Se muestran los artículos pertenecientes a Diciembre de 2007.
Escenarios

Hay lugares en el mundo
donde confiar la mirada
y extender infinitudes de silencio
mientras vierte Gea su manto
por las oquedades de la tierra
como una madre que arropa su bebé
en el transcurso de la noche.
Distingo las montañas que avanzan con los ríos
desde la prolongada lejanía del horizonte,
y cómo desde lo alto se revela la majestuosidad
de un paisaje con su propia e innegable ánima
que invade los ojos de tiempo y convenida complacencia.
Una alondra fija su nido en la cabaña abandonada
donde la calma es un susurro intermitente
de piares y aleteos mientras llega la tarde
con su rumorosa oscuridad y olor a huerta.
El cielo trepida nubes
que se inflaman en oro y sangre,
brasas celestes que invitan
a recorrer el cendal purpúreo
cadenciosamente...
© José Luis
Hay veces que tiemblo...

A veces me despierta una palabra
que no sale de mi boca,
una palabra azul que baila entre las manos
de la noche las sombras.
A veces me despierta un silencio
que nada me habla,
un silencio azul que desde cielo desboca
las nubes de la madrugada.
A veces es tu mirar quien me despierta
durante el respiro de mis ojos
y pacientemente me pregunta
por qué me acecha el mar de los deseos.
A veces nada me despierta
y un temblor frío me ronda
las esquinas de mi alma
porque te necesito
y no te encuentro.
© José Luis
Pinceladas desde la muerte

donde no existe el silencio
ni siquiera compañía cierta,
sólo el frío en el aliento
de un alma seguramente inquieta.
Al mar le silban las entrañas
como las alas que vuelan del ave
sin la profundidad de la mirada
con las olas que descosen las nubes
de la tierra y su escalonada silueta.
Sus letras las palabras han dejado
y el alma el cuerpo que habitaba
ahora no hay ya sombras
ni sol en la mañana.
Pareciera una música de cine
en los oídos amplificada
música no conocida,
quizá olvidada
como se olvida una vida
en el más allá de los albores
de mil planetas con sus alcazabas.
Soy árbol que pierde sus hojas
árbol otoñal entre dos tiempos
dos vidas que se integran
una en un instante
y otra de reverberación eterna.
© José Luis
Luz de niebla

La noche son puntos ocres en el firmamento,
puntos de luz espesos que cuelgan del agua
suspendida en partículas de claridad y sombra.
Camina la niebla por las calles de la ciudad
hundiendo el cielo en las mismas entrañas
milenarias de las piedras y el abombado silencio.
Los árboles con sus brazos extendidos
son deslizantes regatos de gotas
que palpitan plegarias al cielo
mientras sienten la pérdida de sus hojas.
A lo lejos chirría oscuro, ronco el motor
de un autobús pasajero, vacío y sin retorno
que regresa de la pesadez, del ajetreo del mundo.
© José Luis
Un velo y el aire

Un velo tapa los ojos que no se quieren dejar ver
mientras brillan sus retinas en la penumbra
donde un pájaro cruza la bóveda del puente
al que estoy sujeto por la noche y las estrellas.
Mi sombra se aleja en la orilla
como un reloj que se estirara en sus horas
y se dejara deslizar entre los cristales
de fuego con los que arde la tarde
cargada de pensamientos y bruma.
Hoy el aire se escapa
y me trae de oriente el rumor
de su música e insondables bailes
donde el cuerpo inscribe en su mover
los enigmas que se esconden
en la inmensidad recóndita del mar
mientras los peces tejen palabras
a las sirenas y sus seductores cantos.
Un velo tapa tus ojos
y me retiene entre los mares
con los enigmas del universo
y las sirenas de Ulises.
© José Luis
Prímulas y rosas

El día con sus nubes perezosas
atenaza el sol y el firmamento.
Nace del frío el aleteo constante
de las aves entre las ramas desnudas
de los árboles y las corrientes del río.
El puente sujeta el agua a sus pilares
con la hondura de los barrancos
que atraen las lluvias y los sedimentos
donde dejar olvidadas las contrariedades.
Espero que la tarde traiga a los amigos
que se alborozan conmigo en la fiesta
de paladares entre dichos y copas
mientras una vez más dejamos en la vida
los lazos mortales que a la divinidad nos vinculan.
Y será entonces
cuando de un día gris
florezcan prímulas y rosas…
© José Luis
Cuatro jinetes

Vienen por el camino
cuatro jinetes
y los árboles les forman
el pasillo de la muerte.
Uno es la mañana
que amaneció de la sombra
de los pueblos inconscientes
que no tenían palabras
ni tampoco tierra en la que guarecerse.
El segundo es la tarde
que cabalgaba sobre el azul
sinuoso de las corrientes
y trae en los labios
el ocaso del sol
y acaso el reflejo de algún querubín.
El tercero es la noche,
la penumbra de los astros
que brotaron de la nada
y la eclosión de una idea
sin tiempo, sin miedo, sin condición…
Advertí del cuarto
que era un yo desconocido
desde que antaño se perdiera
entre las hojas de otoño
y la leyenda de un misterio
como el sentido de la vida.
© José Luis
Papel y bolígrafo

dentro la tinta espera los movimientos
de la mano sobre le papel en blanco
para dejar en él sus trazos
sobre lo que la mente piensa.
Nada sabe la tinta de los sentimientos
que están ahí afuera
ni de las personas que ciñen su cuerpo
para dibujar las estelas del alma
o del mar mientras barcos y nubes
navegan.
Ni tampoco el papel se imagina
cuál será el jardín
que de la tinta florece
sólo son los testigos
de lo que tras las huellas tintadas
unos leen
y otros anhelan.
Deja la mesa que unos libros
sean los sueños que se apoyen
con sus lomos y páginas
en la sombra de la inconsciencia
mientras la lámpara cede su luz
a las letras que se despiertan
con el rumor de la noche
sobre la luna nueva.
La tarde perdió su brillo
y los colores del cielo,
ahora en la oscuridad
el bolígrafo y el papel duermen…
© José Luis
Antenas de hormiga

La tierra está cálida a pesar del frío,
rozar su timidez es trabajo de las hormigas
mientras hurgan en sus entrañas
y la arena despierta voraz al tiempo.
Una nube deja caer su simiente
entre los arrozales de la India verde
y unas manos acarician las gotas
que raudas resbalan por los tallos.
Veo en su cara las historias vedas
que lee parsimoniosa en el cielo
mientras se quedan en sus yemas
la lluvia, las letras y su mirada.
Sobre el agua una hormiga
tenuemente mueve sus antenas
acaso el viento de oriente
me traiga el eco de su risa…
© José Luis
El oscurecer de los patos

La corriente discurre fría por la oscuridad
mientras el cielo mantiene celeste su azul
y los árboles arquean sus ramas y sombras
en el espejo reflectante de la noche.
La línea del río es el ondular del agua
cuando los patos bracean sin rumbo
y las ondas de sus alas olvidan la pesadez
propia del cuerpo que se interna en la espesura.
La luna erupciona su cara en la oquedad
impenetrable e irreductible de los sueños
donde nada es de color y todo se impregna
de hálitos sutiles e incorpóreos.
Oscurece en las marismas de los ánades
donde transita el ulular de los dioses
que brindan con los icores de los mortales.
© José Luis
Números pasajeros

De las manos se entrelazan cinco dedos
urdimbre de mimbres y molinos
que azuzan las nubes y corrientes
que por el mundo huyen sin destino.
Seis niños montan en la rueda que rueda
alrededor de los árboles y el cielo
con la cara en el infinito abandonada
en los sueños que despertaron una noche
del letargo de otras vidas olvidadas.
Ondular hacían tres patos
las aguas densas de la noche
entre los caladeros del silencio
cuando una rana descubrió
que era un príncipe hechizado.
Nueve campanas resuenan en el aire
de un lugar extraviado en la memoria
mientras se oculta el murmullo de la tarde
en los recuerdos de nueve aldeanos
que una vez fueron niños en su parque.
Uno solo es el tiempo de la vida,
de qué vida te estarás preguntando,
de aquella que dejamos entre números
creciendo con el barro de las manos…
© José Luis
Bombilla fundida

Un hilo resbala por la ladera oscura del abismo
y la noche no oculta su sueño ni su miedo
mientras el fulgor de un filamento se extingue
como un árbol cuyas raíces crecieron en el cielo.
No hay luna que no deje su brillo azul
recortada en la bóveda de algún templo
donde se invocan con susurros ancestrales
el origen de la vida y el aura del viento.
Crece damasquinada una flor entre las baldosas
verdemar de los alientos y reza en cada reclinatorio
un pétalo que nace las mañanas de domingo.
Vuela a mi alrededor una libélula de transparentes alas
dejando en mi semblante el rocío de sus lágrimas
por la complacencia de una vida breve pero colmada.
© José Luis
Fuente flotante

De una esfera se irradia una luz incandescente
donde un árbol burbuja deja en los sueños,
flotando en el vacío creador del universo,
un venero dúctil e impenetrable.
A lo lejos esa luz parpadea
entre los arenales del ocaso y el tiempo
mientras de tu boca surjan las ondas
y se expandan tras las palabras
que escalan la noche asalmonada y triste.
Trae la muerte una certeza
entre sus labios de plata
que se bañan en la luna y se refrescan
tras los velos que ocultan los ojos
y para siempre los cierran.
Todavía busco espinoso el silencio
prometido un día de tus labios,
un silencio que levite
el paraíso de mis sueños.
© José Luis
Por la ventana abierta

Dos noches caben por una ventana
los días que acortan diciembre
cuando el sol es una bola anulada
en el agujero negro
de una quimérica historia.
Hay veces que unas cortinas
le impiden el paso y la sombra
son unas líneas tensas y oblicuas
como palos de billar perpetuos
en el enlosado del Estigia.
Las noticias se adhieren al periódico
y la luz las envuelve en el halo ocre
de las tardes desvanecidas de fluorescencia
donde el aire es un silencio denso
y las palabras opacas turbulencias
que absorben el eco de las mariposas
que susurran desde el cristal
carambolas de inocencia…
© José Luis
Sábado por la tarde

entre los relojes de la historia
y las nubes que cierran el cielo
como un globo que deja escapar el aire
para subir y subir los azules alcores del silencio.
La arboleda es una sombra entre el río
y el reflejo toronja de los pájaros
que arrojan al día su aleteo constante.
Deja la música ecos
sutiles entre los huecos de la pared
y las ramas mudas de los árboles
como cuando la lluvia empapa
la camisa y la calma
mientras los pies no reconozcan el camino
que me aleje de las arenas punzantes
y los repechos del anhelo.
Ahora encogeré las alas
y posaré la cabeza en el interior de la almohada
donde buscaré la corriente serena
que lleva lejos
a las estrellas…
© José Luis
Un mundo onírico

Has visto el cielo
y el fulgor del sol te recuerda
vidas fugaces entre los sueños del día
y las sombras gélidas del invierno.
Hace mil años eras una piedra
en lo alto del monte
donde el aire soplaba el rubor de las nubes
y el horizonte celaba un vasto y ladino misterio
donde se disipaba la arena de los atardeceres
mientras crecían los pensamientos
justo en la boca de los peces.
No sé si la nebulosa que ciñe las faros
reconocerá en su intermitente luz
los albores de la noche
cuando desde el interior de una piedra
manaban los pensamientos de un pez
que alumbraba el mundo por su boca.
© José Luis
Cuerda poco cuerda

Las piedras bajan por la ladera
en una persecución excéntrica
de arenas y vueltas
es una abrupta noria
incesante de ritmo y tiniebla.
Al fondo el mar
blanquea el horizonte
infinito de espuma y olas
trepidante aullido
al romper con las piedras
en ritmo incesante de caracolas.
Una clara franja saludo del sol
me recuerda la sonrisa de la luna
verde entre las flores del vergel
que perdido en las ruinas de un templo
fuera la única puerta a un mundo
al que se le acaba la cuerda…
© José Luis
La hora confusa

Las horas de un día se han pasado
entre los rayos que el sol abandonó
hace mil quinientos millones de años
y el rastro de sombra que proyecta
el paso del vacío y la nada inerte.
He buscado entre las horas
los pensamientos no pensados
como se busca un objeto
que tienes en la cabeza puesto
y se oculta a los ojos que no miran
mientras veía cómo la nieve
traía al suelo la blancura de las cumbres,
un respiro inmaculado
donde dejar las huellas
que no tienen destino.
Pienso en una cama
en un cuerpo anonadado
y en esa hora confusa
en la que el alma
se ensimisma
y se sale del cuerpo…
© José Luis
Cenizas

Juego con la noche entre los sauces
que dejan caer pausadas las estrellas
como ojos que miran infinitamente
el silencio prolongado en tu semblante.
Recorro las sombras de las ramas
que ocultan la verdad en tu mirar
mientras senderos brillantes penetran
en el cielo rasgado de tu frente
desde que la tarde extravió tu caminar.
No te sorprende que sean los rayos
los que busquen de la luna el secreto
que la mantiene tersa entre las flores
de tus manos cuando acarician
la crin rasgada de mi estela
entre las brasa consumidas del ocaso.
Una sola es la señal
flameante entre las llamas
que la chimenea agita inescrutable,
el eco de mi voz
entre las cenizas de tu nombre…
© José Luis
En una bolsa

Una nube deja su sombra sobre una bolsa
donde la tierra desteje el eco del otoño
y las cigüeñas planean trayendo en sus picos
los copos que manan de una flor de nieve.
El reloj retiene las horas que marca
entre los arrozales blancos del olvido
donde los sueños juegan a esconderse
tras los cristales azures de tu ventana.
Has corrido las cortinas de la noche
y la luna es un punto quieto y lejano
como un dilatado horizonte sin olas
que navega entre las aguas infinitas
y las tersas velas de un pensamiento.
Las márgenes del silencio nos invaden,
somos arenales varados en las rocas
que chocan incesantemente
contra la corriente del universo
y la bolsa de aire con una sombra.
© José Luis
Una flor de otoño

No hay aroma en el jardín
el frío lo retiene en el aire
como una pájaro que planea
en las cumbres impenetrable.
Sólo una irrefrenable vara
luce espinas entre sus poros,
no han querido abandonar la noche
que cubrió el paraíso desheredado
tras las lágrimas de las estrellas.
He mirado en tus ojos la rosa
que espera ser pétalos deshojados
una mañana clara de otoño
entre los párpados de Adán y Eva.
© José Luis
Re-posando

Vengo de un país
donde no existe la verdad ni el tiempo
y las lágrimas son tejas azules
que resbalan a la lluvia y al silencio.
Mil ojos son las calles inexplicables
por donde sólo se pasará una vez y nada más
porque el materia carece de brújula
y la apariencia es un minuto de arena entre los labios
que dijeron olvidos y posaron pájaros en la noche.
Siento cómo mis alas se desunen del cuerpo
y me precipito al vacío denso como una cristalina esfera
donde el aire es agua que el mar abandona en las costas
como peces que ya no necesita
o pulmones que nunca dirán las palabras usurpadas
a la muerte o a la vida.
Quisiera púrpura una luna
que reflejara la luz de tu ánima
y dejara entre mis manos
los anhelos que el arco iris
esparce entre tu piel y mil besos,
torrente del deseo y mis labios.
Ahora que reposo en la oscuridad del cuarto
se encumbran otras alas que ya descansan
sobre la repisa fragmentada de tu frente
y la mirada distraída de nuestro pato.
© José Luis
Nochebuena

Una mesa dispuesta y el salón oscurecido
por la luces enganchadas al árbol,
palpitantes como el corazón de un niño
que vive mágicos acontecimientos.
Algunos acordes bruman la garganta
de los alientos navideños
y la noche, noche de frío y recuerdo,
es un Dios en un pajar,
una mula y un buey por dentro.
Quizá en esta época sean buenos los deseos
tan buenos como inciertos,
como ese mar bravío que se empecina
en ser crepitar de olas
sabiendo que en la orilla
será espuma y mansedumbre.
Al menos que no nos falte
yantar en la mesa,
villancicos en el ambiente,
palabras cordiales
y buena gente
con la que repartir abrazos.
FELIZ NOCHEBUENA
© José Luis
Navidad es el día

Un portal
humilde, como todos los portales
donde las pajas se acumulan en el suelo
porque nadie tiene tiempo de limpiarlas
y, a veces, ni siquiera eso tiene importancia.
Se necesitaba así
un lugar en exceso común
donde depositar la semilla de los hombres
la que dejará destellos de esperanza
en el árbol desterrado del paraíso.
Luego dirán lo que quieran
pero en el corazón
en el alma
sí que tenemos ese fermento depositado
como un remolino de olas que van y vienen
en el silencio de la noche
o en el bullicio del día;
son dudas que nos interrogan,
que buscan las dimensiones de nuestra puerta,
es un peregrino que viene fatigado
y yacerá en nuestro lecho,
con nuestros huesos.
Mientras en la mesa las viandas reúnen a las familias
nuestras sombras vagan por el mundo ignorado
donde conviven los sueños y los fantasmas
arrastrando los restos de todos los naufragios
como un puzzle cuyas piezas nunca cuadran.
Buenos sentimientos aldaban los cánticos
que musitan las sirenas desvaradas
en los collados de las manos y las plegarias
sabiendo que vencido el momento
volverá la oscuridad en la que transitamos
con los leves rayos de luna
que nos enviamos…
© José Luis
Cuando el cuarto es demasiado grande

Un niño duerme tranquilo en su cuna
mientras gira la vida en la rueda
que anota los días y los números
como un calendario que se vacía
cuando finaliza indefectible el año.
Las ventanas, alargadas en sus jambas,
meten dentro la tarde que se perdía
desconectada ya del mundo,
son las nuevas mesías de lo rutinario
porque en una mirada se capta
la soledad que enferma al hombre
y al alma.
La pintura ya no dice nada,
el paso del tiempo le quitó su gracia,
es una desdibujada mancha
por la que nos preguntan que qué vemos
como cuando nos testificaban
nuestros pensamientos en una imagen
que en su forma simétrica muchas cosas
asemejaba.
¿Qué le diría yo hoy
a ese relamido psicólogo
de la mente de Rorschach
sobre las interpretaciones
y sentidos de mis visiones y percepción?
Pues seguramente
que el cuarto es demasiado grande
para hacer el amor…
© José Luis
Día de justa

Los libros se hojean a sí mismos
y las letras danzan en los ojos,
son diablillos que reconocen los vestigios
que la tinta dejó en las huellas
articuladas de un viejo piano
mientras las manos componían los signos
que resonarían después en los oídos,
el tiempo y las fotos de nuestro antiguo álbum.
Una de las estrellas, tan sólo una de ellas
detuvo su ulular en la fachada de una casa
donde los niños dormían en el silencio
de la noche que es cuando se duerme
y al cerebro se deja libre para elevarse,
para pretender cometas y sueños.
Has recogido los enseres de la mesa
y uno de ellos te llamó la atención
un antiguo marcador de páginas
con un grabado casi imperceptible
de una inverosímil e inaudita armadura
que emitía en las cuerdas de un piano
susurrante los latidos de la justa
que envolvió a los hombres remotos
en la inextricable lucha de la supervivencia
desde que fuera el cierre un pañuelo
de la curiosidad irremediable de Pandora.
© José Luis
La despensa del mundo

En su interior el mar es un submundo
donde aguarda voraz una serpiente
el momento en el que la luz se pierda
entre las imperturbables sombras
y las criaturas que no conocen el miedo
pululen entre los restos de la inmensidad
que es el infinito oscuro de los sueños.
La noche cubrió la bóveda con su manto
y las estrellas como piedrecillas en el camino
guían la mirada pendular del tiempo
entre las dendritas que mueven los engranajes
de un barco hundido en las marismas oníricas
que han ocultado las oraciones del padre nuestro
y el maná que alimentó al mundo en su peregrinaje.
Hay un hambre que adelgaza al hombre
y aniquila sus esperanzas e ilusiones,
un hambre que sujeta y detiene al oleaje
que devolvía a las riberas olvidadas
unos granos de arroz y unos peces
con las palabras que sanaban el cuerpo
y también al alma…
© José Luis
Decadencia y ocaso

La vida se ha sometido a una verdad callada
o una mentira oculta.
Los años se han ido desbrozando en la monotonía
y en los brazos de la falacia
dando al tiempo frutos de temporada
mientras se apuraba de fortunas la bandeja.
Un revés
quizá imprevisto o deseado
atrae una segunda o tercera lozanía
donde una atracción define ahora el juego,
el sexo y hasta la mismísima suerte.
Nada vuelve a ser normal
desde ese momento
en el que requisas de la vida su misma naturaleza
y te abandonas al amor
o a recoger frutos desde hace tiempo prohibidos.
Locura transitoria
apurando lo que sabes que será la última
oportunidad de paladear la mortalidad,
ese orgasmo que vacía y llena el destino
como un torrente que huye
y que a su paso arrasa y es arrasado
en un torbellino humano
de manchas y desesperanzas…
© José Luis
Una carta devuelta

No suele pasar
pero hay ocasiones en las que
se olvida ponerle el nombre a la carta,
no un nombre cualquiera
sino el nombre del destinatario
es como si en realidad no se quisiera mandar esa carta.
Las cartas son signos en papel,
signos que nos afectan
porque una palabra busca su realidad
y provoca una reacción en cadena
donde emergen mares y olas,
cantos de estrella o polvo de hechizo.
¿Cuántas de esas cartas no habrán llegado a destino?
Y no nos engañemos
no se nos olvida poner el nombre
sino que somos celadores de nuestra intimidad,
somos carteros de la noche
y nuestras palabras viajan siderales
por los mundos que soñamos,
por las órbitas cariátides de los ojos
mientras el aire nos devuelve su mirada.
© José Luis
Como cada 31 de Diciembre

Estoy en mi turno,
como otras veces he venido caminando
y he visto Salamanca en penumbra,
todavía las luces no daban a las piedras la mirada
y el esplendor con el que las agasajamos
después del transcurrir de los años.
Todos los días tienen su valor,
el de hoy es uno de esos días para la retrospectiva,
para la carrera y el salto hacia delante.
Cuando se inicien las doce campanadas
y las uvas sean nuestros testigos
volveremos a saber de la inexorabilidad del tiempo
y seguiremos en la ruleta de la suerte, dando vueltas,
hasta dejarnos caer en algún número
y entonces le induciremos su sentido
mientras se llenan y vacían las copas
con los acontecimientos que nos bulleron la cabeza
y que ahora son esa parte del olvido
que nuestros ojos reflejan en el cristal
helado por fuera como un trozo de vida
en el corazón del silencio
y que esperamos que se disuelva
en el calor de un día sonriente.
Advierto que la música juega en mis oídos
con esas notas conocidas tantas veces
y en su ritmo la voz guía las palabras que nunca entiendo
a la profundidad del hombre y las meditaciones,
me sumerjo en ese mar de reservas enmarañadas
donde las realidades y los sueños son titanes que luchan
en las saetas que llegan de la noche y del asalto
a cada uno de los 365 días pasados,
a cada uno de los 366 días ahora restantes
ante el horizonte y las perspectivas
de nuevos y dorados crepúsculos
que dejen en la retina la armonía del universo
y en los tímpanos el eco de tantos nombres
que entretejieron las risas y las calles
por donde paseo mientras duermo.
Tengo añoranzas por dentro,
como una esfera que se desgaja,
y sé que las seguiré teniendo
mientras las horas dejan en el reloj
mis manos asiendo los corazones candentes
de quienes son y han sido carne que conmigo latían
los vértigos de los instantes y las estaciones,
mas el tren ya escuchó su pitido
y la gala tendrá que continuar.
Lanzaremos al 2007 al costal de las añadas
con el buqué de las montañas blancas y heladas,
montañas vírgenes que se sabían pretendidas
por los anhelos y deseos frágiles
como el hilo de un tapiz irremplazable,
como irremplazables son los minutos
en los que nos otorgamos en vida.
Es la noche del 31 de diciembre,
la noche de nochevieja
en la que quemaré mis naves
para no volver atrás
y en cada granito de tiempo acumulado
acrisolaré un diamante
uno por cada alegría
o por cada pena
o por cada travesura
hasta colmar la luz de las estrellas
que como tú me miran…
Feliz Nochevieja
© José Luis