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Rastro de FreeWolf

Cubil Bucólico

Atardecer y amanecer

Atardecer y amanecer



El atardecer y el amanecer
el uno y el otro son talantes del día
con la potestad de evanescerse
entre amarillos, cárdenos y azules
sutilmente empenumbrados.
   
Ese día el Tormes con sus árboles
se esconden guarnecidos en las tinieblas
conjugando con el cristalino de la cámara
el asombroso espectáculo cotidiano.
   
Necesita la luz de las prominentes sombras
como el día de los contrastados colores,
el iris en la bóveda y su inmutable esfera
estática y dinámicamente entrañable.
   
Intensamente se inflama el esplendor,
crece y repentinamente se apaga
al compás de mis sonoros pasos
mientras me alejo por el puente
con la cabeza envuelta en centelladas.
      
© José Luis 

Espera tras espejismo

Espera tras espejismo

  

Espejismo en las nubes
las cuentas no cuadran
bajan las laderas rodando
mientras se retira la sombra.
   
Las ideas buscan su autor
entre los entresijos de la colmena
una lejana voz despeja el bastidor
tras el que se engalana la alborada.
   
Amanecerá la lluvia en los cristales
dejando el frescor de la noche
de azogue envuelto en perfume
donde se entretiene el horizonte.
   
No engaña la vida a quien nada presta
porque no es fruto del orgullo ni la ira
ni tiene mayor sentido y jerarquía
que la ilusión onírica de un alocado.
   
No enredo el miedo con la verdad,
aunque a veces no los distinga,
es tan fácil dejarse llevar…
si la noche, incauta cómplice,
me es propicia.
   
Espero tras mi espejismo
que la transparencia del tiempo
cubra indefectiblemente mi cabeza
cuando me envuelva la luz de las estrellas.
   
© José Luis

Los números del reloj

Los números del reloj


Añoro de las agujas del reloj,
los minutos que en sí desertaban
en esa imprecisión de momentos,
ahora con pantallas inscritas
todo es puntualidad secuenciada,
existencia que se ha acostumbrado
a la precisión milimetrada,
ya no subsisten esquinas
para la pérdida de tiempo.
   
Un mirar de sesenta impulsos
con el aliento en suspenso
hostigando en cada leve ademán
lo que perdura en la mente,
lo que se oculta en el subconsciente;
permito que sucedan automáticas
las reflexiones
sin retener ninguna…
   
el jardín cubierto con rutilantes mariposas,
los caminos que polvorientos a transitar invitan,
altas las montañas invernales blancas asemejan
ese helado de nata por el niño ansiado,
las letras ordenadas de un libro
que en suspense me cortejan
mientras batallo su final con las páginas,
el sueño que es sueño y pesadilla,
la amistad de un café en sillones de paja,
el mundo recreándose…
entre la ingenua realidad y los deseos imaginados.
   
Son los números del reloj,
a los que no damos importancia,
los que marcan nuestras vivencias,
las graban en nuestro chip-cabeza
como nuestras posesiones únicas e inmateriales,
los recuerdos,
que unas veces permanecen
y otras, indefectiblemente,
se desvanecen…
   
© José Luis


Lluvia y flor

Lluvia y flor

Lluvia y flor de otoño
el aire aroman
un domingo de septiembre
la montaña.
   
En cada paso mana la humedad
resquebrajando las entrañas
al paso de mi sombra,
el sol se ha escondido
con juegos de luz y sombras
las piedras se muestran
en caprichosos contornos,
el orégano es lo que me perfuma.
   
Valdesangil se muestra en colorido cuadro
de hierbas amarillas, verdes prados,
enrojecidos helechos y nubes blanquinegras.
   
A mis pies miles de campanillas repican
con sus filamentosos badajos
entonaciones nacaradas y ocres,
contemplo en el resbalar de sus lágrimas
mis propias alegrías
mis inconvenientes tristezas…
la belleza como la vida
son eternas
porque son humanamente efímeras,
extraordinariamente sensitivas.
   
Me refugio en el silencio de la mañana
permitiendo a mis pensamientos,
aún atados a la reclusión,
que libremente vaguen
entre las formas
en que las piedras se dejaron
amansar por la naturaleza.
   
© José Luis

Quién no desea ver anochecer

Quién no desea ver anochecer

  

Cadenciosa llega la noche
irisando el inmenso lienzo
que es la ventana de este horizonte.
   
El azul se ha enredado todo el día de nubes
esculpiendo minúsculas e informes masas encaladas
que un sol inquieto embaucaba con rayos entrecortados.
   
Con las horas el cielo ansiaba su azarosa sudoración,
se apropia del sol la energía cobriza
que ahora de manto sirve
a la purpúrea mirada que atraviesa esta oscuridad espesa
en ondulantes y abnegadas lenguas anaranjadas.
   
Negras líneas dibujan mis ojos
ocultando lo que fueron imágenes claras,
no me asusta esa negrura reconocida,
porque intensifica esta excepcional belleza
cromática que mi pensamiento ilumina.
   
Quién no desea ver anochecer
sabiendo que en el devenir de las horas
la decadencia del día
es efímera grandeza de la noche,
un esplendoroso e inocente momento
para las entrañas ávidas y atentas...
   
© José Luis

Ventana en flor reflejo

Ventana en flor reflejo



En la puerta estoy de la casa,
a la intimidad accedo por tu ventana,
intimidad externa, simulada, florecida...
   
No atisbo qué escondes dentro,
solo percibo
como en el transitar de los coches
mi propio deambular por los cristales.
   
Inhiestos los verdes tallos
dejan que pétalos blancos bamboleen
y entre ellos me oculto,
me guardo también de tu mirada.
   
El día es azul y brillante
y por eso, las rejas me ceden el paso,
el día es fiesta y engalanado urge
que yo preste mi atención en tu antesala.
   
Cuánto tiempo y mimo pusiste
en la semilla sepultada,
cuánto tiempo y mimo escondemos
en aquello que a veces no es reflejo
de todo lo que en verdad nos afecta.
   
Hoy
paralizado en tu escaparate
admiro
la belleza que me ofreces
desde la satisfacción de mi labios.
   
© José Luis

Líneas

Líneas

  
Cielo entreverado azul
blancuzco en nubes desintegradas
con cables unidos a la tierra
heredad sujeta en los pies
y ojos que se afirman
en un avistar oblicuo.
   
La energía se mueve
pero al igual que la bravura
está ceñida a la línea
que continuidad imprime
fuera
donde son los límites
purpúreas pretensiones.
   
No hay pájaros
donde el sol la mañana alegra
porque hay días
cuando la tarde se ciñe gris y opaca
cuando la abertura del cielo es inerte
que negras alas visten
las energizadas rayas.
   
Me gustan las líneas blancas
que dejan en el azur del limbo
otras alas de viajeros
que dejan abajo su mirada,
yo una vez fui uno de esos
que temblaba
cuando la líneas rojas de unos labios
me besaban.
   
© José Luis

Miradas de cigüeña

Miradas de cigüeña

  
Atrás quedó febrero
con sus soles y carnestolendas;
al abrigo de las chimeneas,
junto al invierno
atrás, febrero, quedaste.
   
A tus nidos vuelven los pretendientes
barruntando ramas y cigüeñas,
que en las alturas la naturaleza sigue
en la nueva vida que se engendra,
blanco sobre negro el pico
acepta en la madurez la espera.
   
Miradas de cigüeña en los batientes,
domicilio incondicional en la alborada;
aquieta al horizonte tu mirar
de lisonjeros tejados oteadores
de promesas halagüeñas estivales,
pues de camino traes ojival
nuevo pico en las entrañas
inmaculado y batiente plumaje.
   
© José Luis

Río, suena y sonríe

  

Renúevase el aire,
profundicen los gases la atmósfera
y ríase la tierra con las cosquillas
del brebaje;
parece que cuando se necesita
la esperanza se vuelve
como se vuelve el agua
en el recorrer
de recovecos pendientes.
   
Los senderos infrecuentes y sonoros
escapan de los verdes pies empedrados
mientras la bruma se agita y se aquieta,
sístole del abismo y mi alegría,
diástole tenue que crece como pueriles troncos
que vacilan en la madrugada su crecer fluido.
   
Hilos de plata componen las piedras
pareciera un distraído y afanoso sastre;
desiguales trazos a derecha e izquierda
entretejen la distancia de un ayer y el ahora...
Penélope en su demudada espera
viendo acrecentar su incertidumbre
y enmarañada demora.
 
El día avanza en mis pasos,
el suelo almohadillado me acompasa
y el rumor sorprende al apacible paisaje
que con los ojos cerrados
el esparcimiento se inventa.
   
Río, suena y sonríe en mis labios,
déjame acuosa en el beso
la trémula y glauca mañana.
   
© José Luis

Flor primera

  
Marzo, imán de las flores,
días alongados al invierno
de prímulas en la tierra esplendente
y de voladeros pétalos en el cielo.
   
Albor cautivo en las ramas olorosas
chispas que acarician fronterizo el velo
donde encuentro, más allá de los ojos, la mirada
en la esperanza de un niño jugando en sus sueños.
   
Es la flor primera que alcanzo
de los brazos temblorosos del almendro
me mira azur la investidura que la envuelve,
padre, que así también me mirabas
desde la rejuvenecida claridad de tu rostro.
   
Miles son
las contiendas en la niebla amurallada,
dudas enardecidas se zurcen a la sombra
mientras forcejeo oscuro en el caudal
de las extinguidas memorias, oh, mi flor
abierta, en la primigenia alborada.
   
© José Luis

La ventana abierta

  
Siempre encontramos una ventana abierta
por todas aquellas que aparentan cerrarse,
la impulsiva claridad en el interior penetra
y comunica una inmensa viveza a los colores,
vuelve la sonrisa a intimar con las paredes
en ese guiño radiante de rociados tornasoles.
   
Vence la resistencia de las piedras al tiempo,
¡cuántos descansos habrán encontrado en esta sala
impenetrable y reciamente oscura los caminantes!,
¡cuántas veces el portón de entrada habrá crujido
los olmos cuando chocan contra el viento ciego!,
¡cuántas las pupilas dilatadas habrán saciado
en sus conos la veracidad de las emociones…!
   
Los ojos, esas ventanas del corazón abiertas,
comunican francamente los sentimientos,
espeja la mirada las nebulosas sucintas del alma
entramado irradiante de luces y opacidades.
   
© José Luis

Dos visiones unidas

     
Los ojos se han ido de las esculturas
siempre desaparecen cuando son colocadas
un acto de protesta por sentirse obligados
a ser testigos de una realidad persistente.
    
Firmamentos de alados inundan sus frentes
el cobijo de un nido de invariables pensamientos
sobre los que danzar y considerar en atrevimiento
no cambiar nunca una idea propia por una ajena.
   
Dos visiones unidas toman mucha fuerza
dos versiones de la misma entidad significativa
de izquierda a derecha y de abajo a arriba
dos visiones ligadas mutuamente se enriquecen.
   
¿Una idea, es masculina o femenina?
¿una opinión puede envenenar al pensamiento?
¿el cielo en su caída saqueará muchas aves?
   
© José Luis

Tras los tallos mecidos una espiga...

  
Los tallos combados de las espigas
interpretan la soledad del viento
en la sinfonía bermeja de la tarde
mientras mis manos se adormecen
con la suave intimidad del domingo.
   
Suficientes imágenes revolotean
para engendrar los pensamientos
persisten extendiéndose en las alas
los brotes de la arrebolada primavera.
   
Combate conmigo cada palabra
se curvan irremediables en el cerebro
juegan como obscurecidos nubarrones
con el sol entumecido de mis dedos
y en cada tecla un quejido profundiza
el miedo a quedarme a solas
con la insatisfacción de los deseos.
   
Vuelven las gotas de la lluvia
a resquebrajar la placidez del tiempo
vuelven otros días a ser lo que no fueron
humeantes trasparencias en el fulgor
remoto y amortiguado de la aurora.
   
La edad en mi piel se refleja
con cada hendidura surcada
por los granos del otoño encintados
tras los tallos mecidos, una espiga
se desgrana en mi recuerdos…
   
© José Luis

La rana de latón

  
El manubrio gira insistentemente
aletean sin voluntad las patas traseras
adelantan el suelo los saltos procaces
donde convergen mecanismo y gracia.
   
Provocan en su movimiento mis manos
espirales de liviandad cáustica
saltimbanquis piruetas mecánicas
pálpitos estertóreos y tenaces.
   
Inapelable con la rana es la cuerda
indivisos los hilos la arratran,
títere inflexiblemente fiel y ciego
fuiste de albedrío desarmado.
   
Desde tu interior sé que me miras
no llegas a entender esta maraña de espíritu
en tu mirada de silenciosa compañera,
algún día si pudiera… yo te contara.
   
© José Luis

Alegoría de los mundos 4

  
En los labrantíos de asfalto y cemento
son las luces incontables de la noche
rutilar dorado, rutilar argento
   
múltiples son también las luces
en la mente, otros visos existen
luces de oscuridad, luces de muerte
   
en la guadaña encendida de tinieblas
en la guadaña de la luna segadora
aúllan anhelosos los indómitos licántropos
   
la sangre converge esplendorosa
y con alaridos levantan las montañas
el delirio en las profanadoras rocas
   
partos de atardeceres ancestrales
bocas gimientes en la espuma orgásmica
heridas que dejan brotar al hombre
   
en la nieve donde interpela al sosiego
cómo fraguar y hacerse escarcha
ser el lechoso manto del silencio
   
el tallo purpúreo, ardoroso y tierno
el incesante fragor de las mareas
la vida súbita que se hace encuentro.
   
© José Luis

Fuga

  
Nadie hay
en la conciliación del camino
la bruma envuelve
la soledad.
   
Huellas prolongan otras huellas
nadie en el camino hay,
volátiles abandonan la tierra
los pensamientos.
   
Su fluir ha cortado la corriente
en unos esparcidos charcos
el cielo en ellos se mira
e indefectible toma asiento
en la mente olvidada.
   
Ha huido el mar de plata
deja la orilla de silencio
arrinconada en Salamanca,
de peregrinos el deambular
será el agrietado resquicio
de ese cansancio sempiterno.
   
Miran los ojos la distancia,
desasosiego…
en la conciliación del camino
andan los pasos ciegos.
   
© José Luis

Rocas polimórficas

  

Dilatan las rocas sus formas
figuras gorgojean mis cuencas
cada oquedad… un ojo insondable
donde se desprenden las rosas
del viento
y los relámpagos, del aire.
  
Miro alrededor de los cielos
los inquebrantables macizos,
se descosen perennes las siluetas
que impuestas boca arriba musitan
chocantes las espumas del océano.
   
Crecen los dragones en sus sombras,
aletean tempestuosas las arenas
el hormigueo de la penumbra,
es la sutil vorágine de los descensos,
el inmanente invocar de las raíces
las gorgonas implacables del tiempo.
  
La espalda eriza escalofríos de invierno
la voz se sumerge en los empréstitos
y el arrullo negro de las nubes
recorre la garganta ancestral…
de Morfeo.
  
© José Luis

Desintegración interaxial

  
Las ruedas viran en su giro
giran las ruedas mi mirar
viran y viran las ruedas
giran y giran sin parar.
  
La luna tendida en la hierba
con su sombra tendida detrás
trunca la noche la aurora
quién sabe quién vendrá.
  
Se ha roto la madrugada,
sí, desintegrado se ha;
sigue su curso el eje
de la vida con sus ruedas,
¿ha captado tu mirar?
  
Despacio sobrevuelan las nubes
la tierra ambarina y reseca
la sombra de la luna se estremece
porque la oscuridad se espesa.
  
En sus raíces se desintegra Selene
es tiempo de aguardo y espera,
shhh, silencio, no la despiertes
que en mis sueños te piensa…
  
©  José Luis

Lejano jinete

  

A lo lejos se escucha el trotar de un caballo,
cruza el jinete la estepa mudo e infranqueable,
galopa junto al viento y desdibuja en el espacio
ondulosas las líneas donde se detiene la fiebre.
  
Penetrante se alza el calor que consume e hierve
la sangre rugiendo acelerada contra los malecones
trae extendida la hoz guadañadora de mil batallas
y la quietud sesga de la mañana en infinitas partes.
  
Se ha extendido la ciudad a cada paso de trote;
las torres, almenas e iglesias llegar al cielo parecen,
las nubes rozan mi memoria mientras tras un instante
la lluvia fragua innumerables tesoros en mi garganta.
  
Abandono la morada de las hojas que nacen al rubor
y siento de las montañas el azulado en mis yemas,
trepo por la espalda de la noche hasta tu mirada
¡qué ciego es el amor cuando quiere…
no ver nada!
  
©  José Luis

... qué decir

  

Algo que decir quisiera
amasar en la sobriedad de la noche
dulcemente las palabras
y llegar a encontrar el retumbo
desconcertado de los sueños.
  
Sé que las letras son corriente
como la fluidez invulnerable del agua,
plateado torrente del intelecto
en las crepusculares sienes de la tierra,
polvoriento reposo en el verdeo del tiempo
y acaso esa pavorosa hendidura
en los medulares cimientos de mi demencia.
  
Sucederá a la noche en el semblante la luz
sondeada y sinuosa de otro penetrante amanecer,
humedecidas las rosas abrirán sus alas cambiantes
con los rompientes extenuados de la mudez,
las palabras que encontraron un camino
calmosas se extenderán en el día alfombrado
y devolveré a tus rebordes el recuerdo
algún día en mi corazón abandonado.
  
Trémulas dilato las cumbres de mis dedos
hacia los celajes que velaban nuestro exilio,
hacia el collado de los arroyos desierto
en el invernal solsticio del albedrío,
acelerado el loco trote de la providencia
carmesí me vuelve la sangre en su enredo…
  
©  José Luis