Barquillero
La plaza reúne en su mañana la algarabía
y el silencio reverente del paseante
alrededor de esa intangible aureola
de impensadas relaciones y en sus vueltas
se compendia lo que en distintos años
han dispuesto en los balcones y columnas.
Los granitos del suelo ajustan sus huellas
al sol de entrecerrados ojos y a la sombra
nervuda que gira en cada canto con los pies
de la historia y el aire fresco y filoso,
¡tantos son los arcos inabarcables del recuerdo!
Sin la maraña de los niños y en su quietud
una arqueta roja encara el frío del otoño
en la conversación mansa del barquillero
ante la tácita ausencia de clientelas
y manos cálidas que volteen su corona.
Todavía sopeso en mi mano la peseta,
apretada y caliente, con los nervios
impulso la ruleta de barrotes numerada
en la consabida acrobacia de barquillos y obleas
destapados con la ilusión de la inocencia.
© José Luis
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