Blogia
Rastro de FreeWolf

Estelas

Demos un paseo

 

Unos pasos que a otros siguen...

Pataleo con versos

  
Las montañas marcan el límite del tiempo
no hay distancia suficiente de escabullirse,
el tiempo me convertirá en piedra
dejaré indeleble en la tierra las cenizas
de aquello que fueron nubes y versos.
  
Un triángulo encadena tres puntos
(el yo, un tú y lo que quiera aquello)
y cuatro más con los cardinales:
norte, donde miras cuando vas;
sur, el fervor de lo impensable;
este, sale resplandeciente el sol;
oeste, magnífica la muerte.
  
Una mano verde incesante trae
la estela de la esperanza,
dejemos que vuelen las palabras
que pataleen si quieren con los versos,
¿pues no son los poemas contradicciones,
juegos de pensamientos y letras…?
  
©  José Luis

Cuando la noche la luna retiene ...

  
La oscuridad invade el camino
no atinan los ojos con las huellas
como no atinan con el instante
en que se origina un nombre.
  
Brilla la luna sin ruborizarle su brillo,
como puntual reloj brilla tras sus horas,
manecillas impenitentes y arbitrarias,
tal es el sino ansiado humanamente.
  
Admiro la perfección del cielo
el rutilar incesante de sus estrellas
no depender de la luz o la oscuridad
para ser, ser simplemente ensueño.
  
La lejanía se ahueca en la nada
en el vacío de las formas y los colores
perdura en el corazón y en la mirada,
la lejanía es un arma que lenta mata.
  
Cuando la noche la luna retiene
retiene su brillo anclado a tus ojos
retiene al alcance de mis manos la lejanía
cuando la luna a la noche tiene…
   
©  José Luis

18 de abril de 2010 o de lluvia deslizante

  

La lluvia se desliza perezosamente
oscura nació la mañana del domingo
entre los cañaverales del Tormes henchido
resuena turbulenta la humedad entre los ojos
que tributan rumor al puente herrado
pocos los caminantes cruzan los charcos
espejos de un cielo profundo y azabache
los paraguas bambolean las manos combadas
con el acompasamiento marcial de los tacones
las gotas fluyen estremecidas por la primavera.
  
Por las laderas bajan los arroyos lamiendo
duras piedras en el deshecho de las hojas
se diría que están lavando los miles de años
con las jeroglíficas pisadas del hombre
hilos de espuma y agua conforman la fuente
manante de olvidos y ancestrales ecos bailando
con las harmoniosas corrientes de los tiempos
no interrumpe el sol su indivisible senda
por los espacios erráticos e inalcanzables
se escapa un pensamiento entre las nubes
una claridad levemente azul y esperanzada:
domingo es descanso de lo bien dispuesto.
     
©  José Luis

Joya helada

  

Me gusta ese frescor de la mañana,
el aire arde en la piel y las manos
tiemblan en la cintura del silencio,
vacilantes los pasos se encaminan,
el cielo ruge azul en la montaña
y las nubes deshacen las sombras
en el arrebato de la escalada
donde los pies retienen el aliento
y el fulgor de los volcanes golpea
las entrañas cautivas de las furias.
  
Invernizos los árboles sin sus hojas
dejan florecer cimitarras de témpanos
con la transparencia fija de los ojos
que miran lejos en la tierra de lo absorto,
vagan invariables los rumores de las ramas
entre los buitres de extendidas alas
y el verdor de la hierba ciega el rocío
sedoso tallado en la oscuridad de la noche,
mas sé que saldrá el sol de entre los celajes
para convertir en recuerdo lo que fuera mi joya…
  
©  José Luis

Mariposa posada

Uno... y siempre empezar...

  

Dos mil diez
un año nuevo
con los mismos días de siempre,
una espada en la empuñadura
preparada
hacia el asalto de los acontecimientos
para la garantía de la retaguardia,
ni siquiera las piedras están estáticas.
  
Delante el escudo abrigando el pecho
los torrentes que del corazón
avivan la armadura,
una armadura de candente carmesí
vestigio de choque y gallardía,
nervaduras de una estirpe
de siglos inmortal y renovada.
  
La cabeza,
atalaya de los sueños y venganzas,
recubierta con los perpetuos metales
de las efigies oníricas de los tiempos,
caballo oteador de Troya
y del desgaste de un honor antiguo,
bien alta la frente tangencial a las nubes
el arco irisado de las flechas del mundo.
  
Siempre toca empezar
el día uno de Enero,
¡qué pronto nos volverá
ese sibilino treinta y uno!
Feliz año…
  
©  José Luis

Campaña de locura

  

Bajo el cielo tibio de la madrugada
unas gotas injertan la pupila en la tierra,
observo el fluir de la savia que mana de los muertos,
se escapan las plegarias de los siglos
por los entresijos de la caverna de un oso
mientras dormita los instantes devorados
al semblante desmembrado del hombre.
  
No hay locos en la tarde, el alivio de las nubes
huye por la corteza de la locura, resbalan
negros los agujeros con el suicidio de los sueños,
los alcores arañan frugal el vuelo de las libélulas
y lejano el zumbido de acero traspasa el descuido
supersónico de los ovnis invisibles y anónimos.
  
Se vertebran los recuerdos en la infancia,
aliviados pedúnculos de rocío y madre perla,
bajan serpenteando los riachuelos con la vida,
nada es lo que aparenta ser nada, nada
como todo no es el camino de la dicha,
quizá sólo la temporal locura sea el alma
que nos alivie de la ponderosidad del tránsito.
  
©  José Luis

Un rato arriba

  

En la hora de las brujas, amiga,
germinan las gotas abruptas de sangre
no hay razón que aparente más que la noche
que ha enajenado el brillo de su espejo,
tengo instantes de lucidez oscura,
instantes agrandados en el tiempo impuro,
mastodontes de pulverizadas ensoñaciones,
aparentes dunas de estrellas en el semblante
y alguna que otra dispersión fosforescente.
  
Un rato arriba de las flores me consuela,
en la pequeñez casi perfecta de los versos
esculpidos en sus broches acolchados,
leves cortezas de la reciedumbre inmaculada
cuando los campos son blancas huellas
y el destino ese impreciso temblor
que ruboriza las mejillas del ocaso,
¡qué esplendor el de la cotidiana muerte
entre las derramadas cumbres del otoño!
  
En la hora de las brujas, amiga,
la piel retrae el cosquilleo de las sombras
que se apuran en los cálices de lo efímero,
allí donde el nombre huye de la realidad
y la transpiración de la frente se extingue,
como aniquilado reptil, en el fondo de una gruta.
  
©  José Luis

Las horas en las grietas

     

Se vencen las horas en las grietas,
la tierra abierta espuma la carne
de los brazos indistintos del viento,
azures atraviesan los rayos el iris
en el umbral de los helechos quebrantados
donde asciende la fragilidad y el desarraigo
de los paraísos accidentales sobrecoge.
  
Despoblado el corazón del bosque
sangra las penumbras de la tarde,
hojas verdes el estío abandonan
en la otra parte de la reminiscencia,
y la claridad, del alma fuga transitoria,
se espesa en la oblicuidad de la mirada.
  
Tiemblan las ramas cuando pasa el aire
con el sonido de la armónica en los labios
mientras las ondas de la piel se escaman
acorchadas de silencio en las cortezas,
¿dónde se expandió el silbo del alma?,
¿dónde crece el verdor en la guadaña?
  
Se horadan las grietas en las horas,
en las grietas las horas se quiebran…
  
©  José Luis

Hojas para una cúpula

  
Sujetan las hojas mis pasos
nada veo del suelo
que no sea el intransitable discurrir
de las sombras por el cielo,
abren algunas nubes el día
y la persecución de la noche.
     
Tus brazos me rodean,
me encadenan fuertes ramas,
yacen mis deseos en tu alma,
voluble la tarde
quema de la memoria los mapas
del amor en el paraíso alcanzado.
  
Hay una cúpula en los árboles,
una iglesia circunstancial del secreto
donde las vidas se reinterpretan
en la supremacía de las manos
y abandera el poder de esas luces
sanadoras y perpetuas.
  
©  José Luis

Señora del castillo

  
Fortaleza
cualidad invertebrada
del labrantío de la estratagema,
piedra reposa sobre piedra,
todas a una
para hacer solidez de flaqueza.
  
Fortaleza
cualidad femenina
del talle de la pulcritud,
gema que embellece el silencio,
ideal sobre la práctica
para hacer inigualable a una.
  
Fortaleza
en la concavidad del espacio
donde lejanía y cercanía
son los cabos de una misma cuerda,
los cabos de la querella y el amparo,
del asalto y el asilo,
de lo femenino y masculino
que todos atesoramos.
  
Señora del castillo
que tanto monta
y monta tanto
la “fragilidad” como
el caballero…
  
©  José Luis

Sombra del pájaro

  

Los días de agosto
en los que el sol se muestra límpido,
esplendoroso y fuertemente pajizo
perturba el calor el aire
con el sofoco del fuego.
  
La sombra es el único refugio
donde aplacar el sopor del día,
los pájaros arrostran el vuelo
entre la pesadez tornadiza del cielo
y la fogosidad de la tierra llameante.
  
Aletean los párpados
bajo la negrura de la mesa
y con pequeños saltos se aleja
del fondo de la mirada
un pájaro.
  
Quizá refresque en su retina
los rasantes planeos de primavera
cuando la timidez azulada de Helios
empaña el horizonte de rosáceas
y ambarinas tonalidades.
  
Sentado bajo un toldo meditado
vislumbro de reojo esta escena,
al recordar mi infancia sonrío
de los ardores de otro pájaro
cuando estuvo una vez en mis manos…
  
©  José Luis

Trasera de una foto

  

Potentes los coches la velocidad arrasan,
carmesíes los faros de las luces tiemblan
las espaldas del silencio en la calle celada
donde unos brazos se ahuecan y trenzan.
     
Oleadas de lluvia y pavesas descifran la tarde,
esclarecen los ojos olvidados del abismo
donde se arrojan las plegarias y los miedos
consumidos en los iniciáticos ciclos de la naturaleza.
  
Disimulan los sonidos los bamboleos de un cuerpo
que contra otro se estrecha en el icor de la tiniebla,
no se puede impedir la impetuosidad de la naturaleza
en el rubor de la sangre o la juventud de la inconsciencia.
  
Se asemeja este horizonte al conflicto de la vida,
el trayecto por cubrir en la singladura hacia la meta
es directamente proporcional a la evidencia de la muerte
o a la esperanza de la felicidad aquí sobre la tierra.
  
Desde una tabla de surf las dificultades se sortean
en el mar de poniente mientras la espuma de la duda
desgasta las ambiciones en el vigor de la insolencia,
tal es la trabazón intuitiva de aquesta foto póstuma.
  
© José Luis

Encuentro con dos flores

  

Alargados son los brazos de estas flores,
pétalos envueltos en el ámbar de la noche,
en las faldas tenebrosas de la naturaleza
donde transitan los gorgojos del tiempo
y se deslían los sonidos de nuestras sombras.
  
Sombras, que verdes admiran los rayos
de la luna, no retienen, difícil es contener
lo que fluye con la sangre de los mortales,
el fulgor de los dioses que establecen y asolan
los clausurados espectros de los corazones.
  
Sedosos son los labios que refleja la corriente
mientras proclaman a los árboles nuestro amor,
y las ramas, rumores de pensamientos desahogados,
se entrecruzan volátiles con los vestigios de los suspiros,
quizá sea yo uno de ellos, cuando en ti me recojo.
  
Tiemblan las ondulaciones del agua en mi frente,
ululan tenaces los ojos discontinuos de los bejucos
entre los brocales de tus senos y mis dudas,
el silencio mana del esplendor de la primavera
con las corolas de nuestras manos entrelazadas.
  
Vagan los recuerdos más allá de los muros
que nos unen y separan de los días
en los que, en peregrinación, fuimos adolescentes.

© José Luis

Fingimiento de cartel

  

Algo está presente en la lividez de la noche
y mantiene las pulsaciones de mi espíritu en vilo,
ancestral una canción se encierra entre los labios,
entre las letanías adeudadas de los vientos
acallados en la soledad de las montañas.
  
En el cementerio se marchitan unas flores
y el aire vacilante aguarda en las tinieblas,
se deshoja la espera en racimos de ignorancia,
sobre el muro resbalan las lágrimas del deseo
donde no pudieron vencer los vástagos de Eva.
  
Mentira no pueden ser los hilvanados de los sueños,
los recuentos de los amaneceres en los brazos amantes
donde imperceptible se olvida la mortalidad del tiempo
donde los años a los interrogantes ajustan el linaje.
  
Descorro las persianas que encerraban la luz
en menudencia de asustadizas sombras
y la fidelidad de los árboles me impulsa con sus hojas
a la cercanía del cielo extendido en el horizonte,
más allá de los abismos siempre persiste una evidencia:
caminamos desde la incertidumbre hasta la seguridad
de la muerte…
  
© José Luis

El ojo que ve lo que vio otro ojo

  

Aglomerado de pupilas en la pantalla…
se sujetan las imágenes con las manos
y piden una explicación a las palabras
desde el silencio que no sabe salir
al exterior, desde las entrañas,
desde la frágil hondura del poniente
donde postreros se esconden los rayos
de esa sensación púrpura, se abren los caminos
en un vendaval de tiempo y picardía
dejando en las cunetas olvidado el polvo
y a ralentí el corazón de sensaciones.
  
Apuro la oscuridad naciente de las copas,
se detiene ambiguo un sabor en la garganta
y los soles que fueran tintados cristales arden
en una sombra agitada y broncínea,
el brazo rila en la distancia del amanecer
luces toronjas, del levante un avión rastrea
las estelas de mayo en la oquedad del viento
donde ceñida la diadema de la pureza
ondea suplicante el lienzo esponjoso de la luna
por las noches franqueadas de flores y siluetas.
  
Emerge el ojo del Olimpo
y las vidrieras del ocaso resaltan en Ítaca
donde se desteje el desgaste del tiempo
con olaje espaciado de voces y burbujas.
  
© José Luis

Relaciones de diferencias

  

Rotos los cristales
se multiplican los ojos
en la opacidad espejada de la tierra,
ya la sombra no se encuentra
debajo de las rocas
donde mana la corriente del olvido
y los ríos bullen en la risa
de los ensueños ojosa.
  
La nada trae del futuro aromas,
un escapulario de madreselvas
al escote da respiro de la aurora
y los vientos al atardecer trinan,
cuando se guarecen las alondras,
ecos acantilados del misterio
de la llama de la divinidad
que crepita en las ascuas
de los abrojos.
  
©  José Luis

Tiempos de luz, tiempos de sombra

  

Velados los ojos
la mañana apura la sombra
que desde la tierra se eleva
mientras los árboles sujetan
el recorrido del sol
en la desnudez de sus ramas
como tela desgajada del horizonte
donde enhebramos los pensamientos
enloquecidos...
  
©  José Luis

El esplendor de la locura

La edad es imperfecta,
ha retenido
los recuerdos en tu boca.
  
Una es la charca del abismo
en la que fielmente el cielo
se refleja
en el reflejo azulado del misterio,
siempre existe un misterio azul
en los guijarros del zapato.
  
Traes los sonidos que te aprietan
los pensamientos en la garganta,
ahora entiendo tu mirada,
tus sonrisas y la ausencia
de la razón humana.
  
Hundido en el vacío del silencio
tu cuerpo tiembla,
se delata en los ojos
la prisión del alma…
  
©  José Luis