Se oculta la inmortalidad
El fruto pende ya de la rama
y no hubo mano que lo tomara para sí
o acariciara.
No se perdió la savia,
tuvo ajustada la vida,
conforme a su entrega,
mas al final, todo
regresa al igual que se inicia.
Estuve allí,
cuando dejó dentro el hálito
su sonido en el silencio
y el estremecimiento imperceptible
descendía desde otra rama.
Cómo ansían las flores ese rocío
cuando la mañana no oculta la tristeza.
El olor,
el de las tardes inconfundibles,
planea de unos cuerpos a otros
mientras los pájaros te aguardan.
© José Luis
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