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Se muestran los artículos pertenecientes a Julio de 2007.

En busca del descanso

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Se posesionan las maletas de lo material de la vida en muy poco espacio, sólo lo necesario para perderse en esas riberas de sol, baño y lectura...

                             

©  José Luis

Tornada

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Vivimos en pequeños apartados de tiempo las vidas que acompasan nuestro cuerpo.

                  

La mañana atrae en su inicio la inquietud propia del día y a lo largo de nuestros mundos las sonrisas, palabras, imágenes, melodías, personas... se acomodan en nuestra mente y entretejen visiones de uno mismo.

                              

Las alas transmutan en la mariposa las ansias de alcanzar las estrellas que el firmamento vela desde el principio de los tiempos y en cada parada, en cada flor, en cada vuelo... la fugacidad inmanente de la vida cede en el recuerdo el goce de la eternidad.

                          

©  José Luis

 

16/07/2007 23:24. Autor: José Luis García FreeWolf #. Dentelladas No hay comentarios. Comentar.


Ola

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Los días se han ido sucediendo

entre las líneas de unos libros

y los pensamientos,

entre las olas de un cálido mar

y mi cuerpo,

entre los roces tenaces de lazos

familiares y recuerdos...

                        

Te alejas del hogar

y la rutina

para que entre las pavesas

y el silencio

tu mundo retome sus giros

y movimientos

como cuando sales del letargo,

del sueño,

y la autenticidad de la vida

es el puzzle que se va componiendo...

                                 

©  José Luis

16/07/2007 23:54. Autor: José Luis García FreeWolf #. Pupilas No hay comentarios. Comentar.

Guardián de las distancias

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Anclado en tus raíces

señor eres de los tiempos

guardián de las distancias

y los olvidados recuerdos.

                

Azur es la noche en la inmensidad

profunda y soberana de tu mirada

donde invisibles las nubes en su paso

siluetean los dedos de piel acariciada.

                            

Anclado en el cielo

señor eres de las distancias

taumaturgo guardián impenetrable

de las caudalosas ondas del silencio.

                              

Sé que en tu corteza grabada

está la confidencia de la vida

traída en el silbo del aire,

sorbida en la savia de las almas

que miran en el sol la huida

de los días y de la distancia.

                              

Espero cada atardecer

en los densos aires de la bruma

los ecos que olvidados en tus ramas

se tornan en las apacibles palabras

que acunan sugerentes mis sueños

y acercan la finitud de mi corazón

al conocimiento eterno.

                       

©  José Luis

Frente a la luz

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El jardín está adormecido
en el contraluz de la tarde
y los colores escondidos
esperan de la noche tenaces
vivificante el húmedo rocío
como perlas en sus nácares.
                                
Luce Selene en su elipse
nívea el albor de la muerte
de tantos rostros y pétalos
abandonados en las manos
llorosas de las Hespérides.
               
Trémula la carne
naciente de los vientres
se funde con las estrellas
en su paso hacia el inframundo
por el río Aqueronte.
                          
¿Será un sueño el amor
de encendidos colores
las dos flores del Edén
besándose ondulosas
velando la luz del atardecer?
                    
©  José Luis

18/07/2007 23:39. Autor: José Luis García FreeWolf #. Pupilas No hay comentarios. Comentar.

Luz tardía

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Los rayos que del sol nacieron hace ya tiempo

llegan mansos al crepúsculo después del cruce

universal por los espacios desiertos e inexplorados.

                        

Acarician la piel de la Tierra y sus otras tierras

con la misma profusión que un prodigado amante

deja en cada caricia insinuado el vívido deseo.

                         

El cielo, testigo del momento irisado, se enciende

al contacto etéreo y candente de los sutiles roces

y la calidez inmanente de todo cuerpo fecundado.

                        

Sólo esa negrura inmarcesible sujeta las alas

que unas nubes pasajeras cedieron a la noche

para su encuentro habitual con la luna clara.

                              

Toronjas mis pupilas arden

ante la desnudez de tu cuerpo

entre los pliegues de la sombra.

                       

©  José Luis

Perspectivas de gris ondulante

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Extiendo la mirada en la hondura del horizonte
entre las colinas que serpentean lejanas
las entrañas de la tierra y las errantes ánimas
que las sendas retienen oscuras en el abismo del tiempo.
                                   
Sutilmente rociado el aire en la distancia
figura un manto gris en los hombros de la tarde
que cubre en la piel la tersura de un mar
sugerente en las ardientes ondulaciones de un beso.
                  
Mis brazos, impalpables en la distancia,
ciñen aterciopelado el murmullo de unos ojos
cuando aletean las calandrias en su vuelo
los ecos de la cítara que resuena en la memoria.
                        
©  José Luis

El soplo de los vientos

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Camino despacio sintiendo los pies en el suelo
fragmentado de pensamientos y suaves celajes.
                    
El aire marca un ritmo acompasado
y las hojas de los álamos resuenan en las copas
el rumor de un mar tranquilo en sus ojosas olas
encallando las tristezas en la arena del domingo.
                       
En un banco sentada una pareja deja pasar el tiempo
mientras sus pupilas reflejan toronja los últimos rayos
de la cúpula cárdena y volátil de esta estival jornada.
                       
El camino, de otras ánimas salpicado, ulula silencio
entre las malezas de la sombra sin destino y los pasos
a ninguna parte o a todas mientras mi mente camina
por el laberinto de la vida y sus cotidianas pasiones.
                         
Ahora, en la magnitud de la noche, miro las estrellas
y el brillo titilante de los sueños que rondan la calle,
el viento arrastra con su soplo hojas de melancolía.
                                     
©  José Luis

Resbala

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Sujeta la piedra serena el agua
que fluye por sus pilastras
y la deja correr
lentamente...
por las oquedades de la tarde.
                            
Resbala la mirada
por la corriente húmeda y rumorosa
mientras recuerdo tu abrazo
y el efluvio de tu pelo
manando entre mis hombros,
y brotan la sangre
de este corazón apasionado
entre los alocados torrentes del anhelo.
                                   
De cada gota se sumerge un mundo
en la inconsciencia del olvido
y tu cuerpo se atomiza en el cielo,
en el paso de las nubes
que traen la neblina del mar
y el silencio de las cumbres
en la amplitud de tu mirada.
                       
¿No oyes gotear
la inquietud del deseo
en el espejo de mi alma...?
                             
©  José Luis

Luz boreal

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A veces yo me pregunto

silencioso y oculto en el rincón

dónde el alma estaría

antes de mi concepción,

todo aquello que percibo

cómo se va procesando

dentro de mi interior,

si he de volver algún día

a no sé qué lugar o si no...

                               

Las preguntas cuyas respuestas

son difíciles de dar

requieren una visión

de luz boreal...

                           

Mirar al cielo

y dejar que la lluvia te riegue por dentro,

abrazar al amigo

y sentir el calor que vivifica las entrañas,

saber que la vida en su efímera existencia

nos deja transitar por considerables caminos.

                         

No cerraré la puerta

de  mi corazón

y saldré,

subiré a la montículo del olimpo

y puede que allí

con los míos

contemple toda la vida

en la claridad infinita...

                             

©  José Luis

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Fuego pausado

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La tierra, fogosa en su interior, urde eclosiones que el ojo veloz de la aurora mira en la oscuridad de las paredes ocres de la noche mientras se suceden los acontecimientos y las estaciones.

                              

El hombre todavía no sabía que habitaría el mundo de la realidad y los sueños, aunque las fuerzas recónditas y mágicas ya lo habían idealizado en el mar versátil y turbulento de las reminiscencias cuando la nada era un extenso silencio y la oscuridad presintió que su soledad no sería eterna.

                             

Así, en medio del vacío, fulguró la concepción del ser y la luz poseyó las tinieblas entre las oquedades reverberantes de placentero néctar y anhelante aliento, de savia carmesí y arco iris radiante.

                                 

En recuerdo de aquel momento cada mañana nace dorada, toronja y púrpura (como labios íntimos del deseo) la claridad. Y toda noche Selene se viste ambarina, grana y cárdena  para mostrase adamada ante un Helios, que fugaz, tiende los brazos del anhelo alrededor de su cuerpo asiendo la forma de redondez exquisita o su delicuescente figura ingrávida.

                  

Y la naturaleza viste las mejores galas florecientes de su seno cálido, que a veces en su rojez asemeja el fuego que lentamente va macerando la semilla del devenir inmutable.

                             

Ababol silvestre mi pupila entre las glaucas yerbas.

                             

©  José Luis

 

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Carrete sin hilo

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El hilo ocioso de la tarde

se va enredando en el mar azul

del cielo y sus algodones blancos.

                

El aire bambolea la ropa

como una cometa rauda y liviana

que abandona la pesadez de la tierra

con la donosura de una joven

que extiende su melena al viento,

a la inmensidad frágil y etérea

de un beso robado al olvido

y al tiempo,

de un beso jamás delatado.

                      

Un farolillo rondan las polillas,

una luz roja de sirgas impenetrables

como redes urdidas en la noche

para atrapar los sueños

y mis labios extraviados.

                             

La línea del horizonte

lejana entre las nubes y la bruma

va hilvanando los recuerdos,

recuerdos escondidos bajo un cristal

en una pequeña cavidad de la tierra

esperando que pasen los años señalados

para que mis manos,

con enérgicos movimientos,

les retire el polvo y el olvido.

                         

Volveré a ovillar el hilo

en el carrete de la inocencia.

                     

©  José Luis

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Ser o no ser de una manzana

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Ya ves

la frontera hemos traspasado

y aquí está la manzana

áurea, redonda, jugosa...

dispuesta a cedernos la ciencia

en su mordedura al desnudo

como cuando rozan las sábanas

la piel ardorosa de los cuerpos

y es más intenso el placer del tacto.

                              

Y qué más nos da

si no fue manzana el motivo de discordia

que fuera higo, nuez o vaso de vino,

traspasamos el límite de la inocencia.

Nos toca asumir que el cielo es azul y límpido

pero que puede descargar turbios nubarrones,

que la vida es un camino incierto lleno de huellas,

que somos los padres de la humanidad en este tiempo

y que a veces nuestras manos están vacías...

                                      

¿Morderías la manzana conmigo?

¿Bajarías a las insondables simas de averno

para contemplar las fragilidades del mundo,

para hundirnos en los coros ígneos de las sirenas

y encallar nuestros sentidos en la ribera de los sueños

donde el pecado sería no vivir la vida...?

                                

Percibo cómo llegan las olas profanadoras del deseo,

verdemares voraces copulando creación y muerte

en los intersticios porosos de mi cuerpo

y me siento preñado de noches y lunas,

urdiendo mis palabras con inexplorados secretos

que aún desconozco y que me asustan,

se espanta un cervatillo de la ausencia del silencio.

                                 

Sí,

morderé del horizonte la estirpe

y dejaré que recorra mis caminos ocultos

mientras agito entre los dientes tu nombre

y te ofrendo mi postrer pensamiento.

                             

©  José Luis

 

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Morder a la vida a cachitos

20070728191000-mordercachitos.jpgLas llamas iluminan la estancia.
Flamígeras lenguas suben y bajan
mientras tenues las pavesas bailan
en las sombras carmesí de la fogata.
El aire se ha ensimismado
y los pensamientos recorren las miradas
al compás de los murmullos y la letra
de la canción prendida a las brasas
y al humo que se eleva delicado y rumoroso.
                              
Se asemeja el crepitar de las ascuas
a los embates del mar en las rocas
ancladas en la profundidad de la arena,
brazos que se aferran con energía
a la vivificante y erosiva espuma.
                        
También se aferran mis brazos
a la inmortalidad de la vida,
al recuerdo y a los sueños,
a los cachitos de felicidad
y a los rayos de luna.
                              
La existencia
como las manzanas
incitan los mordiscos
saboreados y chiquitos
prietos contra el paladar,
con su jugo resbalando
por los malecones del placer,
del mar onduloso
y mis brazos apasionados.
                              
©  José Luis

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Búcaro

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Sazonan las flores el campo

de colores radiantes

de mariposas y libélulas

inscribiendo irisadas en la retina

la estela fractal de los quinqués

que se colman en arco iris y lluvia.

                       

Paredes de piedra en la estancia

la visión del florero componen

de argento latón y jaspeado mármol

en el rincón ligado a las falacias.

                          

De vez en cuando allí sueño

sumido en la inmensidad del mar

con los cantos de las cometas

en sus acrobacias por el viento

y por el más allá...

                       

Traen las nubes azul el descanso

a un cielo verdemar y de olvido,

de golondrinas y raudos vuelos

entre tu cuerpo y mis brazos.

                                

Miraré en el campo los colores

que tu vestido recuerdan

y seré cometa en tu cabello

entregado al viento
y a mis roces.
                              
©  José Luis

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Camino entre nubes

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Arriba, en el cielo, junto a las águilas

se despliegan las alas de lo imposible,

un mar versátil forman de oro y espuma

las birlochas perdidas que surcan el viento

cuando el sol púrpura se desgrana

y oculta dorado en la penumbra.

                             

Las calles retoman el frescor de la mañana

y el paseo se torna una delicia, un jolgorio

de trinos y de pájaros repiqueteos

a su recalada vespertina en los árboles.

                       

Ociosa mi mente surca también el cielo

habitado por fantásticos ensueños,

oigo a lo lejos el murmullo del Olimpo

y a los héroes invitar por sus conquistas

a beber ambrosía de la copa del triunfo.

                               

Consienten las náyades que por mis venas

corra el agua fresca e inmortal de la fuente

y mis sentidos se abandonan en el letargo

con las olas que van y vienen por el coro

hipnótico de las sirenas y los argonautas.

                             

Toma la noche la clara apariencia de Selene,

se suspende a mis pies la luz de sus rayos

abriendo la puerta justa del Hades

y en el lago Estigia se refleja el brillo

de las almas y las monedas de Caronte.

                     

Noto el rumor de unos labios

que dejan un beso en mi sueño,

e inconsciente reconozco tu sonrisa

en el hálito de Psique en mi frente.

                     

©  José Luis

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Teléfono de papel

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Sale el sonido del auricular, el pensamiento por un cráter

de olas y vibraciones en torrentes que inundan los abismos

impronunciables y perdidos en el fronterizo subconsciente

entre los arreboles matizados de un sol crepuscular de julio

y las profundidades oscuras e impenetrables del mar otoñal,

fecundo en sus algas y espumas, tras los cantos marineros

cosidos a las tardes trenzadas en la orilla, junto a sus redes.

                               

Desconozco la voz que se esculpe en el papel de los recuerdos

cuando las palabras se incrustan en mis sentidos y siento tibio

el aire que lleva aromoso el olor de las rosas inmarcesibles

que habitan mis silencios de pétalos y terciopelos desnudados

en los libros que acompañan mis noches en tu piel y tu cuerpo.

                                      

Una tarde a la semana mi tiempo dejo junto al teléfono,

junto a esas sombras que olvidarán mi voz y hasta las rosas

que en todo jardín florecen con su fragancia y espinas,

quizá durante el sueño naveguen por los mares temperados

enarbolando sus alas de libélula en la bóveda de la dicha.

                               

©  José Luis

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Foto en blanco y negro

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Los ojos y sus bastoncillos nos hacen apreciar la vida

en matices claros y grises

los días en que las sombras dominan el ámbito de las luces

y el mar muestra su faceta oscura y tenebrosa

en sus más recónditas profundidades

donde las olas amalgaman tinieblas

y emergen al cielo en el reino de Hades.

                        

Sólo una nube,

ese día un poco despistada,

iba dibujando en el firmamento variopintas siluetas

en el distendido juego del adivina,

“¿qué ves en esta imagen...?”,

al igual que cuando nos mostraban en el colegio

esas cartulinas con dibujos simétricos y abstractos.

                                    

Quizá quiera ver un minino

agazapado en su rebujo con esa carita observadora

o las garras de caperucita

asiendo al lobo por la pechera...

                                     

En realidad

recuerdo las tardes en el laboratorio siendo el alquimista

de las imágenes captadas al vuelo

en mis paseos por la ciudad,

con la duda,

la incertidumbre

de si el pulsador, por mi dedo accionado,

habría conseguido atesorar en el negativo la realidad

por mi mente ilusionada.

Eran aquellos días,

no de antaño,

no tan lejanos,

cuando la fotografía era un ejercicio de precisión y paciencia,

de no saber hasta que revelabas
si habías obtenido el resultado esperado,

porque no había segunda oportunidad,

ni revisión digital del fotograma.

                               

El esfuerzo y el cuidado de las ilusiones

en la vida es un proceso parecido:

un jardín

en el que a través de las estaciones

va adquiriendo el colorido que le es propio

(el verde del mar,

el ocre de tu piel y castaño de tus ojos

hasta el toronja y púrpura del atardecer...),

acariciando en cada cana y arruga el tiempo

fugaz que nos recuerda

que en la mortalidad consiste la vida.

                       

Mas ahora

soñemos

con ser surcadores

de las horas...

y el viento.

                      

©  José Luis

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