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Rastro de FreeWolf

Dentelladas

Semilla arbórea

  

Arrugas, arrugas por la piel de los campos
surcos de compromiso y consejo con la tierra
la piel crece con la intensidad de los pensamientos
mientras separa el peine las espigas granadas del viento
a la orilla espumea el agua las arrugas de las olas
y juegan, incólumes las sirenas, al escondite inglés
con el rumor desacostumbrado de las caracolas.
  
Nervaduras llegan mansas a la cálida arena
los pies pierden las escamas de la noche
una niña deja su nombre inscrito con el vacío
de la lacerada bayoneta recreada en las dunas
la eternidad es una ola dispersando los humanos
esfuerzos por dilatarnos en el espacio inextinguibles...
  
Las ramas profundizan en el aire denodados arrojos
se enredan entre las nubes las hojas ya leídas
de los escritos ancestros y las palabras que abrieron
las puertas del inframundo se enraízan en los ideales
de la protuberante bellota yaciente en el suelo,
en el suelo se yace antes de engendrar la vida.
  
©  José Luis

Otro amanecer

  

Con la sonrisa de un arco se rasga el cielo
irisado entre los estertores de la noche,
los ojos fijamente abiertos en la oscuridad
reblandecen toronja las líneas de mis manos
y un suspiro cae desde la ventana abierta
donde el amanecer curiosamente se asoma.
  
Se desperezan mis brazos con los latidos
aún dormidos de los sueños y las paredes
reconcentran el hálito tácito de las sombras,
por el suelo los pensamientos van dando botes
huyendo de la repisa imprevisible del silencio,
amenaza el caos lluvia… reparo mi rostro entre las nubes.
  
Mis pies aterrizan en la alfombra del salón
donde dejaron la quietud sin lienzo de los rayos
donde cobijar los roces gratos de la aurora
con la placidez de una bocanada de domingo,
ya sabes que los paseos entre aquellos bosques
son para mí el retorno de los nibelungos…
  
Una palabra no llega a salir de mi boca,
los sentidos embotados en el aire se extasían
con las resplandecientes tonalidades del invierno
otro amanecer me sobreviene con la cámara
que entre las manos con placidez retiene
ensimismado los aleluyas del firmamento.
  
©  José Luis

Aguas turbias

  

Detén el curso de tus aguas,
río tumultuoso y ocre,
la corriente en los árboles se sumerge
en la parda urdimbre de ramas
donde anadean las ondas
con las sombras de los patos
y el cielo no llega a reflejar en su azul
el abuhardillado de las estrellas.
  
Impregna inquieta la humedad del aire
las gotas que resbalan por mi cara,
la condensación poco a poco se escurre
por el corazón de una ciega catarata,
mis latidos serpentean por el cauce
de las singulares dudas y quimeras
¡tan turbia es la mirada a veces
que en ello se expone la vida!
  
Quisiera como los árboles la quietud
la garantía de estar asentado
sobre la cúpula de los acontecimientos
con las raíces fuertemente comprometidas
con la ingente humanidad de los ríos
de personas y gentes que sonríen
la creciente sonrisa de la carestía.
  
©  José Luis

Deshorizonte

  

La profundidad histérica de la vida
amamanta la soledad,
el cielo no es tan distinto de la tierra
ni siquiera de lo que llamaron infierno,
¿tan difícil es dar vida a la vida…?
  
Distingo yermo el caudal del horizonte
asemeja la indefensión de las montañas,
nadar bajo la superficie del miedo
es impropio del hombre.
  
Advierto una bandada de pájaros,
el aleteo es constante,
tan constante como el pensamiento
en la inconsciencia de un hombre.
  
Percibo un barco
allá
en la distancia
donde el mar es aislamiento
y libertad
y muerte…
 
La ingravidez del aire
se hace oscuridad en las nubes
y el agua
con los matices del azogue
baña mis tobillos en la playa...
junto a la soledad de las rocas...
     
©  José Luis

¿Feliz Navidad?

     

Unos pasos atraviesan la noche
allá donde el agua refleja la tristeza
que absorben de las nubes las farolas,
no hace frío en la humedad palpitante;
la oscuridad, rauda entre las calles,
asciende los canales de las casas,
pequeñas claridades ámbares se escapan
entre los cristales de las ausencias
y los huecos de los sofás vacíos.
  
Parpadea en las paredes Feliz la Navidad,
guiñan los recuerdos a la infancia curtida
y penden los arreboles de los sueños
en las aceitunadas ramas del árbol,
presente en la luminaria de los salones
un soportal arcano cobija la esperanza,
el verbo conjugó su carne en la dimensión
más condesciende del mundo, la del tránsito…
  
Las letras de los villancicos se pierden
entre los acordes de la lejanía…
Feliz Navidad señalan las palabras
y mañana... mañana será otro día.
  
©  José Luis

Llegar a los huesos

  
La vida surge
la muerte surte
el abandono del cuerpo
obliga,
¿a qué?,
¿a cuidarlo?,
¿a comprender dónde
asimilamos el alma?
  
Una calavera
dos huesos cruzados
un barco pirata
lucha
palestra
petición de algo.
  
Cada mañana
los ojos
tramitan el nuevo mundo,
nada como revolver la vista
y encontrar otros sentidos.
  

¿Miedo a la vida?
¿Miedo a la muerte?
¿O
acaso
estamos sólo
en el camino?
  
¡Qué bueno sería
llegar a los huesos
y seguir con vida…!
   
©  José Luis

De un rayo de sol un arbotante de aliento

  

Son las seis de la mañana
el sendero está oscuro,
mis pasos siguen la ruta
de blancas de piedras y tierra,
de vez en cuando miro las estrellas
y la claridad de la luna menguante,
maquinales los pies avanzan
entre los flancos de maleza,
un olor húmedo se desprende
del frescor de la noche,
mis pensamientos están
al final de la ruta
con el cansancio de las piernas
y la satisfacción del esfuerzo.
  
El día en su transitar
gris descorre la mantilla de nubes,
el cielo padece la incertidumbre
de las horas previas
cuando el tiempo se aloja en el abdomen
y los pálpitos retraen del reloj
los granos de arena
en los dorados campos del camino.
  
A lo lejos
una arcada me sonríe,
una tenue irisación de rayos
se escabulle del plomizo horizonte,
las gotas me golpean y resbalan
mientras recobro el aliento
tomo del sol las franjas de la lejanía
donde sé que en breve
lucirá mi descanso…
  
©  José Luis

Atardecer o amanecer

  

A veces

no es tan distinto

el atardecer

del amanecer.

  

Me gusta contemplar

las tonalidades

que arrebatan al cielo

cuando el sol

agazapado en el horizonte

evoluciona.

  

Atardecer y amanecer

hermosos

aconteceres del día,

vaporosas ensoñaciones

para los ojos,

para las raíces del alma.

  

Contemplar

los vaporosos púrpuras,

los encendidos toronja,

los voluptuosos ámbar,

la candidez azur…

son la mejor medicina

para el cuerpo

que precisa quietud.

  

©  José Luis

No pain, no glory

  

He transitado por los caminos
junto a la visión del horizonte
con los rojos surcos de mis pies
en cada paso que la ruta marca.
  
En mi cara el aire he sentido
y penetrable de la tierra el aroma
he respirado del despertar denso
de la tierra cuando no hay nadie.
  
Casas, campos, trigales a la espera
del ocaso indestructible y púrpura
de esa iglesia que su cúpula levanta
en la silenciosa plegaria de la tarde.
  
Sin sufrimiento no hay gloria,
sin el empeño diario por vencer
los fantasmas de la no existencia
se vencerían las palabras en el abismo.
  
No hay senda que no tenga en su estela
la sangre bermellón de la alborada,
caminante de sueños y soledades,
de nuevo no sabes dónde descubrirás
el renacer...
  
©  José Luis

Sombra con patines

  

Cae el sol con los rayos de la tarde
y el calor busca en las florestas la sombra,
los parques acopian el frescor del gentío
a la sombra que con lentitud se agita
en la celeridad de la tierra con los patines
mientras desfila el agua entre las balsas
humedecidas de orquestada música de remos.
  
Los niños se separan entrañables de las manos
y buscan en la arena la creación de las cosas,
el deambular de sus juegos entretiene la vista
alrededor de los recuerdos y de una mariposa,
ceden las nubes al transitar de las tinieblas
el azur del cielo donde los alados despistan
su quehacer con los embrujos de los diablillos.
  
Un muchacho se desliza junto a la silueta
de los contenedores de amarillo esculpidos
y las hojas mantienen en el vaivén el aire
entre los resquicios inundados de tambores
con el efluvio desprendido de algún incienso
mientras se despide el paseo de los caminantes…
  
© José Luis

Desprotegida el alma

  

La muerte,
esa sensación de incomprendida pérdida,
traba a la invariabilidad del tiempo
el desgaje del alma.
  
Alardea la sombra de la guadaña
del infausto paso de la argolla del olvido
por los persistentes pensamientos de un día
y ríe, se desatornilla en la concavidad de las horas,
en la más absoluta soledad,
llamador de un quebranto mensajero.
  
Arrostran las mañanas su peso,
como peso que se aleja y retorna,
con la ritual curvatura de la aldaba,
sobreviene del sonido el pálpito
y un fugitivo parpadeo de los ojos.
  
La no presencia
es un arma que desarma
el retorno a la existencia.
  
© José Luis

Película de por la noche

  

Hay veces que los horrores de las pantallas
se estrellan en el salón apaciguado de la noche
con los grumos deshilachados que de sangre estallan
la impetuosa cornisa de la cordura y la decencia.
  
Se mueven las sombras por las paredes,
sisea la música alucinaciones macabras
donde la verdad de las mentiras se ovala
en la sofocada elipse del diván de los desvelos.
  
Pareciera que unos libros sobrevolaran el techo
con las lúcidas alas de los signos de la esperanza,
toda cruzada se sujeta en las bridas de la paciencia
aunque corran a lomo de las revoluciones las horas.
  
Traban las páginas la retina en mi mente
donde los sueños desmigajan tersas las palabras
como una refrescante y salvífica corriente
que recorre soterrada la campiña de la sospecha.
  
Desde el obscurecido cordel de los relámpagos
manan colores y artificios, desde lo más hondo
de la inconsciencia cabalgan legiones de voces,
huidizos se configuran los espectros de la locura.
  
© José Luis

Una caja de cartón usada

  

Tubos de óleo en la mesa,
manchas precisadas de color
enturbian de imágenes la tela
en la onírica retina de los sueños.
  
Las distintivas figuras,
que no son lo que parecen,
se tornan en versátiles
cartulinas de test y de miradas.
  
Los pensamientos se construyen
con retazos volubles de inconsciencia
donde afloró alguna vez la locura
en pétalos de humanidad y aquiescencia.
  
Balbucea la noche por las calles
paradójica la especulación
de los vástagos de Eva,
el original sentido de la vida.
  
De lejos vienen ya las dudas
y los deseos universales de supervivencia,
mas parece que quizá sea la experiencia
esa caja de cartón que usada
da nueva significación a la existencia.
  
© José Luis

Cautividad

  

Los ojos

tras la oscuridad del día

arrojan a los barrotes

la libertad ausente

donde es verde

el campo de la dicha

y el tiempo que fuera

un retozo del horizonte...

  

©  José Luis

Tus amapolas

  

La rojez de tus mejillas
en la orilla de los sueños
se espeja en la amapola
surgida de la tierra.
  
Suena el aire
y la mañana se despereza
con la música de tu nombre
que retumba en mis recuerdos
de un día caluroso de junio
en el Guggenheim de los tiempos.
  
La araña poseyó las voces
matizadas del encuentro,
se hilvanan las figuras a sus patas
asidas con firmeza por el niño
que te mira y abraza,
alguna vez entronado,
desde la madurez de su alma.
  
Siempre serán mis amapolas
brazos de esperanza,
ojo de fuego
en la inmensidad
de una mirada…
  
©  José Luis

Al pie de página

Los pasos en la calle
te llevan por las letras del libro
absorto
mientras las casas
inscriben en sus muros
el palpitar de tus pensamientos.
  
No te sorprendas
cuando encuentres un yo olvidado
en los rezumares del horizonte
y no reconozcas los sonidos
de tus propias abstracciones.
  
No será la locura
el temblar de mis manos
cuando llegue el anochecer duradero
pues entonces escucharé
el bramar de las paredes al viento
y sentiré tus labios en el suave roce
del pasar
de las páginas de nuestra vida…
  
©  José Luis

Uvetrecelíptico

Bordes afantasmados y pálidos
son el final de un reflejo
que tiene cercenado su fin
justo desde el principio.
  
Nace la vida
del vientre deshilachado
del presuroso huevo erguido
con todos los temores de la muerte
y los arreboles del olvido
para vivir la plenitud
de ese tiempo gratuito.
  
El dedo de la silueta recorre
el desgaste del tiempo
y los pies que abrieron camino
camino dejan a un lado,
sobrevienen los recuerdos
y los bastones de azúcar colgados.
  
El piano truca las teclas
la música vierte al aire
los compases de un adiós
o de un te quiero largo,
improvisado y funámbulo,
como la vida misma…
  
© José Luis

En Marzo también hay domingos

Una mesa es el lugar del ordenador,
el lugar donde se apoyan mis brazos
y manejan las manos esas teclas
que conducen mis pensamientos.
  
No sé por qué es domingo;
bueno sí, es el día que sigue al sábado
y antecede al lunes,
quizá fuera éste el día de descanso
creador.
  
Hoy los caminos no sienten mis pasos,
las botas siguen en el zapatero
mas mis ojos siguen viendo flores
y árboles y yerbas blancas.
  
Dispongo la consola y el revoltijo de papeles
en una secuencia de útiles e inútiles,
todo llega a acumularse si no se le dedica
una atención primaria, desmonto
aquello que se resiste a ser limpiado.
  
Sí, es domingo, y la casa se llena de mi presencia,
y de ella
y de orden…
parece que las tuercas van dando
esa vuelta de ajuste
necesaria
para que la vida vuelva
a ser tomada.
  
© José Luis

Vestimenta interrupta

La verja aprieta entre sus hierros
las manos de una niña en el vacío
de su mirada hacia la tarde
donde el sol interpreta con sus sombras
el compás de las horas y los días
transcurren en un solo vistazo
desde los recuerdos más antiguos
hasta el suspiro último.
  
Son estos días de carnaval
una respuesta a la inmediatez de la vida,
a inventar una nueva circunstancia
para embargar aquello que nos aleja
de nosotros mismos.
  
Sabemos que el hábito no hace
lo que ha de hacer el monje
pero también una presencia
dice mucho de quien está delante.
  
Llega desde el atardecer la noche
en la capacidad creadora de los sueños,
y la vida volverá a pasar delante de la verja
a la espera de aquella niña que un martes
se sorprendió vestida de rojo
en la pupila desconocida
de este transeúnte…
  
© José Luis

Objeto de aseo

El escaparate no deja pasar mis manos
una indivisible invisibilidad me separa
de aquello que me muestra para ser usado,
así es la publicidad de las cosas, conflictiva
y afectada, originaria de la necesidad
no necesitada, a la vez que provocadora.
  
Resistirse a ser parte del engranaje,
la rueda que choque contra la avalancha
de sentidos innecesarios, de rutinas añadidas
a la propia rutina de los días, le sucede
la interpretación de las horas en el absurdo
de una colonia aturdida entre las luces
o las pupilas de un cartel irremediable.
  
Las sombras se perpetúan en los ojos,
someten la gravedad de los instantes,
un autobús de anuncios intimista
incorporados en el inconsciente urbano
de un asiento o un bebedizo tenebroso
sin poderse lavar en la palangana del deseo.
  
© José Luis