas, ante todo, sólo desde la propia y auténtica pertenencia puedo mostrarme como soy... juguetear con los convencionalismos o no, permitiendo a lo cotidiano arrastrar sus propios sentimientos entre los brazos de la coherencia y la complejidad.
Como ser humano soy variable, evolutivo, polifacético... y estoy capacitado para el equívoco; muerdo el polvo y beso los laureles.
... y hago camino al andar...
FreeWolf