Se muestran los artículos pertenecientes al tema Estelas.
Rumbo a la noche final de marzo

Rumbo a la noche final de marzo
me incita la necesidad de escribir
de poner lo que me brote en letras
porque se extinguen las jornadas
y pareciera
que la vida se escurre entre los ciclos
y las horas desocupadas.
Quisiera sobrevolar la órbita terrestre
ver los juegos de luces de las ciudades,
el fluir de otras vidas tras los cristales,
cómo necesariamente pasean a los perros
o el deambular de quien no sabe su destino.
La noche acelera el ritmo del espíritu
es el momento del día de evadirse,
de discurrir entre los motivos de un sueño
y de la innegable no permanencia de la realidad,
que en algún momento nos tornará lejanos.
Al final, como al principio, una mano
distinta a la mano que nos trajo
acariciará nuestras sienes con amor
y en su corazón agolpados los latidos
le revelarán una parte de la esencia:
piezas somos de un incesante devenir.
© José Luis
Feliz Nochevieja y próspero año 2022

Al igual que la Naturaleza,
la esperanza se renueva en cada anochecer,
se mantiene viva en todo amanecer
y se recupera con el descanso invernal.
Mis mejores deseos
vuelen como prietas semillas
entre los días y las noches
añadiendo a cada corazón y espíritu
ese halo de libertad y ternura
que todos necesitamos.
FELIZ 2022
Una palabra es el pensamiento

Una palabra es el pensamiento
que renueva la noche en vela;
en el silencio de la noche
el negro lienzo del techo
dejará calmoso al descubierto
la claridad de un nuevo
y desbordante día.
Las imprecisiones del tiempo
alterarán los recuerdos
que no desean ser estancados,
los ojos aprueban el amanecer
que eclosiona tras los libros,
donde la tinta formaba imperfectas
las siluetas que las voces ocultas
acercaban estruendosas a los oídos.
No es necesaria la impetuosa niebla
para perder en las sinuosidades la confusión
de la noción de amor, ni la sensación de cierto abandono,
ya están las ausencias para llenar ese hueco.
Me pertenecen innumerables recuerdos,
míos los siento en cada evocación, y
sé que solo yo los mantengo,
siendo quizá mi compañía más fiel.
En cada pliegue de sol palpita la vida,
me anima esta insistencia
que desagravia en ligeras recompensas
debilidades y arrugas, contrariedades y angustias
que acompañan al transitar del momento.
Me atrae poderosamente la montaña,
esa fuerza abrupta y exigente
que me reconoce en los pasos
en las informes remontadas
en las enérgicas inspiraciones
y que me permite bajadas
más allá de los hundimientos.
Quisiera dejar en la palabra
la renovación del pensamiento…
© José Luis
Domingo 28 de febrero

Quisiera la sonrisa de bebé,
como apoyo de almohada,
levantarme con el arrullo
de estrellas radiantes,
saber desentrañar de la vida
la condición de sus horas
y beber a sorbos la noche…
que el amanecer me desvanezca.
Esta habitación vacía…
que podría ser soledad…
a veces es mejor compañía.
Me duele la vida…
el paso incesante de sus aguas
por mis trasteadas sienes,
siento las espirales sinuosas del pasado
palpitando fuertemente en el pecho
arrancándome en tiras el futuro…
nadie la pudo detener en sí
más que en la memoria de los otros.
Ensayo posponer los temores
en los entresijos de un enigma
pero a los gritos no se les puede disimular
como no se puede amordazar…
al tiempo.
© José Luis
El decir de la aceituna

Levanta la mañana inquietada niebla
en el caminar errabundo de mis pasos
y macera en las partículas que aferradas
permanecen en las hojas y la hierba.
Abriéndose paso va la luz entre azures
infinitos de cielo, mientras la tierra humedecida
cede a la gravedad de las huellas, entretejiendo
con difuso hilo lo desconocido y la hermosura.
Saboreo la plenitud del aromoso aire
silbante entre las ramas y los huecos
agrestes que se han llenado de verdor
al despertar matinal de los montes.
El añoso campo se ha cargado de olivos
la palidez de sus ramas no oculta su fruto
ingenua una lágrima resbala por la oliva
y sujeta pendiendo al revés mi silueta.
Me turba el decir callado de la aceituna
revelarme en un liado escenario espejado
entre la irrealidad y la sutil réplica
ojo de un ojo que atento me observa.
© José Luis
Otro 31 de diciembre

365 días
un año en horas, minutos y segundos
en recuerdos, buenos momentos y otros no tanto
despedir lo que ya no es presente
siempre fue muy humano
dejar que las telarañas del tiempo
ocupen los espacios de la memoria
convertir en futuro
aquello que nos atrae y que no tenemos
¿esperanzas?...
La realidad es una fracción de cerebro
resuelta a a pervivir
es una sensación atrapada en un cuenco
entre pautas de circuntancias
¡cómo nos apresuramos a no dejar pasar lo irretenible!
¿Dejar marchar el tiempo es marchitarse?
¿Dónde se irán los recuerdos
una vez que ya no seamos?
Nacer, vivir, gozar, sufrir...
una vida es
mientras el corazón late
y la mente no enmudezca.
A veces sea mejor no acaparar
comenzar de nuevo
dar oportunidades a lo que desconocemos
soltar el lastre
vivir
tan solo eso
porque con cada 31 de diciembre
arrancamos una página del tiempo
quién sabe si es de esas que nos liberan o embargan
dicen que dependemos de nuestras elecciones
… entonces será fácil.
Para mí es una alegría cumplir treinta y unos de diciembre
amo la vida y lo que en ella se sostiene
abrir las páginas de un nuevo año
e ir depositando sensaciones, elecciones,
fracciones de cuenco en pompa y circunstancia
sé que me voy haciendo mayor
de esos que ya son abuelos
y me resisto a dejar los recuerdos
a pensar en la nada
a extrañar mi cuerpo
a tantas situaciones que me asustan
… vivir es lo que aprecio.
Hoy, último día del 2019,
siento la alegría de vivir
y por eso me propongo
disfrutar de cada momento.
Así que, bienvenido 2020
con todos tus días, horas, minutos y segundos
donde poder expandir
la parte de ser vivo que mis padres me ofrecieron.
© José Luis
Hoy treinta y uno

¿Qué camino no conduce a algún final?
¿Sobre uno mismo...
cuántas vueltas no se habrán dado?
Cabalgando sobre el tiempo
los lomos de la audacia se encabritan
y saltan los plomos del abismo...
Todo está más cerca
cuanto más te alejas.
La ilusión trepa por el dorso
de un lobo que acorta escarlata
la actualidad de los embustes
perturbando el aroma del presente
en un sueño sin final,
en un principio sin meta ni evasiva.
Me interroga una esperanza
que no tiene respuesta
y mis dientes
que sujetaban mi mortalidad
la dejan escapar con una baliza
de caminos y revueltas
jamás
desentrañados por nadie.
El cielo no se sujeta con un silencio
ni con una palabra se negocia
el éxodo del sol,
porque unos planetas no se quejen
el azar no puede comprometer
la atracción de las gaviotas
en su ansia de libertad,
ni enredarse
una balada de amor
perdida
entre los atardeceres del otoño
al abrigo
de una mesa camilla.
La alegría me envuelve
en sedas espaciosas y aromáticas
mientras mi cabeza se inclina en vueltas
aparentando descifrar del laberinto
su nacimiento.
Final del día...
sombras se ciernen sobre la ventana
que la luz refleja
mis palabras en la pantalla encabritada,
¿te acuerdas de mí?
Desaparecen las teclas...
© José Luis
El mirar

Mirar a lo lejos,
perder la mirada,
ausentarse,
dejar de ser,
ensimismarse.
Con el pasar de los años
el silencio se ha ido argumentando,
dejando tras de sí
aquello que siempre ha sido
y que, a veces, olvidamos:
somos el momento...
que se alimenta de eternidad.
Por eso
miramos a lo lejos,
perdemos la mirada,
nos ausentamos,
dejamos de ser
cuando nos encontramos
y se nos hace consciencia.
Con el pasar de los años
acallo la calma
y me argumento
y quisiera creerme infinito
y no dejar lo que tengo.
© José Luis
Nochevieja 2015

Tiempo que termina en unas horas
la vida
cada año repite su propio nacimiento
nosotros también nacemos
en un final con champán y uvas
caminamos dentro de lo que vivimos
con compañía y aliento
una noche antecede a la claridad
y a la propia noche
¿estarás aquí conmigo?
Es la pregunta
lo que inicia el amanecer
o la respuesta la que lo silencia.
Parece que las yemas de los dedos
conocieran esa línea incierta
el invierno navega entre mis brazos
y el grumete asciende al pensamiento.
FELIZ 2016.
© José Luis
La niebla, ¿qué esconde?

Han bajado las nubes a ocupar la mañana
fría entre la heredad de las memorias verdes,
rodea un espacio latiente las entrañas
azuladas del domingo tras la verja
que fuera demarcación incondicional del invierno.
He escondido en el corazón la razón de la obediencia,
permanecen los sentidos blancos y frescos en la vereda
donde el apuro de las horas refulge la inquietud del alma
donde tras el bálsamo penetrante de los océanos
aguarda incomprensiblemente estrenada la confusión.
¿Qué esconde la niebla entre sus impenetrables lazos?
¿Qué abruma la soledad entre los cañaverales imprudentes
agazapando de los ojos el anhelo perdurable, el deseo
más allá de la sonrisa imperceptible de un niño o de las edades?
¿Qué tiembla que consume entre mis extravagancias el dolor?
¿Qué, entre los claros del día, me inventa el azur en la fijeza?
De nuevo los pasos en la neblina me envuelven
el camino, sin clemencia ni cortesía, el final me esconde
de nuevo será la necesidad la carga de mis pensamientos
y mientras esperaré, de la humana condición es la espera,
un nuevo claro donde guarecer mis miedos.
© José Luis
El frío que hiela

La tierra bajo los pies
tiembla
la mañana vuelve la noche blanca
y el campo en la soledad que rezuma
embellece el mirar de los ojos.
Se ha postrado el horizonte
junto al amanecer se abre el camino
las nubes el azur apenas distinguen
de los charcos, reflejos enramados
en la superficie cristalina, desordenan
los labios de cristal en el cuerpo de Gea.
Han helado en el alba las hojas
aun retengo en mis labios el sabor zarzamora
los días fueron de juventud en tu rostro
todavía el amor alienta las manos;
han limando las espinas sus aceros
en nuestras sonrisas.
Late el frío,
atenaza la muerte
carmesí la mirada,
teje pupilas el aire de bronce
y blande en sobresalto los miedos,
en el paraíso... la lluvia escampa.
© José Luis
De uno a otro

A mi alrededor todo cambia
en la lozanía de las miradas,
el vértigo del tiempo se expresa,
en mis manos, las arrugas crecen
la imprecisión crepuscular, se apoderan
de la infinitud de la tarde
los ojos que se alejan...
amanece,
una sensación incomoda el momento
y la nada cede la certeza,
el origen bambolea el final del camino.
Who wants to live for ever,
quién no desea atravesar en los siglos
inabarcables el corazón,
la pétrea solidez de los ámbitos,
el cortejar impúdico en la desnudez
que todo nacimiento representa,
nacimiento a la duda, a la verdad,
a la revocada desvergüenza
de una sierpe, de un huerto, de un fruto…
De uno a otro
pasa el rasguño en la piel,
el escalofrío de la imprudencia
que somete la heredad a la amenaza,
que atraviesa las puertas no cubiertas
con el estremecimiento del amor;
quizá la noche sea el destino,
quizá el miedo se adormezca
llegado el tiempo
y lo que ahora me parece fiero,
solo, de mí obtenga un abrazo.
© José Luis
Solas en inmensidad

Solas
en inmensidad arena y agua
corretean, dos jalones rojos
circunvalan el designio de las huellas
en la humedad tenue y cálida.
Al fondo el mar espolea con sus olas
la orilla, primordial inocencia de un domingo,
el momento del abandono en el fluvial paseo
o en el itinerario de toda una experiencia.
Vaporosos se desprenden los rezos
desde la iglesia, llegan silenciosos los cantos
de la niñez en el escabel de la añoranza,
el contrato de los años florece sin tregua.
Nítido el cielo en la pupila, azul se muestra
el lienzo de las nubes, miro distraído la pureza
en las sienes la vida late, en los pensamientos
la salitre pespunta en mi piel inmaculadas filigranas.
© José Luis
Manos tentadoras

Una ciudad, con sus gentes y sus calles,
de personalidad nebulosamente propia,
envuelta, equívoca, en su aroma mercantil,
cincelada en las puertas efímeras y anudadas
al impertinente pasado que no calla.
Perdidas arrastran mis manos las traviesas,
acallan el presente en unas manzanas,
ya no quedan higos en la rama del pecado,
ni cielos vacíos con sus inoportunos cantos,
solo la noche salvaguarda mi estirpe,
aliada se me antoja esta oscuridad de ciegos.
Tras los crepúsculos de la mente sueño
con los recuerdos entrelazados un futuro
palpitante en el corazón sin sangre
ni muerte que marque el final acompasado
de carne y alma, con el tambor de la Suerte
espectral entre sus manos tentadoras.
© José Luis
La corriente del río

¿Quién
no ha visto el batiburrillo
de las nubes avanzando
en multiplicidad de tamaños y formas?
¿Quién
en la impiedad del agua
no ha ahorcajado un puente
con la botadura de un papel
embarcado en sus dobleces?
Abstraerse
en el misticismo de las nubes…
disolverse
en los vapores del agua…
nada alrededor nos retiene…
anteponemos la acrobacia de pájaro
el zigzagueo de pez en la lluvia
la planta de pie levitante
al pudor telúrico del ojo.
Es inevitable
perseguir la corriente de un río
en sus revueltas y serpenteos,
dejarse atrapar en el vuelo
del atardecer entre aladas,
dejarse embriagar por el aroma del sol
mientras se cae en el horizonte…
Es inevitable
fluir hasta la muerte
en ese barco de papel por el río Estigia,
es inevitable
dejar que el alma vuele y se eleve
más allá de las nubes,
por eso puede que nos atraigan tanto…
© José Luis
Hora de las luces farosféricas

Entre las tinieblas rilan las luces
suena el acordeón entre las manos
de playa y arena, el sonido expande
tornasolada la noche nubosa y de luna
el corazón caracolea con los rumores
mansos del agua.
Es la hora en la que el sol sirve la espalda
deslía exacto el planeta en los extremos
con las corrientes marinas y enigmáticas
se alinean las sombras tras las farolas
un espejado puzzle de edificios fascina
la tonalidad aérea del viento, una gaviota
despistada traspasa las marismas
de mis pupilas azuleadas.
Es la hora de las luces de la noche
la hora de soñar con los ojos
los secretos instantáneos del día
la incorporeidad del ocaso en tus labios
cuando los acerco a los míos
el temblor que subsiste en mis dedos
cuando tu piel en mis muslos se funde,
es la hora sí, la hora de las luces
de las farolas esféricas
la hora de creer en el amor
y ser enteramente correspondido…
© José Luis
Leer un escrito

Anochece,
momento de confidencias
tiempo para dejar que el alma vuele
turno para que salgan las letras
camino imperceptible del ojo.
Tomemos en la tranquilidad de las sombras
la cristalina redondez de las gafas,
el profundo mirador de los signos
allá mismo en sus entrañas.
¡Son tantas las palabras
que desgranan los sentimientos!
¡Tantos son los recovecos
que entretienen los albores del ánima!
Una palabra basta para demoler
los engranajes de la realidad,
una palabra basta para llegar
donde no alcanzan los sueños,
donde florecen los espejismos…
Leer un escrito
es interceptar la rueda
que la rutina provoca.
© José Luis
Demos un paseo
Unos pasos que a otros siguen...
Pataleo con versos

Las montañas marcan el límite del tiempo
no hay distancia suficiente de escabullirse,
el tiempo me convertirá en piedra
dejaré indeleble en la tierra las cenizas
de aquello que fueron nubes y versos.
Un triángulo encadena tres puntos
(el yo, un tú y lo que quiera aquello)
y cuatro más con los cardinales:
norte, donde miras cuando vas;
sur, el fervor de lo impensable;
este, sale resplandeciente el sol;
oeste, magnífica la muerte.
Una mano verde incesante trae
la estela de la esperanza,
dejemos que vuelen las palabras
que pataleen si quieren con los versos,
¿pues no son los poemas contradicciones,
juegos de pensamientos y letras…?
© José Luis
Cuando la noche la luna retiene ...

La oscuridad invade el camino
no atinan los ojos con las huellas
como no atinan con el instante
en que se origina un nombre.
Brilla la luna sin ruborizarle su brillo,
como puntual reloj brilla tras sus horas,
manecillas impenitentes y arbitrarias,
tal es el sino ansiado humanamente.
Admiro la perfección del cielo
el rutilar incesante de sus estrellas
no depender de la luz o la oscuridad
para ser, ser simplemente ensueño.
La lejanía se ahueca en la nada
en el vacío de las formas y los colores
perdura en el corazón y en la mirada,
la lejanía es un arma que lenta mata.
Cuando la noche la luna retiene
retiene su brillo anclado a tus ojos
retiene al alcance de mis manos la lejanía
cuando la luna a la noche tiene…
© José Luis
18 de abril de 2010 o de lluvia deslizante

La lluvia se desliza perezosamente
oscura nació la mañana del domingo
entre los cañaverales del Tormes henchido
resuena turbulenta la humedad entre los ojos
que tributan rumor al puente herrado
pocos los caminantes cruzan los charcos
espejos de un cielo profundo y azabache
los paraguas bambolean las manos combadas
con el acompasamiento marcial de los tacones
las gotas fluyen estremecidas por la primavera.
Por las laderas bajan los arroyos lamiendo
duras piedras en el deshecho de las hojas
se diría que están lavando los miles de años
con las jeroglíficas pisadas del hombre
hilos de espuma y agua conforman la fuente
manante de olvidos y ancestrales ecos bailando
con las harmoniosas corrientes de los tiempos
no interrumpe el sol su indivisible senda
por los espacios erráticos e inalcanzables
se escapa un pensamiento entre las nubes
una claridad levemente azul y esperanzada:
domingo es descanso de lo bien dispuesto.
© José Luis
Joya helada

Me gusta ese frescor de la mañana,
el aire arde en la piel y las manos
tiemblan en la cintura del silencio,
vacilantes los pasos se encaminan,
el cielo ruge azul en la montaña
y las nubes deshacen las sombras
en el arrebato de la escalada
donde los pies retienen el aliento
y el fulgor de los volcanes golpea
las entrañas cautivas de las furias.
Invernizos los árboles sin sus hojas
dejan florecer cimitarras de témpanos
con la transparencia fija de los ojos
que miran lejos en la tierra de lo absorto,
vagan invariables los rumores de las ramas
entre los buitres de extendidas alas
y el verdor de la hierba ciega el rocío
sedoso tallado en la oscuridad de la noche,
mas sé que saldrá el sol de entre los celajes
para convertir en recuerdo lo que fuera mi joya…
© José Luis
Uno... y siempre empezar...

Dos mil diez
un año nuevo
con los mismos días de siempre,
una espada en la empuñadura
preparada
hacia el asalto de los acontecimientos
para la garantía de la retaguardia,
ni siquiera las piedras están estáticas.
Delante el escudo abrigando el pecho
los torrentes que del corazón
avivan la armadura,
una armadura de candente carmesí
vestigio de choque y gallardía,
nervaduras de una estirpe
de siglos inmortal y renovada.
La cabeza,
atalaya de los sueños y venganzas,
recubierta con los perpetuos metales
de las efigies oníricas de los tiempos,
caballo oteador de Troya
y del desgaste de un honor antiguo,
bien alta la frente tangencial a las nubes
el arco irisado de las flechas del mundo.
Siempre toca empezar
el día uno de Enero,
¡qué pronto nos volverá
ese sibilino treinta y uno!
Feliz año…
© José Luis
Campaña de locura

Bajo el cielo tibio de la madrugada
unas gotas injertan la pupila en la tierra,
observo el fluir de la savia que mana de los muertos,
se escapan las plegarias de los siglos
por los entresijos de la caverna de un oso
mientras dormita los instantes devorados
al semblante desmembrado del hombre.
No hay locos en la tarde, el alivio de las nubes
huye por la corteza de la locura, resbalan
negros los agujeros con el suicidio de los sueños,
los alcores arañan frugal el vuelo de las libélulas
y lejano el zumbido de acero traspasa el descuido
supersónico de los ovnis invisibles y anónimos.
Se vertebran los recuerdos en la infancia,
aliviados pedúnculos de rocío y madre perla,
bajan serpenteando los riachuelos con la vida,
nada es lo que aparenta ser nada, nada
como todo no es el camino de la dicha,
quizá sólo la temporal locura sea el alma
que nos alivie de la ponderosidad del tránsito.
© José Luis
Un rato arriba

En la hora de las brujas, amiga,
germinan las gotas abruptas de sangre
no hay razón que aparente más que la noche
que ha enajenado el brillo de su espejo,
tengo instantes de lucidez oscura,
instantes agrandados en el tiempo impuro,
mastodontes de pulverizadas ensoñaciones,
aparentes dunas de estrellas en el semblante
y alguna que otra dispersión fosforescente.
Un rato arriba de las flores me consuela,
en la pequeñez casi perfecta de los versos
esculpidos en sus broches acolchados,
leves cortezas de la reciedumbre inmaculada
cuando los campos son blancas huellas
y el destino ese impreciso temblor
que ruboriza las mejillas del ocaso,
¡qué esplendor el de la cotidiana muerte
entre las derramadas cumbres del otoño!
En la hora de las brujas, amiga,
la piel retrae el cosquilleo de las sombras
que se apuran en los cálices de lo efímero,
allí donde el nombre huye de la realidad
y la transpiración de la frente se extingue,
como aniquilado reptil, en el fondo de una gruta.
© José Luis
Las horas en las grietas

Se vencen las horas en las grietas,
la tierra abierta espuma la carne
de los brazos indistintos del viento,
azures atraviesan los rayos el iris
en el umbral de los helechos quebrantados
donde asciende la fragilidad y el desarraigo
de los paraísos accidentales sobrecoge.
Despoblado el corazón del bosque
sangra las penumbras de la tarde,
hojas verdes el estío abandonan
en la otra parte de la reminiscencia,
y la claridad, del alma fuga transitoria,
se espesa en la oblicuidad de la mirada.
Tiemblan las ramas cuando pasa el aire
con el sonido de la armónica en los labios
mientras las ondas de la piel se escaman
acorchadas de silencio en las cortezas,
¿dónde se expandió el silbo del alma?,
¿dónde crece el verdor en la guadaña?
Se horadan las grietas en las horas,
en las grietas las horas se quiebran…
© José Luis
Hojas para una cúpula

Sujetan las hojas mis pasos
nada veo del suelo
que no sea el intransitable discurrir
de las sombras por el cielo,
abren algunas nubes el día
y la persecución de la noche.
Tus brazos me rodean,
me encadenan fuertes ramas,
yacen mis deseos en tu alma,
voluble la tarde
quema de la memoria los mapas
del amor en el paraíso alcanzado.
Hay una cúpula en los árboles,
una iglesia circunstancial del secreto
donde las vidas se reinterpretan
en la supremacía de las manos
y abandera el poder de esas luces
sanadoras y perpetuas.
© José Luis
Señora del castillo

Fortaleza
cualidad invertebrada
del labrantío de la estratagema,
piedra reposa sobre piedra,
todas a una
para hacer solidez de flaqueza.
Fortaleza
cualidad femenina
del talle de la pulcritud,
gema que embellece el silencio,
ideal sobre la práctica
para hacer inigualable a una.
Fortaleza
en la concavidad del espacio
donde lejanía y cercanía
son los cabos de una misma cuerda,
los cabos de la querella y el amparo,
del asalto y el asilo,
de lo femenino y masculino
que todos atesoramos.
Señora del castillo
que tanto monta
y monta tanto
la “fragilidad” como
el caballero…
© José Luis
Sombra del pájaro

Los días de agosto
en los que el sol se muestra límpido,
esplendoroso y fuertemente pajizo
perturba el calor el aire
con el sofoco del fuego.
La sombra es el único refugio
donde aplacar el sopor del día,
los pájaros arrostran el vuelo
entre la pesadez tornadiza del cielo
y la fogosidad de la tierra llameante.
Aletean los párpados
bajo la negrura de la mesa
y con pequeños saltos se aleja
del fondo de la mirada
un pájaro.
Quizá refresque en su retina
los rasantes planeos de primavera
cuando la timidez azulada de Helios
empaña el horizonte de rosáceas
y ambarinas tonalidades.
Sentado bajo un toldo meditado
vislumbro de reojo esta escena,
al recordar mi infancia sonrío
de los ardores de otro pájaro
cuando estuvo una vez en mis manos…
© José Luis
Trasera de una foto

Potentes los coches la velocidad arrasan,
carmesíes los faros de las luces tiemblan
las espaldas del silencio en la calle celada
donde unos brazos se ahuecan y trenzan.
Oleadas de lluvia y pavesas descifran la tarde,
esclarecen los ojos olvidados del abismo
donde se arrojan las plegarias y los miedos
consumidos en los iniciáticos ciclos de la naturaleza.
Disimulan los sonidos los bamboleos de un cuerpo
que contra otro se estrecha en el icor de la tiniebla,
no se puede impedir la impetuosidad de la naturaleza
en el rubor de la sangre o la juventud de la inconsciencia.
Se asemeja este horizonte al conflicto de la vida,
el trayecto por cubrir en la singladura hacia la meta
es directamente proporcional a la evidencia de la muerte
o a la esperanza de la felicidad aquí sobre la tierra.
Desde una tabla de surf las dificultades se sortean
en el mar de poniente mientras la espuma de la duda
desgasta las ambiciones en el vigor de la insolencia,
tal es la trabazón intuitiva de aquesta foto póstuma.
© José Luis
Encuentro con dos flores

Alargados son los brazos de estas flores,
pétalos envueltos en el ámbar de la noche,
en las faldas tenebrosas de la naturaleza
donde transitan los gorgojos del tiempo
y se deslían los sonidos de nuestras sombras.
Sombras, que verdes admiran los rayos
de la luna, no retienen, difícil es contener
lo que fluye con la sangre de los mortales,
el fulgor de los dioses que establecen y asolan
los clausurados espectros de los corazones.
Sedosos son los labios que refleja la corriente
mientras proclaman a los árboles nuestro amor,
y las ramas, rumores de pensamientos desahogados,
se entrecruzan volátiles con los vestigios de los suspiros,
quizá sea yo uno de ellos, cuando en ti me recojo.
Tiemblan las ondulaciones del agua en mi frente,
ululan tenaces los ojos discontinuos de los bejucos
entre los brocales de tus senos y mis dudas,
el silencio mana del esplendor de la primavera
con las corolas de nuestras manos entrelazadas.
Vagan los recuerdos más allá de los muros
que nos unen y separan de los días
en los que, en peregrinación, fuimos adolescentes.
© José Luis
Fingimiento de cartel

Algo está presente en la lividez de la noche
y mantiene las pulsaciones de mi espíritu en vilo,
ancestral una canción se encierra entre los labios,
entre las letanías adeudadas de los vientos
acallados en la soledad de las montañas.
En el cementerio se marchitan unas flores
y el aire vacilante aguarda en las tinieblas,
se deshoja la espera en racimos de ignorancia,
sobre el muro resbalan las lágrimas del deseo
donde no pudieron vencer los vástagos de Eva.
Mentira no pueden ser los hilvanados de los sueños,
los recuentos de los amaneceres en los brazos amantes
donde imperceptible se olvida la mortalidad del tiempo
donde los años a los interrogantes ajustan el linaje.
Descorro las persianas que encerraban la luz
en menudencia de asustadizas sombras
y la fidelidad de los árboles me impulsa con sus hojas
a la cercanía del cielo extendido en el horizonte,
más allá de los abismos siempre persiste una evidencia:
caminamos desde la incertidumbre hasta la seguridad
de la muerte…
© José Luis
El ojo que ve lo que vio otro ojo

Aglomerado de pupilas en la pantalla…
se sujetan las imágenes con las manos
y piden una explicación a las palabras
desde el silencio que no sabe salir
al exterior, desde las entrañas,
desde la frágil hondura del poniente
donde postreros se esconden los rayos
de esa sensación púrpura, se abren los caminos
en un vendaval de tiempo y picardía
dejando en las cunetas olvidado el polvo
y a ralentí el corazón de sensaciones.
Apuro la oscuridad naciente de las copas,
se detiene ambiguo un sabor en la garganta
y los soles que fueran tintados cristales arden
en una sombra agitada y broncínea,
el brazo rila en la distancia del amanecer
luces toronjas, del levante un avión rastrea
las estelas de mayo en la oquedad del viento
donde ceñida la diadema de la pureza
ondea suplicante el lienzo esponjoso de la luna
por las noches franqueadas de flores y siluetas.
Emerge el ojo del Olimpo
y las vidrieras del ocaso resaltan en Ítaca
donde se desteje el desgaste del tiempo
con olaje espaciado de voces y burbujas.
© José Luis
Relaciones de diferencias

Rotos los cristales
se multiplican los ojos
en la opacidad espejada de la tierra,
ya la sombra no se encuentra
debajo de las rocas
donde mana la corriente del olvido
y los ríos bullen en la risa
de los ensueños ojosa.
La nada trae del futuro aromas,
un escapulario de madreselvas
al escote da respiro de la aurora
y los vientos al atardecer trinan,
cuando se guarecen las alondras,
ecos acantilados del misterio
de la llama de la divinidad
que crepita en las ascuas
de los abrojos.
© José Luis
Tiempos de luz, tiempos de sombra
El esplendor de la locura

La edad es imperfecta,
ha retenido
los recuerdos en tu boca.
Una es la charca del abismo
en la que fielmente el cielo
se refleja
en el reflejo azulado del misterio,
siempre existe un misterio azul
en los guijarros del zapato.
Traes los sonidos que te aprietan
los pensamientos en la garganta,
ahora entiendo tu mirada,
tus sonrisas y la ausencia
de la razón humana.
Hundido en el vacío del silencio
tu cuerpo tiembla,
se delata en los ojos
la prisión del alma…
© José Luis
Una vez en el descuido

Muerte
que abandonas la placidez de la vida
en la inmensidad de los días, las horas, los minutos…
Te escondes en el vacío de las sombras
o en la insospechada esquina
y traes el recuerdo de la greda
en la posesión incisiva de los huesos
que ya no piensan…
Forma el silencio una de tus partes
en el amasijo de palabras suspendidas
en cada lágrima, en cada verso
y rubricas en el fuego la mortalidad
lacrada de la ausencia en el pabilo
zigzagueante del recuerdo.
Alas tienen las auroras y vencejos,
alas de huellas y caminos en el aire
donde el rostro acaricio de la vida
que llenaron nuestros hijos y recuerdos.
Descienden las cumbres a los valles
rodando entre piedras suspendidas,
piedras laminadas por el tiempo
que se ha ido tras los pasos de tu olvido.
© José Luis
Horas que del tiempo descienden

Desde el interior de la cueva
el tiempo desciende
entre los brazos del sol...
Se evaporan los segundos
desde la clepsidra del tiempo,
no acierta el aire con el norte
ni sobrevuelan las gaviotas el mar
que abrazaba nuestros cuerpos
con las extensiones de las olas
y el paradigma de los misterios.
Aguardan minutos en la sala del destiempo
donde una hora es la existencia de la espera
en la perspectiva del hombre, creen los inmortales
que la sangre es el destino de las almas híbridas
y la carne la duda matizada del recuerdo
de la nada en los albores de la creación.
Magnetismo en el descenso de los ángeles
a los abismos de las rocas donde se diluyen
los pensamientos fragmentados de la muerte,
un silencio se convierte en lágrima dorada
y resbaladiza por el lado oscuro del cielo
donde nadie conoce el efecto de la vida.
© José Luis
Dentro de un largo rato

Hay mañanas que madrugan más de lo previsto
y se espantan por los caminos de la noche
como caballos que pastan entre espinos
y sienten punzantes los aromas del viento
en sus ancas y en la travesía de la tarde
por las sombras de las casas, una montaña
resbala la nieve por sus lomos pardos
y se algodonan las nubes alrededor de mis ojos,
siempre son las nubes las que me traen
las figuras desconocidas e interpretadas
con las melodías del silencio y acaso
con los oídos atentos de la cortesía.
Dos cigüeñas amortiguan el aire azul vehemente
donde los ciclones de la aurora rasgaron el cielo
y un balcón abierto instrumenta los abrojos
metalizados de las forjas del tiempo, de la arena
en granos que cae como lluvia de segundos absueltos
por la ingravidez de la mente que sueña con ríos
acaudalados y briosos, con cataratas de instantes
sustraídos a los creadores de quimeras y existencia,
y allí se extravían mis sentidos largos, largos ratos…
© José Luis
Los ángeles de la luz

Nada en la claridad se esconde
que no pueda ser encontrado
por los ojos escudriñadores
de lo infinito y rutilante.
Amorcillos escoltan el farolillo
enganchado en la gravedad
del techo, haces surgen crepusculares,
del interior de la vida mana la luz
ingrávida del este cuando nace el sol
y las estrellas se retiran al sueño.
Azur la bóveda del infinito
cubre la tierra prometida,
la heredad mortal de los siervos
de su propio cuerpo, de sus distintivas alas
cuando bajaron a las profundidades del mundo
y asumieron la facultad del destierro.
Muchos son los pasos que dejan rastro
en el tejido y la urdimbre de la noche,
penélopes atenazadas entre los hilos
de la espera, donde se derrocha el silencio
y los brazos oran en la inmensidad
de un desierto sin oasis.
Una carta es abierta en el sobre del olvido,
son ahora las palabras
las que pueden sellar la salvación…
© José Luis
28 de Febrero

Sé de alguien que ha nacido
un día como mañana
o como cada cuatro virtuales años,
pues se consuma febrero.
No hay casualidades
las cosas suceden porque tienen que suceder,
porque los 365 días del año
no dan para exclusividades.
Hoy gana mi equipo favorito
y llora el niño de al lado
porque se ha caído,
como se cae el líder de una competición
cuando es superado
por quien pone el empeño
de ser más grande…
Me gusta la claridad creciente
de los días y los sábados
cuando pueden ociar las abstracciones
y apurar los últimos rayos de sol
que matizan el amor púrpura en los ojos.
Resbala entre mis dedos el semblante
de la tarde y sostengo profunda la mirada
en un instante momentáneo del futuro
donde deposito los tesoros trascendentes
que me esperan
cuando ni febrero, ni marzo, ni…
me sujeten o consuelen.
© José Luis
Arenga en primera línea

El orden de las cosas,
el paralelismo de las incertidumbres,
el sonido tenue de la noche
o el gorgojeo de las sombras y los pájaros
embisten de frente
las estremecidas murallas del ocaso
donde se refugian los ríos subterráneos
en su corriente de ímpetu y alivio.
En las batallas la formación de las tropas
es geometría de la estrategia,
el líder de la contienda arenga el valor
y la turbación de la vida en la inmortalidad
de los cuerpos sangrantes con el paraíso,
pedid la moneda del tránsito
y el viaje será una balsa ondulosa
de horizontes y riquezas.
La bóveda se hace amanecer en el relente
de la espera y los tambores resuenan
en el aire comprimido del aliento
donde las bocanadas del arrojo retienen
al héroe en su particular abstracción,
como si entregar la vida pudiera ser perderla
o alcanzar la gloria.
Se suceden las manos
por la aldaba del combate,
los fuegos quedarán atrás
y las espadas clavadas en la tierra
descansarán en la memoria
condecorada de las salvas...
© José Luis
De la soledad del bosque

Muchos son los caminos
que a la soledad llevan,
muchos los destinos de un hombre
en las palmas de muchas noches
y muchos los recorridos
por las cortezas de un bosque.
Los árboles que juntos crecen
juntos se mecen al viento
y juntos reciben el agua
de las nubes traídas de lejos
con los cantos encendidos
de las velas de los santos
en el corazón único del mundo.
Con el trinar de los pájaros amanece
otro día en el silencio de un paraje
donde me llevaron mis pasos
como se llevan las manos a la cara
del miedo, con el tiento del compás
certero de un viraje
por los andurriales del cielo.
© José Luis
Cielo y tierra

Hay lugares inmortales
lejanías de los espíritus
habitados por las corrientes de la inconsciencia
donde alguna vez nos llevan nuestros pasos,
esos que ya no saben cómo volver
al amanecer de las miradas
o a un enjuague de espejismo,
por el que navega mi pequeño barco
propulsado por los suspiros
y las teclas de algún piano.
Desplegadas las creencias al poniente
en los rayos últimos del sol se sustentan
y avalanzan sobre el cielo a dentelladas
de brumas y extendidas cumbres
en las que arraigan las mujeres sus partos,
ardides de extravíos y carne
de hijos que crecen desde el vientre,
revuelven la luna y las entrañas
los aullidos solitarios de los lobos,
una mezcla de adoración y encanto,
de intencional ternura.
Una ranura de fuego fragmenta el cielo
y la tierra se quema en sus nieblas,
yemas de fecundidad alivian en la lluvia
los paraísos de los sueños
donde los extintos de cada día
disponen lo que desmantelaron de sus cuerpos.
© José Luis
Ojo de girasol

He devuelto a la vida
la vida en los ojos de los girasoles,
orean las aspas de la tormenta
el vacío de unas cuencas sin abrojos,
no dejaré que el viento
me entone al oído
sinfonías de la primavera
porque en el vuelo de la alondra
dejé tardes inacabadas de inocencia,
los campos se acopiaban con el torbellino
de mariposas y deseo volátil.
Accederé a que el viento
en las calandrias module la vida
y se enganche a la red de la esperanza
porque en los campos que abate la lluvia
se cargan las flores de aromas y lágrimas
en los que reflejarse el porvenir
y el embrujo perecedero de los instantes.
Un relámpago de cielo gorjea la luna
entre las musarañas de la sombra
donde la existencia como esa larva ardida
late con el corazón prestado de la noche
cuando con el cerrar de los párpados
camino desde la mente se abre
el ojo desentrañado del abismo.
© José Luis
Los Reyes y la Dama de Honor

Noche se hace noche sin ser del sol
noche multitudinaria en las calles
no hay coches entre los caramelos
sí niños y papás con ilusión procesional
suena música de cabalgata y ambulancias
todos invariablemente pedimos algún deseo
aunque nuestros zapatos no lleven nuestros pies
y los días nos hayan absorbido el tiempo
desde más allá del paraíso nos alumbraron
con las lágrimas y la interpretación simétrica
del cielo y la tierra donde franqueamos legislaturas
de oro incienso y mirra con los vestidos de diario
las manos que se agitan se vuelven hacia nosotros
con las mismas huellas de un acostumbrado destino
entre las sonrisas que se dilatan leales en la luz
de una o de miles de estrellas orbitales que anuncian
que todos soñamos un reino de fortunas y de damas
cuyo honor conquistan cada nuevo día que se inicia
como el camino que se transita una y otra vez
pero que mortalmente nos permite ser otro y distinto
al que fuéramos ayer en un remoto pasado sin fronteras
con los únicos límites de una noche sin sol desandado
donde envolver los regalos que retendremos siempre
en la memoria de un amanecer de adoración y recuerdo.
© José Luis
Inocentes

Diciembre en su 28 trae inocente los santos
aquellos que tuvieron su momento con el muñeco
que de papel se ponía en la espalda de una broma
era una agudeza de sentido saberse embromado
o pegado a un muñeco que hablaba de descuido
entre las risas lacrimosas y los cortes de figura.
Un muñeco también éste de nieve ya derrita
proviene de otros inocentes, aquellos que pasan
por la vida como un cohete, efímeros pero explosivos,
seguro que hacer un muñeco es divertido altamente
porque mientras lo haces estás pensando en lo que
ocurrirá cuando esté terminado y cumplido.
Muchas podrían ser las clases…
En realidad me gusta pensar en los amigos de antes,
en ocasiones como las de hoy en las que las reuniones
eran una sorpresa… y… nosotros sí que éramos inocentes…
Cuando han pasado un cierto número de años
obtienes una visión de lo vivido desde otra óptica,
y dos sensaciones me asaltan: una, la de situar
cada evento en su justo aprecio, y dos, añorar
la vida que ya sólo queda en mis recuerdos…
© José Luis
Rotura del hielo

Las noches de invierno son noches
en las que el frío y la niebla se agrandan
y dominan la amplitud de las calles
por las que transitan grupos de gente
en alentados vahos de movimiento y sombras.
En el campo la más absoluta de las calmas
se deja poseer por ese blanco manto
que inmoviliza aun más lo estático,
donde se refugia la permanencia de la noche
y se deja envolver por los rayos de sol
mientras la humedad, vestimenta de musgo,
invade la soberanía de la naturaleza.
Grande es la fragilidad humana
entre las cristalizaciones de la razón
y de lo ambiguo, como ese hielo que se debate
entre la insensibilidad comprimida de lo impávido
o la rotura geofísica de su inmateria.
© José Luis
Cielo en agua

Trastoco los retazos del puente entre los ojos,
el agua suavemente se ondula en su pureza
y la musgosidad del fondo se mira en el cielo
donde las nubes parten con las visiones
ardidas de la noche con los fuegos del sueño.
La humedad de la niebla envuelve al silencio
mientras la mañana aletea en las cumbres lejanas
y los peces, nadan aún entre los recuerdos
de Babilonia las voces expatriadas de los ángeles,
rompen la armonía de la superficie con sus lomos
enjabegados en la orilla espumosa de la zozobra.
En mis pies la fuerza de la corriente se intuye,
esa fuerza que esconde los trofeos náufragos
y que enraíza en los reflejos turbulentos
de una ciudad que acuna milenaria su memoria.
© José Luis
Helechos cautivos

Desde el portal, los helechos, observan la calle
y no saben que también son observados,
no saben del aire fragante de la mañana
entre los caminos que se desemparejan de las sombras
y los madrugadores pasos de la aurora,
de los pasos de aquellos que hocicaron en sus camas
con los sueños que se revuelven de toda una vida
con las pesadillas y las forjas de las cuevas del mundo
donde nadie escapa a las intangibles ataduras de los años.
Desde el portal, los helechos, observan la calle
y no saben de mis ojos glaucos en sus hojas
ni de la cercanía del puente y sus riberas
a la certeza de los instantes que no vuelven,
de los instantes entre los revoloteos capturadores
de las alas de los pájaros y la azul mirada del cielo.
Un cristal, en multitudinarios reflejos, nos separa
del tacto huidizo y musgoso de los pensamientos
ahora que no te recuerdo más que en el olvido
de ciclos reverberados en el crisol de la soledad
donde páginas de libros aún conservan ocres
la mirada otoñal de los helechos en la lumbre.
Desde el portal, extrínsecamente, observo los helechos
sin llegar a saber que ellos, desde siempre, ya me observaban…
© José Luis
El árbol de los sueños

Un manantial inmutado transforma el aire
en partículas de silencio,
en una azulada quietud
que se desprende desde ese punto
por el sol deshabitado,
por el atrevimiento de los sueños
mientras las arcas de la noche se cierran
y las alas arrostran las tinieblas.
Los árboles se ocultan en el viento
y tan solo sus ramas azabaches
vuelven ocres en manojos de hojas,
ensueños dulces que granan
la intimidad de los recuerdos.
La luna se mira en el río
y en el reflejo de la sombra
del árbol de los sueños,
temblorosos se extienden sus rayos
en la trama de la irrealidad
y el halo de la despertenencia
se baña en la venerable solemnidad
de un hacedor que atiende del agua
sus ondas y sus misterios…
© José Luis
Otro lado de la raya

Muchas son las rayas
que establecen separaciones y distancias,
aunque sea una blanca
dos ámbitos dispone en la misma estancia.
Finas son las delimitaciones,
pero con eso no basta
para poder determinar,
hasta dónde no,
hasta dónde sí,
uno puede adentrarse.
Mas ya sabemos
que más de una vez
nuestros pies
por la raya se separan.
Hemos apurado los tiempos,
hemos trastocado los límites
y ahora lo que nos espera
es construir nuevos puentes,
nuevas líneas y rayas
que unan
lo que antes separaban…
© José Luis
Unas piedras en el río

A lo largo del camino,
en cada paso,
un detenimiento,
una búsqueda del destino
y quizá la extrañeza de lo prodigioso
entre las yemas
que sujetan la mirada al cielo
o el deambular del agua por el río…
Multicolor una sierpe
repta por las sendas y aerolitos
como ese loco pensamiento
en el fondo de la mochila
olvidada a la espalda…
Unas piedras en el río
son el paso
resbaladizo y húmedo
al otro lado de la inconsciencia
donde nos refugiamos
cuando la realidad nos pesa
o huimos de un mundo
que no es el nuestro.
Yo quisiera la ingravidez del cielo
o las alas de la inocencia
para atravesar ese otro río
que nos lleva
indefectiblemente
a la orilla de lo eterno.
© José Luis
La invasión de los muros

Las paredes tejen invisibilidades
en el interior de las cavernas
donde un pensamiento, un destino
forja la simetría de una idea
o de un incorruptible sueño.
Las cicatrices de los muros
son las líneas de la mano
donde quedan incólumes los otoños
junto con las palabras tañidas
al compás de los años.
Una viga nos soporta
los derrumbes invernales,
las nieves de las sombras
con los infranqueables vestigios
de toda escalada
a la duda y al silencio.
Llora no sólo el hombre
el nacimiento y la muerte,
también las estrellas arrojan
de sí la luz y el reflejo
de lo que fuera en su día
la grandeza de su momento…
© José Luis
Amapolas de otoño

Los senderos atraen las flores
las amapolas, tus sentimientos
y los pasos de las horas,
el asombro y el misterio.
De rojo son el paño
de los pétalos y terciopelo
el sabor de los labios
cuando te beso el cabello.
Amapolas de otoño
en mis pupilas afloran
cuando miro en tus ojos
el amor y el deseo
y hasta el sonrojo.
Candelario en la ladera
capitular del monte
donde me perdieron unos pasos
un veintiséis de Octubre.
© José Luis
El paseo del gato

Acaece un lánguido atardecer
entre los cabos de la incertidumbre
y el conveniente transitar de los árboles
por las copas de la fecundidad y la dicha.
En la lasitud de la carretera un gato
no sabe que pasea entre las líneas
del abandono y el absurdo de la vida
mientras extensamente se despereza
de boca a cola con sus siete vidas.
El aire estancado entre las casas
parece absorto y huidizo,
encadenado a la aquiescencia del tiempo
tras la quebradiza torre de un suspiro
y tejuelos de marfil entre los labios
que serenan la infinitud en un silencio.
Un coche en la lejanía desprende el eco
de la precipitación de los instantes,
de la imposibilidad de estarse quieto
entre los pensamientos que pasean
por entre los maullidos de un gato…
© José Luis
Manantial de burbujas

De la montaña el agua resbala
entre los riscos milenarios
y aturdidos del tiempo
como una garganta sonora
que fuera atravesada por túneles
de voces y palabras,
de silencios cimentados
en las marismas del olvido.
Aturden los truenos que manan
de la boca de la noche
y que descienden lumínicos
entre las burbujas fantasmales
e inexistentes en el universo
de los milagros donde nada es
lo que parece ser sino un reflejo
de las propias ilusiones.
La superficie del pilón crepita
las espumas del amanecer
y aún la luna en su mirada
resplandece con el halo del rocío,
un manantial de esferas
lunáticas y errabundas.
© José Luis
Sombra ondulante

El río
cambia en cada recodo
el fluir de las aguas
y la tierra lo empuja
en su camino por las piedras
donde cataratas modulan
la espuma del tiempo.
El otoño
cede de los árboles las hojas
acunándolas en la humedad
espejada del paraíso celeste
y ondulan en su recorrido
los sueños de la mañana
en la frescura del rocío.
Ya los pétalos aguardan
marchitos en la ribera
las sombras del invierno
y el día se duerme
en los auxilios de la nubes
mientras cambia los segundos
en consumadas eternidades.
Has enjuagado tus lágrimas
en los ojos de la tarde
donde la vida en los poros
resuda los recuerdos de una niña
en el corro de los silencios
mientras caen los copos
paulatinos de la asignación
temporal de la existencia…
© José Luis
La pisada del caballo

Trotan los sonidos y los cascos
en un correteo sin cadenas,
sin distancias en el horizonte
sólo la inmensidad de la pradera
para recorrer
los confines de la tierra
y dejar en cada palmo
de silencio una huella,
de locura que es la vida
de los humanos más cuerdos.
Arcos como crines ondulan
la carrera del caballo,
el aire se vence a su paso
y vibraciones emite ajustadas
a la canción de la fuente
mientras le resbala el agua.
Cae que cae la noche
gota a gota en la frente
y los rayos de la luna
tejen por Penélope
el manto de la ausencia
y los recuerdos de su hombre.
Ya lejos está del cielo
el sol que calentara sus penas
quizá asoleando otras
u otros cantos de sirenas
en los oídos amados.
Veo mi rostro en el espejo
espejado del arroyo
y el papel del equino
que aguarda como yo
el paso del tiempo…
© José Luis
Desborde de órdenes

Las palabras abren sus puertas
y entran los sentidos en tropel
para desbordar fugaz la corriente
de los sueños sutilmente atesorados
durante la noche, la curvatura de la luna
sonríe entre los vaporosos árboles
que sujetan la humanidad de la tierra
y los pensamientos recorren la llanura
desnudos entre los vientos del piélago
conscientemente virtual y camaleónico.
Nuevamente llegan las olas espumosas
acariciando los reversos de la noche
y los pies acalorados de la eternidad
desde la que todo parece tan natural
como el llanto desvalido de un rorro
fuera del receptáculo irreversible y materno.
Los sonidos vagan desordenados por el espacio
donde el caos es una fragmento irremediable
de las melodías holistas de la naturaleza
y los ecos, irrealidad tumultuosa de los ensueños,
mientras somos poseídos por la verdad oculta
en el corazón creador de las luces y las sombras.
Camino por la pasarela de los vocablos
impronunciables desde la impúdica boca
que besa los ribetes acordonados al albedrío
en la persistente e inextinguible pasión
del juego en el libro de la vida.
© José Luis
Flor de pasión

En los brazos de la luna canta una flor,
una voz se hace rayo entre los cielos
y la tierra penumbrosa del corazón
donde cantan las cigarras al viento.
Inigualablemente se enciende una vela
purpúrea de deseo y concupiscencia,
de voluptuosa carnosidad errante
como la cera que derretida desciende.
Se han abierto los vértices boscosos
donde mana la savia y la lujuria,
donde la vida se hace presente
y se pierde el don de la palabra
o se hace grito la inconsciencia.
La vida en una lágrima se extiende
desde la virginidad de los velos
crepusculares del horizonte
en los pétalos jugosos de la noche
donde se confunde con el juego
de creencia e incertidumbre.
El olor de la pasión de dos cuerpos
es un veneno que mata
como también lo hace la muerte
pero tan dulcemente…
© José Luis
Aguas

Es temprano
y el sol aterciopela escarlata las nubes
en los cristales de la ventana
donde mis dedos abanican la transparencia
de la distancia en las montañas
que vetustas otro amanecer contemplan.
En la mesa un vaso
ondula la humedad del agua
en recuerdos vaporosos y concéntricos
como una tarde de verano
ardida a la sombra de los árboles
volátiles entre los arroyuelos de la calma
mientras posa sus labios en el volar de las mariposas.
Flotantes los reflejos irisan las alas
del pensamiento que subrepticio huye
a la lejanía insondable con la mirada
cuando afinado un murmullo se acerca
desde la profundidad sombría del valle
que enmarca triangularmente tus piernas.
Vuelven las aguas del deseo
a arder en la juntura de la frente
tras los venerables pliegues del reluciente ocaso…
© José Luis
Desenredando

Atraviesa la red del mar la humedad
entre las espumas de nuestra alborada
y con sus hilos marisco errado enreda
en la marisma del olvido donde los escollos
son manos experimentadas de pescador
que deslía la mañana en el bancal del estío.
El torso desnudo de la noche ondea
en el abismo de la sombra y el silencio
donde lúcida la redondez de Selene
atrae el deseo de lobos y hombres
sobre la lujuria inherente de la vida,
transgredidos límites destronados.
Al borde del malecón vuelven a esperar
las redes a la barca y a la sombra marinera
para extenderse como una isla vaporosa
por los confines velados de la noche
por los inmortales confines de los sueños
en los que jaurías de peces me persiguen
con sus bocas insondables y abiertas,
parecieran las herméticas puertas del hades
dispuestas a engullir la futilidad en un beso.
Recogen las manos del suelo un cigarrillo
que apuran con el humo toronja de la tarde
los alalá entonados en la colindante lejanía
donde el mar y el horizonte se unifican…
© José Luis
Jueves 24

Los días entre semana tienen mucho en común,
son días con rutinas, con tareas continuadas
y las circunstancias sobrevienen sin decirlo,
sin anunciarse, inesperadas inferencias del pasado.
Hoy es jueves y el reloj sigue marcando el ritmo
de los instantes mientras se trueca el sol naciente
en un pulcro sacrificio toronja a los pies del horizonte
donde el calado de los ojos profundiza en el día
y la retina restituye la noche en el carro de fuego.
He paseado por el puente milenario que frecuenta el río
mientras recogían las aves sus vuelos en las ramas
aquellas que escuchan el susurro placentero del agua
aquellas que no desistieron nunca en la esperanza
de ser portadoras de las inmortales alas de Ícaro.
Ruge el sol furtivos los rayos de Zeus
en el paraninfo de las propensiones
de ser tan humanos hasta la muerte…
© José Luis
El tejuelo de la bruja

Se asoma el sol
bajo los tropiezos de la sombra
mientras florece estival la nieve
y las añiles florituras de las olas
del malecón tras encaladas manos.
La mañana permanece muda
en los embates salobres del agua
a las rocas inmóviles y desgastadas
donde certeros llegan los rayos
como ojos que no parpadean
y dejan que resbalen las lágrimas
por el sendero rosáceo de tu imagen.
Paciente espera el tejuelo
la lluvia delicada de la dicha
o la platicadora vuelta del alba
para recoger íntimos los secretos
de las “brujas” que recorren el mundo
y frecuentan el corazón de los hombres.
© José Luis
Ingenuidad yugulada

Inocencia interrumpida
en la claridad del alma
donde gime la arboleda de la noche
en el corredor de la locura
y una pastilla, un valium
genera la ambigüedad de la calma
hasta la explosión de la risa
o la tormenta de las lágrimas.
Se ha perdido la razón
entre la oscuridad de las sábanas
y la libertad es una hojilla afilada
royendo las correas de la piel
mientras el mundo se para
y se manifiestan las voces
caídas desde la euforia
hasta la profundidad de esas cuencas
yuguladas de los ojos.
La arboleda oculta la ingenuidad
fucsia de las ramas
extendidas en el vacío, en la ausencia
donde la cordura luce intermitente
el collar irisado de la noche
con la hondura de las estrellas
y el ulular de las lechuzas
en los recovecos de la memoria.
Los rasgos del pensamiento
se afilan en las hojas
de papel y de los versos
donde muere la enfermedad
mental de los sentimientos…
© José Luis
La fuente movediza

Pareciera que el agua no tuviera prisa
mansamente reflejando en su mirada
el cielo y las nubes que se cruzan
entre la condensación de las horas
y la luz que perpetúa un sol distante,
más allá de los átomos violetas
que pueblan las brumas de noches y letargos
donde se refleja todo ojo que no relega lo que mira.
Unas ondas arquean el pico de un gorrión
mientras se ondula el trino del firmamento
y la transparencia de la realidad absorbe
los ecos que de su garganta surcaron
las montañas del olvido y las cuencas del viento
donde las alas tornan invisible lo corpóreo,
la fragilidad perdurable de las formas.
Una fuente retiene en sus piedras
el vuelo de los pájaros y el fluir del agua
en un instante mágico y fugaz
en una pirueta de tempestades
tras el resbalar de los sueños
por la oquedad inconclusa
y movediza de los espectros.
© José Luis
Menta libad

En la soledad de la mesa dos vasos brindan
por unas horas de charla en las hojas
extractadas de menta y agua avivada
con la lengua de las palabras que emergen
dilatadas como corrientes de aire
que acumulasen las nubes que se descargan
con el vuelo de una mosca
ante la indiferencia de la rana
que dejó de croar por una creencia.
Los restos en los posos hablan
de cuando nacieron de la tierra
y eran regueros de savia,
inarticulados fonemas en la boca
de una inmaculada montaña
que por primera vez conoce un amanecer.
Las manos dejaron de libar la consciencia
refrescada en la menta de los labios
lúbricos que olvidaron en el deseo
el sabor amargo de la muerte.
© José Luis
Impresión uno

Las pinturas gritan el abandono por la mesa
piden que la rosca diluya la prisión del tubo
tras las manchas saturadas en el ajustado paño
y anhelan creativas pupilas que el silencio rompan
en la vaguedad de imágenes e imposibles recuerdos.
Mirar en el interior de un cuadro
es ver los propios pensamientos
o las palabras ocultas de su autor
en la fragilidad de sus dedos
mientras se arrastra el pincel
por la superficie perpendicular del suelo
donde ponen de pie los sentidos
e incluso la extrañeza en el ojo.
Cárdenos atardeceres resplandecen
cuando el sol da al mundo la vuelta,
cuando mis manos rodean en tu piel
la piel de tus propias manos,
la piel esculpida por pinceladas
que se figuran tras la caricia
de mis labios en el cielo
cautivado de las rosas
y por los vientos que suspiran
olorosos pétalos, oleosas sombras
en la antesala de los sueños.
© José Luis
El despacho

Las ventanas filtran los rayos
que del sol se escapan como niños
que corren sin rumbo y se desbandan
e irradian en el aire esa claridad
que ensordece las noches heridas
por una luna de impalpables luciérnagas.
En el rincón una mesa se extiende
y refleja en su pátina el color
inmovilizado del viento, invita
al acomodo un asiento,
a depositar los brazos en la repisa
circunspecta de los recuerdos
y los dedos, tenuemente, pasean
las yemas del invierno
en la calidez del árbol
que forjara la gaveta con los escritos
de un bardo en su entraña retirado.
Son las horas un minuto
en las trencillas de los versos
mientras se acercan las sombras
irreflexivas a los cristales
y se desliza la pluma por los pliegos
que anidan en el despacho.
© José Luis
Lluvia en el coche

Mayo trae precipitaciones sin descanso,
no cejan las nubes en su empeño
de enjuagarnos la cara,
de volcar en la tierra lágrimas
tormentosas de opacidad y bravura.
Y en un momento
se humedece la tierra,
cala los huesos de asfalto y acera
formando veneros tumultuosos
que huyen espantados por la fiereza
de la caída por los sumideros
mientras danzan las gotas
su ceremonial de lluvia,
devotos chamanes de fosforescencia.
Las improvisadas gárgolas
manan canalillos de meditaciones,
delgados torrentes de mondaduras
confinadas en el abandono,
ríos de nombres y olvidos.
Un coche rueda entre los límites
de la humedad y paciencia
tras el parpadeo de las escobillas
que barren el agua del parabrisas
como nubes que paren inmensidades
de rostros velados y heridos.
© José Luis
Montaña fluida

Se enrarece el ambiente y las sombras
se agolpan vaporosas en el subterfugio del aire.
Humeantes masas zigzean sus formas
entre azures y tupidas consistencias,
el polvo de la noche infinita se expande
en una perpendicular huida de asombros.
Túrbidas las penumbras celan en la noche
la boca sangrante de la inextinguible lluvia
que imperceptible bordea las montañas
sinuosas del olvido tras el céfiro amante.
Gotas que golpean los cristales conversan
con los ojos del desvelo, entre los sueños
que fraguan la madrugada y la inexistencia
dejan en el aire átomos de pasión y locura.
Se eleva una plegaria y el espíritu
se dispone sereno en la curvatura del universo.
© José Luis
La flor abierta

Arrinconadas en la memoria las voces suenan,
voces que evocan sonidos sin palabras,
siseos ancestrales en la garganta
donde nacieran el conocimiento y la duda.
Navegan los silencios desde la hondura
en veleros vidriosos y espectrales
tras las brumas que invaden los mares
que fueran corrientes de conquista y fuga.
Bucaneros de la noche proyectan sus trofeos
entre inolvidables pétalos y cobrizas carabelas
que surcan en contornos suspendidas cataratas.
Inquebrantable la flor abre su tesoro al viento
donde absorbe los corpúsculos de la experiencia
y en la tierra con inmortal despedida se desgrana.
© José Luis
Junto al poeta

El bronce te ha dado forma
en la escultura con tus poemas
tras los que tus ojos se asoman
frente al atardecer del río
con las nubes tenues y sonrosadas.
Quizá sentado concibes el cielo
o la eternidad que te pertenece
e indestructible trabas de las palabras
las entrañas a la tierra y a sus hijos.
Eres asiento en el rincón, poeta,
donde la calle te lleva esos amigos
que posan las manos en tu gorra
o siguen en tu mirar los versos
que son pared en la memoria.
La capa que de ti pende vuela
entre los pájaros de la noche
y los haces desgranados de luz
de las estrellas de Salamanca.
Hasta ti un chico se acerca
para dejar entre tus brazos
candente la estela de su alma
para que la hilvanes con tus poesías.
© José Luis
El surtidor inescrutable

Son los días de sol sonrisas abiertas
y ojos selváticos que recorren distancias
impenetrables en las sombras que se esconden
tras los reflejos y colores de las formas.
Una fuente susurra en el surtidor de agua
las leyendas de un río que vaporoso humedece
tierras y paisajes tras el transito constante
y único por el devenir del tiempo y la historia.
Azures son los posos del cielo en el bronce
prieto por el linaje de los fugitivos de Selene,
hombres que elevan súplicas en los brillos
transgresores de obediencias y promesas.
Tenaces las ondas se dispersan concéntricas
salpicando los ecos de unos niños que retozan
iniciática su vida en vibrantes turbulencias,
indescifrable torrente de meditaciones.
© José Luis
Motas reflejadas

Lejano el sol sigue enviando cálidos rayos
que atraviesan la inmensidad porosa del universo
y llegan límpidos y transparentes a la Tierra
donde anidan azabaches alas y el azul del cielo.
Hoy no llueve pero el río lleva gotas de lluvia
inmersas en tus pupilas mientras me miras,
un torrente cobrizo en los arcos de la frente
donde anidan lilas y vaporosos pensamientos.
Sé que los pájaros se llevan lejos la mirada
tras los murmullos y los vientos de la noche
con el sabor dorado y toronja del crepúsculo
donde todavía está intacto y velado el paraíso.
Los sueños vuelan con los relojes del tiempo
entre los afilados espejos de nebulosa sangre
y retorna por la mañana entre las sábanas
donde nuestras almas anidan con sus cuerpos.
© José Luis
El forjado de la verja

Atardece
y el cielo se va inundando de sombras
en el azul celeste
donde se asoman las estrellas
y en la soledad del ocaso
me siento pequeño.
Camino entre tus calles errante
con la mirada aprisionada en la lejanía
mientras debilitadas permanecen las farolas
en sus reflectores, opacos haces paradójicos
en la bóveda enmascarada de los cerros.
De pronto
una verja detiene mi paso
entre los picos que apuntan al techo,
que es el escape del mundo
hacia lo desconocido e incierto,
como una pisada en la Luna
eterna
más allá de los recuerdos
tras los que se nos disipa cualquier existencia.
Pienso en el hierro
y en la trabazón de su permanencia
asentada tras los inamovibles años
en la soledad de su clausura
para la que fue forjada.
Siento en la piel extraño un sentimiento,
oscuras líneas en la rugosidad del horizonte
donde mis manos no alcanzan la distancia
que me aleja de la libertad y el deseo
de traspasar los límites de la consciencia.
© José Luis
Limado de uñas

Estás distraída,
frente a ti el río
chisporrotea esta mañana de miércoles
mientras otras personas caminan
o simplemente están en la hierba.
No quieres fijarte en los pensamientos
y sin darte cuenta miras tus uñas
donde ves rugoso el reflejo del cielo,
sabes que tus dedos rozan el infinito
y no quieres arañarlo,
por eso sacas carmesí la lima
con la que friccionas las uñas
y tus pensamientos.
Hace mucho tiempo,
quizá en otra vida,
también estuvieras sentada
entre las briznas de yerba
con los ojos fijos
inmarcesibles en el cielo
donde el murmullo era un enigma
del que nacieron los sueños
y las estrellas.
Atenazan los dedos el aire
como el llanto de un niño
el corazón
sobresaltado de la madre
y la luna deja en tu frente
blanquecinos los rayos
en un beso
en una noche desmayada
cuando por los cristales de tus gafas
se fue la tarde.
© José Luis
Salto a la sombra

En el aire has dejado la gravedad de tu cuerpo
y la sombra con el suelo se aviene en el lance
mientras congelado tu movimiento se suspende
el torso desnudo en la piel y en el tiempo.
El granito espera en las ruedas un roce
que encadene de nuevo figura con su silueta
y revierta en sonido en solo un momento
el trueno caído en la espesura de una tormenta.
La tarde se viene poco a poco en las nubes
y el cielo suelta monopatines de plata
donde entonan los ladrillos de una vieja iglesia
la equilibrada ceremonia de sangre y liturgia.
© José Luis
Roseta de corazones

En la mano las cartas
juegan al póker
y un corazón en la manga
late turbulento
aguardando su jugada.
En la catedral
y por su entrada
se cuela la luz
y en el suelo deja
irisado un rosetón
y un beso
o un corazón engranado.
Los bordes del mantel
ocultan unas piernas
y unos pies que se mueven
y unas risas que vuelan
hasta el corazón de la tarde.
Alguien
alguna vez dijo
que el corazón tiene razones
que la razón no puede entender,
por eso
yo me inclino
a que dejemos al corazón
seguir su propio camino…
© José Luis
El pueblo deshabitado

Tus casas de piedra jalonan los muros
que retuvieron las lluvias y los semblantes
donde el cielo se transformó en montaña
y las tardes que yacen en el paño se zurcen.
Las manos sujetan en mechones el pelo
de crepúsculos de puertas y ventanas
mientras resbalan lentos por las lascas
tersos flujos de lejanía y espera.
Supuran los montes soledad
azul y carcomida
entre las calles por donde el viento
es el único habitante que transita,
soplo de abandono y muerte.
Las campanas de la tarde ululan
almas que turistas descienden
por las laderas de la inconsciencia
mientras en sus oraciones recitan
los ecos que fueron entonces.
© José Luis
El árbol que resudaba oro

entre los ecos de un árbol viejo
y los entramados de sus hojas
donde las verdades se proclaman.
La soledad que habita en sus ramas
frecuenta las herencias del mundo
que vagan solitarias y subterráneas
como alma rebelde por la existencia.
Acoge un nido el vacío de la tarde
palabras tenues e impronunciadas
que el pájaro de la oscuridad incuba
en el interior de una creencia confinada.
No saben los persistentes buscadores
del origen del oro ni de la verdad
que se encierra en la naturaleza
hasta que se la encuentran de frente.
© José Luis
El deshilachado del estandarte

La plaza mana carmesí el linaje de su historia
tras las columnas que sostienen las costumbres
con el pasar de los batallones de gentes y modas
ante el cielo azul y raso de un lugar de Castilla.
Fueron las huestes sangre verde en la orilla
del río que se eternizara en distintiva primavera
donde mana fresca la hierba que fuera estirpe
de sonido de tambores y de espadas confluencia.
Inmortales son las heridas que se desgarran
en los corazones separados de las antífonas
a la sombra de los estandartes que ondulan
guerrera piel y acerado peto en sus leyendas.
Venden el olvido con exquisita lluvia de amnesia
para desenterrar las raíces de este pueblo inquieto
que se arremolinaba en su plaza como en una telaraña
de la que no se puede huir siquiera por un deshilachado.
© José Luis
Recuentos de poder

En el horizonte nadan peces de colores
y se zambullen con los tesoros en su pecera
entre ondulosas burbujas de tiempo y plata
mientras arrumban los barcos náufragos.
Buscan los piratas los raudales de los peces
y los cantos consagrados de las sirenas
donde las olas rompientes desgarran y reposan
el sordo fragor de los arrecifes y las ballenas.
La espuma son ojos donde se refleja el mundo
en las dimensiones variopintas de la magia
y la realidad tras los que se vela toda persona,
todo orbe que gira y desconoce sus causas.
La nada se expande inagotable en el silencio,
en las palabras con trascendencia y fuerza
que abren la finitud de nuestra mente
a los campos efímeros de trigo y amapola.
© José Luis
Maleza reactiva

del paseo por el palacio
a los invitados de la reina
que regenta su baraja.
Alicia no se pierde
entre tantos pastelitos
pues cada uno presenta
su instrucción en cartelitos.
La tarde se revuelve
entre las nubes de plata
y los ramajes rebeldes.
El sueño avanza
como los árboles sagaces
que bajan de la montaña
y a las huestes acompañan
camuflados de sombrero
con un reloj en la frente
y se les oye decir
llego tarde, llego tarde.
Tened mucho cuidado
cuando paseéis por el parque
no sea que en un tic tac
la fantasía te sobresalte.
© José Luis
Colorear impresiones

Has abandonado en la mesa
los pigmentos de tus sueños
esos con los que impregnas
las telas con los colores
que son manchas y runas
en los ojos de la aurora.
Tu ausencia has dejado
estampada en la badana
con los pinceles del silencio
y los trazos de la mañana
en la tabla que fue patena
de las sombras tras tu marcha.
Aún aguardan otros lienzos
la textura de tu alma
y el recorrer de tus dedos
por las formas de la almohada
que reposan tras la noche
en la apariencia de tu cara.
Después
cuando tu silueta vuelva
a embeberse de batallas
la recortaré en mis impresiones
como azul fruto de romero.
© José Luis
Una verdad a medias

Se enrosca la serpiente en sí misma
a la espera de que se acerque Eva
y le entregue sinuosa la manzana
donde celada la sabiduría reposa.
Dicen que no todas las veracidades
poseen igual grado de exactitud
ni siquiera de propia autenticidad,
dependiendo de quién las esgrime.
No creer en nada no se puede
ni tampoco dudarlo todo,
una pizca de color en el ojo
todos desde el principio traemos.
No hay verdad que por infalible
no se incumpla algunas veces
pues como dice el dicho
hasta un reloj parado tiene la razón
dos veces al día…
© José Luis
El discurrir de lo que no sucede

Es de noche, dirás que como siempre,
y ya están las calles llenas de la afonía
del esforzado viento que persistente llega
agolpándose pertinaz entre los cristales
y los reflejos de las familias en sus casas.
Un barco se esfuerza contra el temporal
que le impone el mar fragoso en su camino,
plomizo se debate y cruje el ambiente
como madera que se dobla contra su voluntad
y teme romperse.
Un libro se abre instintivo en alguna parte
y emergen originales las imágenes de lo escrito
una noche de invierno, una pantalla desnuda
ante la multitud de ojos que parpadean
la sensata irrealidad de sus sueños.
Se ha desgajado la luna en sus cuatro fases
en un único instante se ha trasmutado
la retina sensorial de los vocablos
en brillo y estremecimiento…
© José Luis
Escenarios oblicuos

Se curva la mirada en los reflejos de un coche
como una imagen que perdiera su rumbo
y deambulara entre los recuerdos arcanos de la noche.
Una llamarada da calor a las tinieblas rojas
donde el suelo no pertenece a nada ni a nadie
y las pisadas en las mareas del olvido se borran.
Acaso tus ojos distinguieran la luz del crepúsculo
entre las acogedoras y efímeras sábanas del tiempo
y un niño con su sonrisa paz en su voz fecundara.
No abandoné mi destino para hundirme en las ciénagas
que entonan los cánticos del vértigo y la sombra
sino para corroerme en tu carne como un deseo inaplazable.
Es en este momento, cuando nada tengo en mis manos,
que mi sombra como un espíritu planea en los trigales
donde una vez florecieron parejos la alondra y la rosa.
© José Luis
Desde el interior de mi ventana

La ventana es el mirador al mundo que sucede fuera de mí
y desde el que vienen señales y finas lluvias y ambiguas luces
como en un amanecer de invierno donde es opaca la luz
y la niebla desdibuja el firmamento bajo un velada tela
de gris entre las espesuras de un horizonte inmaculado
mientras nada sucede a mi alrededor, sólo un zumbido
de silencio y recuerdos inconexos en mitad de un sueño.
Apunto en un papel palabras que salen de mi boca en torrentes
de mañana y bruma como en una columna brillante y cincelada
donde las hendiduras del tiempo han desalojado su redondez
en oquedades que reflejan la sombra y los tejados ocres
de la bóveda y el eco del mar y sus ondas en las que los marineros
yacen musgosos en su fondo, piélago de savias y tránsitos
en los que la esperanza y la distancia sitúan sus umbrales.
Los cristales resbalan por las gotas condensadas de vida
mientras describen caminos ensortijados y penetrantes
entre la dorada negrura de las nubes y el azabache monte,
mis dedos se inclinan en el vidrio desvaneciendo en la noche
el rastro de las marismas en las que se zambulle el sol
tras las cortinas de la ventana flotante e impregnada.
© José Luis
La denominación del ordenador

Las teclas sujetan mis huellas al orden simbólico de las letras
como un autómata que busque entre sus circuitos la razón
para no salirse de sus movimientos o de su previsto servicio.
Tecleo inconscientemente signos que danzan entre los dedos
y buscan su propio sentido dentro de las palabras
porque el lenguaje se esboza cada día como una tabla de surf
entre las crestas magnéticas de las montañas y las sinuosidades
que empujan los deseos al mismo interior de sus grutas ocultas
donde reposan la humedad creadora y el enmarañado silencio.
Lucho por no trastornar los hilos que mueven mis dedos
en la sinrazón de los automatismos y sus abstracciones
que perturban los ojos de motas o inherente fuego negro
tras el que arden las hordas de la noche y los diablillos
que aparecen en sueños como un hombre que toca la guitarra
a la entrada de cualquier cine o ciberbar entre amantes besos.
© José Luis
Emanaciones

como un mar bravío que irrumpe gimiendo en la costa
los partos metamórficos de los que fueran los sueños
de un vacío que se extendió más allá de su reverberación.
Implacable la corriente irrumpe con la braveza de unas gotas
que en su subir y bajar dejan en el aire cristalina una columna
donde marmórea una alfombra espeja la gravedad rozagante
de blancos y delicados pétalos que en el invierno rezuman.
El viento me entrega la frescura recóndita de la sombra
y en mi cara resbala el silencio de unas gotas extraviadas
que en mí buscaron el refugio sacrílego de la muerte
hasta que no sea escuchado el canto afinado de un oboe granadino.
Llegaré a saciar la sed de la noche en las venas de tu frente
mientras escondes tus ojos en el quicio de alguna palabra
y tus labios no lleguen a ocultar el sonido de mi nombre
entre los susurros del manantial que de la montaña desciende.
© José Luis
Desde la adoración de los Reyes

Algunas de las ilusiones las mantenemos
en la tradición de las épocas y las familias
como el reguero de pólvora sobre un suelo húmedo,
únicamente hace falta un poco de calor para deflagrarlo.
Los misterios entretienen los tejidos del hombre
en los acantilados de la inconsciencia
donde la fe es una carabela cargada de cañones
y la autenticidad, la vela mayor en el henchido viento.
Dicen que hace mucho tiempo un Niño nació en Belén
y que los astros se conjugaron para acercar unos sabios
que investían en sus cofres una doble veracidad:
el hombre se postra ante quien tiene soberanía
y existe una esperanza que nos llevará a la inmortalidad.
La noche cederá su dominio a la aurora
y quizá los copos de nieve caigan
entre las alas que nos protegen
y los pétalos que aroman mi ventana.
© José Luis
Decadencia y ocaso

La vida se ha sometido a una verdad callada
o una mentira oculta.
Los años se han ido desbrozando en la monotonía
y en los brazos de la falacia
dando al tiempo frutos de temporada
mientras se apuraba de fortunas la bandeja.
Un revés
quizá imprevisto o deseado
atrae una segunda o tercera lozanía
donde una atracción define ahora el juego,
el sexo y hasta la mismísima suerte.
Nada vuelve a ser normal
desde ese momento
en el que requisas de la vida su misma naturaleza
y te abandonas al amor
o a recoger frutos desde hace tiempo prohibidos.
Locura transitoria
apurando lo que sabes que será la última
oportunidad de paladear la mortalidad,
ese orgasmo que vacía y llena el destino
como un torrente que huye
y que a su paso arrasa y es arrasado
en un torbellino humano
de manchas y desesperanzas…
© José Luis
El oscurecer de los patos

La corriente discurre fría por la oscuridad
mientras el cielo mantiene celeste su azul
y los árboles arquean sus ramas y sombras
en el espejo reflectante de la noche.
La línea del río es el ondular del agua
cuando los patos bracean sin rumbo
y las ondas de sus alas olvidan la pesadez
propia del cuerpo que se interna en la espesura.
La luna erupciona su cara en la oquedad
impenetrable e irreductible de los sueños
donde nada es de color y todo se impregna
de hálitos sutiles e incorpóreos.
Oscurece en las marismas de los ánades
donde transita el ulular de los dioses
que brindan con los icores de los mortales.
© José Luis
Escenarios

Hay lugares en el mundo
donde confiar la mirada
y extender infinitudes de silencio
mientras vierte Gea su manto
por las oquedades de la tierra
como una madre que arropa su bebé
en el transcurso de la noche.
Distingo las montañas que avanzan con los ríos
desde la prolongada lejanía del horizonte,
y cómo desde lo alto se revela la majestuosidad
de un paisaje con su propia e innegable ánima
que invade los ojos de tiempo y convenida complacencia.
Una alondra fija su nido en la cabaña abandonada
donde la calma es un susurro intermitente
de piares y aleteos mientras llega la tarde
con su rumorosa oscuridad y olor a huerta.
El cielo trepida nubes
que se inflaman en oro y sangre,
brasas celestes que invitan
a recorrer el cendal purpúreo
cadenciosamente...
© José Luis
Transmitir con las palabras

como se juega con una moneda
distraída entre los dedos
y dejemos que surjan conexiones
que no tuvieron previamente sinrazón alguna.
La oca patea el estanque con la cola
y las ondas que se expanden colean
el ocaso sin aristas ni trabazones.
Una serpiente muerde la manzana
y discordia la luz de la tarde
como un eclipse propicio
para el pecado de la ciencia.
Cae la lluvia sonante de xilófono
y los oídos ocultan a la vista
una sonata para piano de Mozart
mientras su padre desvela el réquiem
con los sucintos acordes de ascendiente.
La noche despliega negra la luz
que revela los astros y las estrellas
como una luna rellena y locuaz
que afinara serenatas a los enamorados.
Sé que en el brillar de tus ojos
adivinas qué es lo que se piensa
cuando te niegan las palabras
la transmisión de tus ideas…
© José Luis
Marco sin foto

Has detenido tu marcha en la orilla
cristalina de aquel marco inquebrantable
cuyos reflejos eran parte de la mañana
trayendo el revuelo de hojas caídas
como árbol que cada amanecer se desnuda
y deja descubierta la intimidad de su cuerpo
que acariciabas resbaladiza con tus dedos
sintiendo la frescura que no obtenías de la imagen
que desde que te despertaste rondaba tu cabeza.
El sueño había vencido tu propósito de pensar
en la tarde que tuviste aquel extraño presentimiento,
sabías que las nubes habían formado la silueta
de la lejanía, del tiempo que nunca viviste
pero que tenías tan presente desde hace un año
cuando falleció tu madre y sentiste aquel escalofrío.
Fue una muerte súbita como los minutos que no se viven
porque la consciencia los ha ocultado en el olvido
como se mete en una botella la sonrisa oculta
en la sinuosidad de la noche y el desgarro.
Porque ya no te acuerdas
te diré que el marco está sin foto
desde que decidiste no volver a ver
tu propio rostro en otro rostro,
tus propios dolores en otros dolores,
tu propia muerte en otra muerte…
© José Luis
¿En qué piensas?

Has atravesado con los ojos la mirilla,
una puerta abierta en la claridad
desarticulada de la noche y los sueños,
por donde entran y salen los recuerdos
que no tienen cometas que seguir
ni alas pendulares del destiempo.
Un pensamiento ulula en la orilla
circular de las palabras intangibles
donde la nada es un lienzo en blanco
que espera los pigmentos de la tarde
para salpicar de matices las imágenes
que se han posado como una abubilla
en la montaña turbulenta del silencio.
¿En qué piensas?
Pregunta la tarde a la abubilla
con su pensamiento puesto en la rosa
transparente de volátiles pétalos
mientras el cielo destejía el azul
en opaco musgo y miel púrpura…
© José Luis
Mario Neta

Destejes los hilos de la noche
que sujetan tu alma a la profundidad
oscura y atravesada de los abismos
por las luces del firmamento
como almas perdidas del edén
y de las manos de nuestros ancestros.
Ya no te atan ni la luna ni los rayos
que se mecen perpetuos en el surco del horizonte
porque dorados tus labios dejaron en el sol
el sabor maduro de las lluvias
y rutilante de los versos,
donde oscilan las palabras con las hojas de los árboles
y vuelan como pájaros que al amanecer despiertan.
El aire se espesa en los sueños azures
del paño límpido de la atmósfera
y, una mano, ramillete de hojas
saluda al otoño
y a la libertad naciente de la marioneta…
© José Luis
Los alrededores

Veo las ramas de los árboles
mecidas por el viento suave,
perdiendo sus hojas ocre,
pensamientos que se desvanecen
en la corriente fluctuante
del río que atraviesa Salamanca.
Las aves retoman el cielo
en intrascendentes acrobacias
con sus juegos de alas y vuelo,
y allá sobrevolando el agua
pasan el tiempo en mi mirada.
El puente camina en los pasos
que extravían mi destino
en los pasos de otras gentes,
en sus ojos y en el silbo
que trae el aire
palpitante a mis oídos.
Ruido de motores
en la mañana sabatina,
agolpe de trabajo
de las horas que suplican
un domingo para el descanso
y una tarde para la risa.
Llegará el crepúsculo
y con él la luz sombría
que matizada en los colores
pondrá fin a este día
y a la visión de los alrededores...
© José Luis
La selva

Sonidos
sonidos que vuelan
vuelan en el silbo de una saeta
volátil de un arco tensado lanzada.
Una mirada también es una saeta
que se arroja a la órbita del mundo
hasta que su eco vuelve a la propia retina
disociada y con partículas cautivadas.
Las palabras salen de la boca,
los pensamientos de la mirada
y las saetas del corazón
cuando la sangre refleja
los colores de un arco
naciente de la selva.
Enmarañados los jemes
en las ramas del anhelo
sienten crecer los tallos
desde la profundidad del misterio,
desde la tierra fecundada,
desde el útero materno…
Una melodía siempre entre las estrellas
y las batutas de nuestras manos,
unos acordes amigos
para los momentos de soledad
o de deleitada distracción
mientras lanzamos nuestra saeta
a la corteza de un árbol,
a la frondosidad del orbe
o las estrellas.
Quien sabe si la diana
será el objetivo
o simplemente una quimera…
© José Luis
La moneda acunada

En la tirada cara y cruz
retiene el aire en la ingravidez
penetrante una inquietud
en las vueltas de haz y envés.
Contempla el sol los destellos
de su propio reflejo en el tiempo
mientras llegan lejanas las voces
de un conjuro, de un suspiro…
Las nubes pasan entre las sombras de los árboles
y todavía la moneda en el vuelco no decidía el destino
que oculta el azar a la suerte y al propio contendiente,
aunque ese sea uno mismo.
En la plaza una fuente trae el rumor del río
y canta el agua el sino de un redondel acuñado
con la efigie de una madre fertilizada
acaso por el polvo de lluvia dorado…
© José Luis
La caja de los recuerdos

Sobre la mesa una caja descansa
la memoria de los años y el silencio.
Un papel turbio retiene las letras
de sangre y de lágrimas en el seno,
palabras carcomidas en los labios,
susurros de viento en la ventana.
Un sobre azucarado y un dibujo
de las tardes de café y copla,
dos manos que se rozan
en la juventud de sus recuerdos.
Ese olor a colonia tras un sobre
compañero de soledad y distancia,
de tiempo entre las horas
robadas a la noche y a Morfeo.
Una postal doblada en la oquedad
honda de la carne tierna
sujeta entre las sábanas de un ahora
que nunca se acaba en el anhelo.
El reloj donde no andan las manecillas
detiene la inmortalidad y la muerte
en los ojos que ya no miran
la tarde púrpura en el rostro
del olvido y los rasgos de tu nombre.
© José Luis
Panorámica añil

Se desplaza un avión
por la luz panorámica y añil del cielo…
Un pez surca, solitario,
azules las aguas del Caribe…
Índigos los ojos de la noche
deletrean con leve parpadeo tu nombre…
El tumulto de la cafetería se desvanece
en el garzo humo de mi cigarro…
La playa inmersa en su quietud
espuma celeste borbotea…
Tus manos dejaron en mi piel
azures los pensamientos…
La neblina me trae el recuerdo
de una niña envuelta en su vestido zarco…
La tierra rodea el lago
dejando en sus riberas azulinas el olor húmedo
del silencio…
Atravesé los sueños perdidos en la corriente
turquesa de los ríos desabrigados de invierno…
El temblor cerúleo de la muerte
abandonó mis labios
entre los pliegues de tu beso por correspondencia…
Me acercaré hasta tus sienes
con un mundo inmarcesible y marino
entre los latidos palpitantes del deseo…
© José Luis
Disco de inicio

Una ráfaga de viento en la cara
un relámpago ilumina de oscuridad el cielo
un trueno rompe sordo el silencio
es la noche de lluvia llena en la alborada.
Blancas tinieblas inundan la puerta
de una casa deshabitada en el averno
en llamaradas se ha roto el firmamento
donde Caronte en el agua de Plutón rema.
Estigia espuma de Aquiles invulnerable el alma
nueve veces entre los bruñidos mantos de Tetis
y las cadenas indivisibles de un Zeus trastornado
por las helicoidales vueltas de los planetas.
Se ha conjurado con los dioses la tormenta
contra el tiempo de los humanos efímeros
y el fuego arrebatado por Prometeo
en el ánfora de Pandora aciaga y tronante.
La humanidad se consume en sus desgracias
entre tifones, borrascas, tsunamis...
pareciera que en el amor necesitáramos
reiniciarnos con el disco de arranque.
© José Luis
Al fondo de la linterna

Al fondo de la linterna la luz apenas alcanza
más que una ligera tiniebla, una brizna en el ojo
llagado de la noche durante la ausencia de Selene
cuando es profunda e intensa la oscuridad
pero titilante en el espejuelo de las estrellas.
Un tubo largo y acanalado parece un brazo
del que nos acompañamos los días de sombra,
sombra intrínseca en el alma, en la duda
que invade la razón cuando se pasea la muerte
del desgarro por la carne de papel y nardos.
Fijamente miro la bombilla y espero ver
la claridad de un cielo dilatado, sin nubes
entre las arrecifes borrascosos del horizonte
y que mi mente se convierta en un mar
en sus orillas acariciado por rumor de las olas
extáticas y filamentosas de las dendritas.
Necesitamos en algunos momentos
sólo un dedo
que presione el interruptor del engranaje
para que no se quede nuestra percepción
en el fondo lóbrego de la linterna.
© José Luis
Quise ser...

Anoche tuve un sueño
soñé que era gaviota,
que volaba paralelo al mar
y blancas las burbujas de espuma
se adherían al plumón vaporosas
en la ondulación de las olas.
Recorrí durante muchas horas
el cielo enmaromado a la levedad del aire
y en cada aleteada el impulso vertiginoso
me hacía más y más ligero en la inmensidad.
Las estrellas eran puntos blancos
saliendo del paño añil del firmamento
mientras invisibles me rozaban las nubes
los extremos tenues de las alas.
El cuerpo perdía la gravedad del peso,
llegué a ser viento que acaricia mil caras
y arranca ineludiblemente una lágrima
de los ojos que se resisten a entregar la mirada
a la sombra eterna del oscuro sueño.
Perfumado sentí el aire puro e inmaculado
en las montañas nunca antes alcanzadas
y pude ser árbol milenario y transitable
oteador de los silencios del mundo.
Anoche quise ser gaviota
en el mar misterioso de tus sueños...
© José Luis
Sombras de arroz

El sol deja caer en el arrozal
suavemente el verdor
que inicia el camino en los tallos
hacia la distancia y la albufera.
Corre el agua mansa
en el espejo de los nublos
y zozobran azules los reflejos
en los quebrados de los juncos.
Manan los granos de arroz
en sus matrices florales
basmati, blanco, patna o largo
en el valle de Mahanadi.
A las sombras una joven del arroz
descansa sus pies húmedos
hundidos en el mar los recuerdos
y en sus labios el sabor pacífico
de los besos de su amado.
La tarde torna su color
en los frondosos ojos extasiados,
se pierde en el horizonte el cielo
dulcemente su sueño arropando...
© José Luis
Curetes del pensamiento

No abaten las lágrimas
al mar que anhela,
entre los impíos embates del tártaro
y el acrisolado cielo,
sensibles los ojos
que no atienden su silencio
y las marismas de la noche
no tributan vaporoso el murmullo
que dejaron prescrito las náyades
en el pergamino de los tiempos
cuando el sabor de la manzana
amargo trajo el purpúreo rescate
de los hombres y su enigma.
Pretenden las luces
en sus sombras
ser el recóndito bosque
que cobije celoso las ramas
verdemares de la cordura
y de las quimeras
que abandonaron los dioses
en el futuro indeleble de los sueños
entre los temblorosos y pródigos latidos
que encubría pensativo Ida
el monte de la amante Rea
mientras depositaba justiciera simiente
de redención y castigo...
En su transcurrir incierto
la vida
a todos nos torna voraces
de los humores de las pupilas
y la sed furtiva del viento...
© FreeWolf
Flujo manuscrito

Detrás de cada palabra
pone el poeta abierto
un mundo a la esperanza
del mañana y de un silencio.
No lloran los ojos
sino el alma
las imágenes cargadas
en la retina del recuerdo
mientras tañe en cada letra
cúmulos de sentimiento
y ruge contra las peñas
que la bordean incólumes
la rigurosa frente del tiempo.
Arde el corazón poeta
mientras fragua en su simiente
purificantes lágrimas que arelan
el río dorado del sueño.
Hoy no extraño las estrellas
rutilantes en el firmamento
porque tengo en el corazón
un pálpito de aedo...
© FreeWolf
Otra primavera

regresan a mí bravas las olas
entre ancestrales rubores y pálidos ecos
que nacen de sedientas bocas
y se confunden con los estertores del tiempo
mientras los dedos recogen el calor
de los silencios que nos acompasan...
La lluvia deja reminiscencias de añoranza
en la piel de este náufrago
que emite con humo volutas
para sin remitente invocar el amor perdido
y el vuelo de los pájaros
le traen el retumbo distante
de los delirios nocturnos de Selene.
Anegaron las lágrimas el sosiego
en la inmensidad de la noche
cuando la luna venía al encuentro
y bañarnos no pudimos en la salina
amargura de la marisma,
sólo el clamor, que cedimos al viento
pudo acallar el dolor...
y abrir el silencio...
El corazón
está hecho de materia intangible
a las estaciones y los tiempos,
sólo que ahora tristes sus vibraciones
en la caída del sol detienen las raíces del apego
mientras las lágrimas todavía queman...
mas yo retendré tu sonrisa
en el arco iris del sosiego
hasta que renazca tu voz reverberante
en otro amanecer
y lo reintegraré a la savia del árbol
que renueva en la primavera
tu nombre...
© FreeWolf
Canto de Halloween

Bichos
que coreáis trigueños
el rumor del silencio
entre los cerúleos cristales
del profundo sueño,
tornad a la morada lóbrega
entre las dagas de la sombra
que arenosas laceraron mi tiempo
en las carnes del averno
y mostrad exangüe mi sonrisa
entre los espesos alaridos de los muertos
antes que dejen estos labios
en su último suspiro
este verso…
© FreeWolf
Palabras a GOBINA

Se reúnen las palabras
en el vacío del tiempo
a la espera de ser domeñadas
en la profundidad del silencio.
Y el inmarcesible cosmos
accede a que en ellas
rutilen sus espacios
permitiendo a la oscuridad
acoger la afable estela.
A veces en la inconsciencia
se graba ansiado el eco
que atrapa al pensamiento
en el misterio de la existencia.
Y las palabras atraen
del anhelo las imágenes
entre las rumorosas riberas
de la amistad y el apego.
Y se aloja en nuestra ánima
la grandeza y magnificencia
en ese especial sentimiento
de auténtica complacencia
mientras erramos entre las sombras
guiados por esos faros
que sugieren a nuestros rumbos
perspectivas frescas...
© FreeWolf
Tarde de ocaso

Hoy bajaron a un cristo
en su imagen derrotado,
y a un crepúsculo púrpura
con su silencio morado,
era una tarde ardiente
de cirios y de pasos...
Y también su corazón bajaban
en una espina clavado
todo era un bajar
hasta el mismísimo ocaso
de ese lloroso cielo,
de ese cielo aciago.
No puede haber palabras
donde todo se ha vedado
se le ha prohibido la vida...
hoy ha sufrido y callado.
FreeWolf
La vid y los sarmientos.
”No convirtáis la viña en era”.
Tiempos de dura jornada a ritmo de sol y botijo
confundían los pliegues del alma y del cuerpo las cicatrices
bregando aquella profecía sinuosa.
Horas de peticionarias miradas e inquietas esperas,
de largas charlas vespertinas y ligeros descansos.
De ir abonando los surcos con las salobras gotas de risas y rabias,
con la sangre escarlata de muertes y partos.
Y en algún momento,
toda la vida en las dolientes manos abiertas al vacío de la greda
invocando al cielo:
“Las pavesas que en la tierra deposito prosperarán algún día en fibroso leño
anhelando ser pulpa lagrimosa y cárdena”.
FreeWolf
A tu respiro...

tras la fascinada aura toronja del deseo
tornasolado entre los tiempos de saya
y los zapateos de helero.
Sujeta Damocles tu atadura
entre orgiásticos espasmos
de devaneos y lectura.
Buscas sonrisas sin sonidos,
sin palabras que emponzoñen
el refugio con dolor.
Y arañas el aire que detiene el tiempo,
amante innato de la excelencia y el escape,
custodiando entre las uñas lo que temes se extravíe
si no lo afierra, entre los celajes del sueño, tu coraje,
inmarcesible batidor de arcanos sentimientos.
FreeWolf
Extraña distancia...
El mismo rocío que desaparecía entre los ocres pliegues del cabello, desdibuja las encajadas imágenes apostadas allí desde el roce de unos labios ahora extraños...
FreeWolf