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Canícula esclarecida

Retienes subrepticia mi voz entre tus labios
como un sol que ocultara sus silencios
en la oscuridad pétrea de un árbol y sus hojas
con los ecos que atronan las marismas
y los cometas muerden errantes
en los frunces por tu frente y su vereda.
Las sombras se proyectan tenaces
dejando la luz inconsciente y abandonada
en los reflejos oblicuos y penetrantes
donde irisadas membranas destejen los ojos
guardianes de la autenticidad y la entelequia
en los rostros de Jano, el futuro y el pasado.
© José Luis
Contextura de flan

Dulces son las palabras que me apadrinan
y que ponen en el aire ese sonido nuevo,
esa descarga de luces vibrantes y colores
como una cucharada de flan en la boca.
Secretamente el aire penetra en mi cuerpo
y en mi aliento se despiertan los hombrecillos
que cautelosos podan los sueños y recuerdos
mientras de mis ojos afloran verdes ríos
y puentes dorados y violetas
tras los trovadores y los incesantes crepúsculos.
En un plato tiembla inagotable la tarde
tras los deseos y las olas celestiales
donde algodones de azúcar son las nubes
que se prenden al paladar y sus profundidades.
Oscura la aureola se sumerge jugosa
entre los incisivos placeres
y los reflejos de la luz inconsciente
que desnuda la piel y la mirada…
© José Luis
Vislumbre pútrida

Absolutamente el tiempo se apresura
y se rompe en cada momento
no habiendo lugar para la duda
ni siquiera para un minuto de descanso.
Bien poco hace que los pétalos eran
la parte viva que manaba savia
y el roce salpicado de los labios
que ya no existen ni dicen nada.
La frescura que me entregó la mañana
en pequeñas turbulencias de rocío y sangre
se agostaron al declinar la mirada
hacia el recuerdo de lo que se pierde
tras lo soñado.
Terrones son las cuencas de mis manos
y nidos negros los ojos en la distancia
mientras eclosionan trastornadas las noches
en el vientre del vacío y de las parcas.
Podrá no llegar a nacer otro día,
quizá sucumbir una esencia fecundada
o la luz del sol no prolongue su camino
si dejara caer tu recuerdo o tu nombre
en el más fétido de los silencios.
© José Luis
Labio encalado

Blancas las acanaladuras de tu labio
por la ventana reflejan la luz que entra
en las cristalinas vertientes del olvido
como un brebaje que aletargara mis venas
Suaves son las melodías del recuerdo
cuando se aclaran remotas las sombras
en un arco iris perfecto de voces sonoras
tras las inclinadas líneas del alejamiento.
Los ecos de la noche brillan con la luna,
se posan como murmullos en el tiempo
y manan versos salpicados de corazones
mientras las campanas tañen en el silencio.
En la soledad de las tinieblas sólo una cala
hipnotiza mi sueño y la nada, la aurora
desprevenida no alcanza a decir palabra,
la mudez la vistió púrpura y áurea.
© José Luis
Salto a la sombra

En el aire has dejado la gravedad de tu cuerpo
y la sombra con el suelo se aviene en el lance
mientras congelado tu movimiento se suspende
el torso desnudo en la piel y en el tiempo.
El granito espera en las ruedas un roce
que encadene de nuevo figura con su silueta
y revierta en sonido en solo un momento
el trueno caído en la espesura de una tormenta.
La tarde se viene poco a poco en las nubes
y el cielo suelta monopatines de plata
donde entonan los ladrillos de una vieja iglesia
la equilibrada ceremonia de sangre y liturgia.
© José Luis
Un día de rallie fotográfico

en su transitar, en su fugaz y virulento delirio
en el cual acontecen invariables los pequeños olvidos
absueltos en los alineados límites de una foto.
He visto lejanas las miradas, justo en ese punto
donde lo que está delante es la silenciosa pantalla
en la que se rebobinan algunos episodios pasados
mientras el aire les remueve el cabello y las audacias.
En el vigor de los tonos ceden las flores exuberancia
a esta mañana de domingo y de bóveda azulada,
en el albor de las nubes y los verdosos mantos
baraúndas de extraños por mi cámara se cruzaban.
Los pájaros anadean las alturas y las ondas del río
con sus alas extendidas en la atmósfera y el tiempo
es esa inesperada ventana en la que alguien se asoma
y se revela como observador de su propio retrato.
© José Luis
Renuevos de primavera

Miro los árboles que a mi paso se arrancan
las pupilas hundidas de invierno en los tallos
mientras germinan las ramas y renuevos
que el viento cimbrado balancea solemne.
Sus hojas se recubren aún de terrosas pieles
que se rebelan en el confinamiento briosas,
glaucas y flotantes manos, nervudas teces,
que persistente el céfiro acariciar anhela.
Se dibujan los picos en las arbóreas moradas
y trinan los ecos cordiales de la primavera
bajo el cielo boscoso de abril y aguaceros
que barren la nostalgia y sombras invernales.
¡Quién no ha sentido ya en sus venas
el latido pícaro de Puck en su encanto
o el azulino y espumoso aro de Afrodita
que atraen los más intrínsecos deseos!
© José Luis
Lengua pétrea

Puente que de piedra naces tras tus pies
enclavados en surcos de légamo y agua,
de tus bocas surgen las márgenes del aire
y la senda del transitar por tus ojos profetiza.
Pétreas tus lenguas hablan con el sonido del río
y los murmullos de las aves que sombrean tus dorados
musgos por los que te rastrean leales mis manos
amantes de tus siglos y de las miradas al extravío.
Quizá en mis oídos dejaras de Unamuno los pasos
como se deja la flor en el reposado cáliz del tiempo
y de la fugacidad de los pétalos y las indomables espinas
mientras la inmortalidad por tus pretiles se encharca.
¡Cuántas huellas ocultas entre tus arcos
de silenciados pensamientos en la corriente!
© José Luis
Desabandono incautado

Sujetan las ramas del árbol
el despojo de la inocencia
que otrora fuera compinche
y subyugado tejido de asedios.
Ya no insinúan sus palabras
ni el silencio trae reminiscencias,
es un ocaso
un devenir en sombras
como ese largo desierto
dentro de una botella.
Han dejado de sonar las caracolas
que barruntaban destinos y mares
transversales al tiempo
donde los sonidos del aire se escuchaban
entre espumaradas de almíbar
y arrecifes de sosiego.
Dura es la corteza de la inadvertencia
cuando se traspasa el umbral del olvido.
© José Luis
Encastre piramidal

Las zonas que se encierran en recintos
atesoran un hermético paso del tiempo,
un contravalor manifiesto en lo inexistente
cuando no hay abertura más lejana que los ojos.
Los sonidos que tuvieron alguna vez congruencia
son silenciados en el vacío rugoso de la cámara
mientras rebosa en el ambiente la disonancia
macerada tras los siglos de conflagraciones y muertes.
No hay medida ni número que no sea descifrado
en el jeroglífico de los reflejos turbulentos
o en el encriptado enigma de las sombras
que toda vida o destino acarrea tras el nacimiento.
La noche acompaña la oscuridad del tártaro
y permanece cobalto un azul imaginario en la retina
donde el paraíso fue abandonado por la sabiduría
de una tierra que amamantó rigurosa los hijos de Eva.
© José Luis
Brillar en el ocaso

He visto al sol brillar en el ocaso de la tarde
cuando el día recogía en su certera luz la mirada
de las sombras y cómo arrimaban oscuro su manto
al fulgor de las estrellas. Aurífero espectáculo.
Las manos envuelven los rayos en sueños de plata
mientras la frente detiene en su interior los ojos
que siderales llegaron cruzando los espacios libres
donde los susurros ancestrales depositaron la clave.
Buscan los hombres el jardín que fuera prohibido
cuando inverosímil el fruto parpadeó la sabiduría
y sobrevino imperecedera la fragilidad y la muerte
hasta que surja un nuevo espíritu de la ciencia.
Vienen a mí de otros momentos los recuerdos
donde el tiempo era un estadio sin prestezas,
caminos virginales de un renovado paraíso
entre las horas perdidas en la inconsciencia.
© José Luis
Placeres de pensamientos

A lo lejos
la mirada se pierde
en el amanecer de la alborada
cuando se olvidan los sueños.
En el corazón diáfano de la noche
han nacido las palabras
al amparo de la luna y tus ojos
en la profundidad inmaculada.
Pululas por la habitación
entre aromas de sándalo
y las páginas de un libro
(oscuras letras en fondo claro)
por los reversos del olvido
donde te imaginan mis versos.
Dorados
son los pétalos del viento
añiles
los labios de tus pensamientos
© José Luis
La arboleda del paraíso

Suavemente
mis manos ondulan en tu piel
amuralladas en las breves caricias
del deseo
donde se erizan sensibles
las retamas del viento.
Tus ojos
mantienen ese brillo cómplice
ese bruñir de indudable quietud
mientras me sonríes
y miras con abundancia.
De tus labios
las palabras emergen
silenciosas a mis oídos
sabedoras de la inmensidad
que nos atraviesa
y baña de dulzura.
Siento el estremecer
rutilante de tus poros
y el rubor en tus mejillas
consentido
tras el roce con mi cuerpo.
Juntos presentimos
que descubriríamos la clave
en la arboleda del paraíso.
© José Luis
Pared significada

No podemos dejar que se marche la vida
sin al menos una firma en la pared
o un río velado de lágrimas
en unas líneas del olvido,
de esos que regresan algún día
inesperadamente
entre los labios de la muerte
mientras se contempla una foto
o se siente en el corazón un vacío.
Permitimos que nos separen los muros
del aire
donde una vez depositamos sueños
celestes y cautelares
entre costillas de Adán y barro
e higos pulposos, susceptiblemente sensuales.
Creemos en los círculos
que nos unen
como manos entrelazadas
a una verdad
o a una farsa clandestina
tras las líneas del azar
o del horizonte
donde perdemos la vista
y a veces la propia perspectiva.
¡Quién no ha mirado a los ojos
de un desconocido
buscando ese espejo
que nos devuelva en la mirada
milenios de estirpe
o figuras en una cueva coloreada!
Una pared es un lienzo donde dejamos la vida
en una firma o en un garabato
que nos identifica
nos llena de sentido, de significado.
© José Luis
Madre e hijo

A lo lejos distingo un puente que atraviesa el río
una ilusión azul en la nada, en el aire que etéreo
se insinúa entre nebulosas gasas y volubles vidrios
donde se crean ilusiones y espejismos seductores.
Cabalgan en la luz del día los hades de la noche
entre los estertores que balancean la orilla
pendular de la corriente y el asfalto flotante
enclavado entre dos cabezas, dos faros luminiscentes.
Sustentan la creación dos pechos,
dos pechos que amamantan el hambre y la esperanza
mientras crecen las dudas en la mente, en el tiempo
tras los pasos vacilantes de un hombre que no sueña
porque la alborada suspendió ingrávidos sus ojos
en el cenit de Damocles arropando su destino.
Esperan las farolas iluminar resplandecientes la noche
dejar en un círculo los haces luminarios tras las sombras
que ocultan al silencio entre las malezas del poniente
y los sueños de una madre en los brazos de su unigénito.
© José Luis
Limado de uñas

Estás distraída,
frente a ti el río
chisporrotea esta mañana de miércoles
mientras otras personas caminan
o simplemente están en la hierba.
No quieres fijarte en los pensamientos
y sin darte cuenta miras tus uñas
donde ves rugoso el reflejo del cielo,
sabes que tus dedos rozan el infinito
y no quieres arañarlo,
por eso sacas carmesí la lima
con la que friccionas las uñas
y tus pensamientos.
Hace mucho tiempo,
quizá en otra vida,
también estuvieras sentada
entre las briznas de yerba
con los ojos fijos
inmarcesibles en el cielo
donde el murmullo era un enigma
del que nacieron los sueños
y las estrellas.
Atenazan los dedos el aire
como el llanto de un niño
el corazón
sobresaltado de la madre
y la luna deja en tu frente
blanquecinos los rayos
en un beso
en una noche desmayada
cuando por los cristales de tus gafas
se fue la tarde.
© José Luis
Trasfondo teñido de cañas

Junto al río el aire se dispara
meciendo entre los brazos del abandono
las hojuelas de la noche y las incipientes cañas
que desbordan las orillas de los pensamientos.
Azules los reflejos del infinito se pierden
entre los tallos sinuosos de la añoranza
donde se ocultan verdemares las lágrimas
entre las olas del deseo y los corales de la huida.
La bruma empañan los ojos del silencio
y un barco resbala el horizonte por sus velas
como un chupachús por la lengua del olvido
mientras urde la espuma corazones en el agua.
Mis dedos sujetan los enredos del destino
entre las fauces de la noche y los vientos
que se diluyen en arrecifes aéreos y en silbidos
tras los pasos iridiscentes de una idea divertida.
La vida es la línea arcada en el iris de una vorágine
donde el camino que recorren jóvenes vírgenes
será la nebulosa de un sueño tras los dúctiles atardeceres
de un hombre que creyó que la existencia era un pájaro
trinando en la orilla crepuscular de un espejo
en bejucos quebrado.
© José Luis
Perspectivas desmigajadas

A través del aire
los ojos sus alas extienden
en los reflejos de un coche
y las exhalaciones del vacío.
Son las curvas un espejo
de realidad fragmentado
entre piedras protectoras
y parpadeantes surcos de colores.
Desmigajo tu mirada
en los haces de la noche
mientras paseo solitario
por la luna y los sueños
que a la orilla del río sorprenden
los peces salidos de la inconsciencia,
rutilantes fuegos artificiales
en la apartada bóveda de la quimera
donde un hilo de seda es el orbe
por el que se desplaza la tarántula
que tejió el sol y la madrugada
a los oscuros pliegues
de un todoterreno.
© José Luis
El ancho de la espera

Se hace tarde
y el tiempo se aleja
de la corriente del mar
tras las nubes del horizonte
como la isla de un náufrago
donde queda perdido el paraíso
o la muerte.
El plátano deposita sus esperanzas
en el frescor de la sombra
y en sus resistentes aquenios
donde descansa la semilla
y el frescor del verano.
Recuerdo algunos parajes
donde la sombra de estos árboles
asemeja la profundidad de una gruta,
un lugar insospechado,
inquietante y un tanto huidizo.
El cielo, azul, observa
la simplicidad de la existencia
mientras se expande
en el aire
y en los pensamientos
tras las volátiles caricias
del murmullo y de la aquiescencia.
Juegan los niños a saltar
intentando rozar la bola
y el firmamento
mientras se oye el bullicio
de la tarde por el parque.
Sé que tus ramas estiran las hojas
en los renuevos y en los ojos
que acompañan al río por el puente
donde las piedras esperan
mientras miran Salamanca…
© José Luis
Ondulaciones ensoñadoras

La corriente se lleva la mirada y los pensamientos
entre las ondulaciones de las aguas tras el aire
como una tarde sin sol que se lleva en la soledad
el olor imperturbable de los jazmines y los años.
Estás tumbada en la hierba y se mece tu cuerpo
con el sonido que de los árboles mansamente nace
desde el ritual de la naturaleza revivida y arcana
cuando circula sangre por la hondura de su tierra.
Sujetas la cabeza con tu mano y recorren tus ojos
absortos las estrías de las letras que sin moverse
se deslizan por tu mente mientras dejas sombras
de dudas en el horizonte y acaso lejano un recuerdo.
Sé que esperas tranquila la inmensidad de la noche
desplegada en las raigambres mismas de tus venas
tras la salida de la gratuita placenta y del paraíso
flotante de las usanzas y los gratificantes sueños.
© José Luis
En otros zapatos

Has llegado al parque
donde dejas la realidad que te acompaña
y juegas.
Hoy querías sentir en el suelo
tal como piel inédita
el latido profundo de la tierra
aquel que te hizo sentir
la vida en su corriente,
latido de la inconsciencia.
Bulle la sangre,
es el mar que se dispersa
entre los intersticios de la tarde
y ves en tu abuela el mundo
naciente de los ocasos
cuando de las cenizas unas ascuas
iluminan carmesí la mirada
que cómplice te sonreía
mientras sus zapatos te enfundabas.
El aire trae en la grana
de tus abriles la primavera
y el reloj turquesa que en tus ojos
brota como feliz cosecha
ha madurado en tus pies el tiempo,
mas tus introspecciones brotan
de las ramas de la inocencia.
Contemplo tu contemplar
ensimismado
en aquiescentes momentos
olvidados en las penetrantes líneas
de la mano del horizonte
donde una vez
otros zapatos
fueron de un niño sus sueños…
© José Luis
El forjado de la verja

Atardece
y el cielo se va inundando de sombras
en el azul celeste
donde se asoman las estrellas
y en la soledad del ocaso
me siento pequeño.
Camino entre tus calles errante
con la mirada aprisionada en la lejanía
mientras debilitadas permanecen las farolas
en sus reflectores, opacos haces paradójicos
en la bóveda enmascarada de los cerros.
De pronto
una verja detiene mi paso
entre los picos que apuntan al techo,
que es el escape del mundo
hacia lo desconocido e incierto,
como una pisada en la Luna
eterna
más allá de los recuerdos
tras los que se nos disipa cualquier existencia.
Pienso en el hierro
y en la trabazón de su permanencia
asentada tras los inamovibles años
en la soledad de su clausura
para la que fue forjada.
Siento en la piel extraño un sentimiento,
oscuras líneas en la rugosidad del horizonte
donde mis manos no alcanzan la distancia
que me aleja de la libertad y el deseo
de traspasar los límites de la consciencia.
© José Luis
Sin ponerse de acuerdo

Una habitación
retiene en su soplo
todos los instantes por los que ha pasado,
es una cámara y su interior
donde lo que acontece
es guardado en estancias de tiempo,
en presencias incompletas de sensaciones.
Traquetean las paredes
pesadas sobre raíles que argentos
van desplazando la mirada
por el cristal de la distancia
donde son tan fugaces los contornos
y sin embargo
cómo se atesoran en el corazón
cuando ya no hay más movimiento
que el de las vueltas de la memoria.
Son las ventanas los ojos de las casas
por los que entran y salen luces
o sombras de cada esperanza,
son huecos con lentes acristalados
tras el devenir que se cruza en la calle
con un desconocido que compone baladas
en las cuerdas tensadas del violín
y de su alma.
Siento los acordes perdidos
en sus años tras las plazas
y las paredes del olvido
donde permanece una oquedad
cerrada e inconclusa
porque no existió el acuerdo.
© José Luis
Aferrarse

Pasa el tiempo
y el aire,
quizá todo lo que retienes
y a lo que te aferras
también termina pasando,
es una película
donde sucede lo inevitable
porque ya sabes cómo termina.
La tierra mana flores
en las que se deposita,
tal que en los hombres,
un punto de fugacidad
de naturaleza invertebrada y cíclica,
que tras el revoloteo y esplendor
sobreviene su ocaso.
No sé
si la luna mirará en mis ojos
el miedo y la oscuridad
como su propio miedo
o si atravesado por la claridad de sus rayos
interpondrá en mi mirada
la magnificencia de la noche,
y cada sombra,
cada breve instante de luz
me devuelva en pequeñas dosis humanidad.
© José Luis
Motas reflejadas

Lejano el sol sigue enviando cálidos rayos
que atraviesan la inmensidad porosa del universo
y llegan límpidos y transparentes a la Tierra
donde anidan azabaches alas y el azul del cielo.
Hoy no llueve pero el río lleva gotas de lluvia
inmersas en tus pupilas mientras me miras,
un torrente cobrizo en los arcos de la frente
donde anidan lilas y vaporosos pensamientos.
Sé que los pájaros se llevan lejos la mirada
tras los murmullos y los vientos de la noche
con el sabor dorado y toronja del crepúsculo
donde todavía está intacto y velado el paraíso.
Los sueños vuelan con los relojes del tiempo
entre los afilados espejos de nebulosa sangre
y retorna por la mañana entre las sábanas
donde nuestras almas anidan con sus cuerpos.
© José Luis
Árboles estatuados

Verde es el camino que se desplaza en tus pasos
a través de la mañana y de una pared virada
entre troncos que al cielo tenues se levantan
y recorres su mirada mansamente en tus sombras.
En el cielo los murmullos vuelan entre azures
de ala y aura mientras sientes el sol en tu pelo
como una caricia de infancia y extraños recuerdos,
es tan fuerte el firme efluvio de la realidad y la vida…
Blancos son los trazos que rotulan el nombre
que la pared ostenta sin consentimiento o reparo,
nombre recóndito de la piedra en la negrura
donde se mancharon de nocturnidad las manos.
Miras el silencio, estancado a la orilla del paraíso,
un incierto pensamiento en la pose de la arboleda
y, aunque sigues tu camino, permaneces ligado
al confidencial sentido de aquella pared tatuada.
© José Luis
Luz nocturna

Se prepara el día para la noche su propio faro
donde acumula los rayos de sol para que brillen
cuando la oscuridad inunde los espíritus de sombras
y las flores lloren desdibujada la calina de la aurora.
Una voz ulula en mis pensamientos extraños rumores
de la lejanía, de cuando el tiempo creaba el universo
y el vacío era una nada preñada de nieblas vaporosas
de sabiduría y de espera, tras los nácares del espacio.
Negros son los dolores del mundo entre los sueños
y de nuevo la nada pergeña de la inconsciencia el parto
de las bocas atadas a la luz nocturna del silencio
y nazcan ojos que inquieran los desafueros del mundo.
El cielo se oscurece en la bóveda añil del firmamento,
amanece débil y verdemar la luz en el farol de la estancia
donde ahora respiran las flores nocturnidad y sosiego
en el aromático incienso de almas tras las estrellas.
© José Luis
Viaje de ida, viaje de vuelta

El tiempo resquebrajado en el espejo
es un sendero de misceláneos sentidos
donde cada paso vuelve sobre sí mismo
hasta el más crucial e íntimo nacimiento.
Miran los ojos detrás, de lado o de frente
los trescientos sesenta grados de expectación
tras los que se abstrae tentado el corazón
en los paseos por las muchas vidas que pretende.
Soy una mujer que va o un hombre que vuelve
entre los caminos del recuerdo o del propio olvido
mientras fluyen de sangre los ríos por un libro
o por las hojas de un cuaderno las letras rebeldes.
Sumerjo entre los campos de trigo un pensamiento
con las alas del deseo y de quebradizas crisálidas
entre los indelebles tesoros de rumores y alboradas
que buscará la incertidumbre en la noche de los tiempos.
© José Luis
La esfera fosilizada

Del árbol se descuelga el sentido de la vida
cuando su fruto se desgrana en las bocas
que se comen el orbe y lo mastican
al compás de su danza tribal y los goznes
del silencio eructan palabras que perduran
en el corazón del libro sagrado de la sabiduría.
Voces de hombres llenan el aire de las montañas
de los ecos nacientes en la garganta del olvido
tras la esperanza custodiada durante milenios
en el nocturno interior de una insondable caverna
mientras resuenan los alocados pasos de multitudes
desbandadas en los más intrincados laberintos
donde emergen secretos en esmaltadas huellas.
Inalterable el poeta sueña con jeroglíficos y signos
entre las médulas de sus dedos y de una flor los pétalos
que le muestren los misterios con los que entonar versos
perdidos en los recuerdos, luz atravesando ese resquicio
nunca abierto donde abandona la muerte los espíritus
que separa de los cuerpos antes de su pertinente marcha.
Una esfera sé que me aguarda y quiere proteger mi alma
entre irisados arcos que gráciles transitan por el cielo
donde fosilizada una semilla será el inicio de otra vida,
de otro anhelo que se muestra cada diez mil madrugadas
en el hálito palpitante de un ser que con amor nace.
© José Luis
Círculo carmesí

Prenden las llamas
en el jardín de la fuente
y los sépalos tiernos
en su semblante esbozan
la tonalidad flamígera del fuego.
Arde una amapola
entre los brazos del crepúsculo
y se aleja en un suspiro
profundo
de los colores la luz
perezosamente por las calles
mientras se deshoja el silencio
abanderado en tu frente.
Las espigas ondean el aire,
rondan la garganta de la noche
donde enclavarán la simiente
con penetrante voz
y desde la gruta de los sueños
anunciarán que el campo dorado
y labrado de los recuerdos
extendiendo sus alas
tenuemente desvanecerá
ababoles y destinos.
© José Luis