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No pain, no glory

He transitado por los caminos
junto a la visión del horizonte
con los rojos surcos de mis pies
en cada paso que la ruta marca.
En mi cara el aire he sentido
y penetrable de la tierra el aroma
he respirado del despertar denso
de la tierra cuando no hay nadie.
Casas, campos, trigales a la espera
del ocaso indestructible y púrpura
de esa iglesia que su cúpula levanta
en la silenciosa plegaria de la tarde.
Sin sufrimiento no hay gloria,
sin el empeño diario por vencer
los fantasmas de la no existencia
se vencerían las palabras en el abismo.
No hay senda que no tenga en su estela
la sangre bermellón de la alborada,
caminante de sueños y soledades,
de nuevo no sabes dónde descubrirás
el renacer...
© José Luis
Campo de amanecer

Ennegrecida la tierra revienta
en la plácida claridad de las horas,
impregnada de oscuridad y sueño,
los tallos, antes dorados o secos,
de una incertidumbre prensada.
Allá una nube rebosa, preñez abrasada,
el pabilo acotado y residual de la noche,
el amanecer despliega inmaculado el abanico
de los indefectibles rescoldos de la vida,
reverdecemos de las frugales pavesas
que el viento no acierta a baldearnos…
Desde el horizonte, ajenos al pensamiento,
los ecos ahondados en la imperturbabilidad
bajan las laderas del silencio amaestrado
en la inextricable soledad de la penumbra,
donde las palabras fueron los brazos amables
con los que articular la esencia del desconcierto.
Otra vez me llega ese aroma de los campos,
el intenso rubor de las anochecidas en el tálamo
donde las aguijadas de mis uñas surcan de tu cuerpo
inmemorial la fragancia de las pasiones perdurables.
© José Luis
Oscuridad esférica

Puerta de madera franquea la entrada
del fervoroso recinto en penumbra
los clavos serpentean geométricos
el ondular estático de la armada
donde se ofrenda olor de incienso
y herméticos estigmas ancestrales.
Los ojos la altura de la bóveda suben,
plegaria silente, suspensa y ascética,
la oscuridad esférica inunda las pupilas
de la claridad irisada de los cielos,
de las palabras que sigilosas y aladas
escalan la densidad sosegada del aire.
Tienen los cristales tintados el alma,
lejana la luz nació ya en la amanecida
dejando en la transparencia de la tarde
los humores púrpura y toronja en el vitral
humedecido por la escarcha de las plegarias.
Sujetan las ventanas el armazón de la calma
el lugar sagrado donde se vacía el pensamiento
de las materialidades y el sostén del cuerpo
suplicante hacia la imprevisible inmensidad
de las alturas.
© José Luis
Espigar

El aire baldea los tallos
del polvo que desprende la tierra,
doradas las espigas
cabecean con la danza del olvido
el verdor de la primavera.
Ya no vendrán los segadores
que arañaban la rugosidad de la era
con el sudor del sol a sus espaldas
y la hambruna semanal de desasosiego,
reposa envejecido el sombrero de paja.
Paso por las ensambladuras mi mano
de prietos granos, siento el cosquilleo
duro de la naturaleza atesorado
con el transitar imperceptible de los años
y el rilar de las nubes sobre el horizonte.
¡Qué bello el campo áureo de Castilla!
¡Qué silencio el del viento mecedor
de los páramos soleados del domingo!
¡Qué bella la tarde que se extiende
por la ermita de ancestrales cielos!
© José Luis
Sombra del pájaro

Los días de agosto
en los que el sol se muestra límpido,
esplendoroso y fuertemente pajizo
perturba el calor el aire
con el sofoco del fuego.
La sombra es el único refugio
donde aplacar el sopor del día,
los pájaros arrostran el vuelo
entre la pesadez tornadiza del cielo
y la fogosidad de la tierra llameante.
Aletean los párpados
bajo la negrura de la mesa
y con pequeños saltos se aleja
del fondo de la mirada
un pájaro.
Quizá refresque en su retina
los rasantes planeos de primavera
cuando la timidez azulada de Helios
empaña el horizonte de rosáceas
y ambarinas tonalidades.
Sentado bajo un toldo meditado
vislumbro de reojo esta escena,
al recordar mi infancia sonrío
de los ardores de otro pájaro
cuando estuvo una vez en mis manos…
© José Luis
Atardecer o amanecer

A veces no es tan distinto el atardecer del amanecer. Me gusta contemplar las tonalidades que arrebatan al cielo cuando el sol agazapado en el horizonte evoluciona. Atardecer y amanecer hermosos aconteceres del día, vaporosas ensoñaciones para los ojos, para las raíces del alma. Contemplar los vaporosos púrpuras, los encendidos toronja, los voluptuosos ámbar, la candidez azur… son la mejor medicina para el cuerpo que precisa quietud. © José Luis
Geometría circular

La claridad es un rayo
penetrante en la oscuridad,
un tallo blanco enramado
inagotablemente
en haces filamentosos,
un campo geométrico
y tenuemente algodonado.
Se diría que al ras del suelo
florecen fuegos artificiales,
brazos que dilatan la pequeñez
del infinito, procede la mirada
a distraerse del camino
donde se fusiona la lejanía
radiante, con el horizonte.
Parece la creación de un universo
expandido en la premonición, absoluta
y absurda, de la posible existencia
de la luz en la forja del destino,
un camino hacia la nueva palabra,
mutante y atrevida una sombrilla
escapa de la raíz de los sueños,
¿consumará el misterio?
© José Luis
De cara al girasol

Redondas son las caras
de las pepitas concéntricas,
halos amarillos cabecean
al son del aire,
el campo ambarino y verde
parece el oasis del tiempo
donde viene al solaz
cuando cae la tarde.
Me acercó a un girasol
le miro de frente
en la concavidad del semblante
donde azabache un mosquito
pasea como yo por los sueños,
por la tersura aterciopelada
de los alcores silvestres
y el danzar de las ninfas.
Juntos vemos caer
la penumbra a la tierra,
y siento más cercano su mirar
penetrante la oscuridad
nos susurra al oído
los enigmas del pasado;
ahora somos dos cabezas
llenas de pepitas…
© José Luis
De un rayo de sol un arbotante de aliento

Son las seis de la mañana
el sendero está oscuro,
mis pasos siguen la ruta
de blancas de piedras y tierra,
de vez en cuando miro las estrellas
y la claridad de la luna menguante,
maquinales los pies avanzan
entre los flancos de maleza,
un olor húmedo se desprende
del frescor de la noche,
mis pensamientos están
al final de la ruta
con el cansancio de las piernas
y la satisfacción del esfuerzo.
El día en su transitar
gris descorre la mantilla de nubes,
el cielo padece la incertidumbre
de las horas previas
cuando el tiempo se aloja en el abdomen
y los pálpitos retraen del reloj
los granos de arena
en los dorados campos del camino.
A lo lejos
una arcada me sonríe,
una tenue irisación de rayos
se escabulle del plomizo horizonte,
las gotas me golpean y resbalan
mientras recobro el aliento
tomo del sol las franjas de la lejanía
donde sé que en breve
lucirá mi descanso…
© José Luis
Señora del castillo

Fortaleza
cualidad invertebrada
del labrantío de la estratagema,
piedra reposa sobre piedra,
todas a una
para hacer solidez de flaqueza.
Fortaleza
cualidad femenina
del talle de la pulcritud,
gema que embellece el silencio,
ideal sobre la práctica
para hacer inigualable a una.
Fortaleza
en la concavidad del espacio
donde lejanía y cercanía
son los cabos de una misma cuerda,
los cabos de la querella y el amparo,
del asalto y el asilo,
de lo femenino y masculino
que todos atesoramos.
Señora del castillo
que tanto monta
y monta tanto
la “fragilidad” como
el caballero…
© José Luis
Llegar a los huesos

La vida surge
la muerte surte
el abandono del cuerpo
obliga,
¿a qué?,
¿a cuidarlo?,
¿a comprender dónde
asimilamos el alma?
Una calavera
dos huesos cruzados
un barco pirata
lucha
palestra
petición de algo.
Cada mañana
los ojos
tramitan el nuevo mundo,
nada como revolver la vista
y encontrar otros sentidos.
¿Miedo a la vida?
¿Miedo a la muerte?
¿O
acaso
estamos sólo
en el camino?
¡Qué bueno sería
llegar a los huesos
y seguir con vida…!
© José Luis
Más allá de aquellas montañas

El aire ha bajado de las montañas
cabalgando en el silencio
y en los rayos oscuros del valle
reptan escurridizas las aguas
manan de los torrentes la música
cascada seca del verano
¡cómo recorren las piedras
bajando los pensamientos!
¡cómo se filtra la noche
entre los huecos de la aurora!
Cruzan los peregrinos
la que fuera verde meseta
ahora de dorados campos
en el agostar del tiempo
en el agostar de los kilómetros
empedrados bajo la tierra
que da lejanas montañas
que toma al sol por montera
y no cesa de tejer la hilera
romeros, montañas, trigales…
y almas.
© José Luis
Nubes articuladas

Todo procede de la oscuridad
la ceguera
el caos y la confusión
la inutilidad de la pena
el calor del sol
sonrosadas las nubes de la mañana.
Todo emana de la luz
el triángulo fraccionario
el arco multicolor
vaporosas la gotas de los ojos
el final del túnel
la protección y el calor.
Me gusta ver el amanecer
mientras camino por el campo
situar las nubes cerquita
alrededor del cuello de la tierra
y matizarlas en mis labios
con anómalas palabras.
Tiene el cielo esa cualidad
de cambiar nuestra mirada,
nuestro estado de ánimo
con su espátula irisada,
trábanse la nubes
con las corrientes del aire
con las manos articuladas
que sujetaron en su frente
todas las constelaciones.
© José Luis
Sombras del hierro

En el salón la puerta vencida
del armario refleja la calle,
una sombra cierne la fachada alada
y deambula tras las aberturas
desusadas de los ladrillos
y los cristales de las ventanas,
no hay negrura en el cielo
cuando vuelan los ángeles.
Candente la forja en el hierro
azabache ha moldeado los pasos
azures y sagrados del crepúsculo,
ahora la tarde es el vuelo
grácil del horizonte
en el hilo inconfundible
de los zumbidos y los pájaros.
Entretienen las volutas del estío
el agonizar del aire, lentamente
del reposo la tierra se ha levantado
y los círculos de la incertidumbre
se extienden en la palma del silencio,
sombras de hierro penden
dolientes de los labios tersos
en los estertores de mi pecho
e invisten tu nombre inapazable.
© José Luis
Hojas para una cúpula

Sujetan las hojas mis pasos
nada veo del suelo
que no sea el intransitable discurrir
de las sombras por el cielo,
abren algunas nubes el día
y la persecución de la noche.
Tus brazos me rodean,
me encadenan fuertes ramas,
yacen mis deseos en tu alma,
voluble la tarde
quema de la memoria los mapas
del amor en el paraíso alcanzado.
Hay una cúpula en los árboles,
una iglesia circunstancial del secreto
donde las vidas se reinterpretan
en la supremacía de las manos
y abandera el poder de esas luces
sanadoras y perpetuas.
© José Luis