Se muestran los artículos pertenecientes a Abril de 2010.
... qué decir

Algo que decir quisiera
amasar en la sobriedad de la noche
dulcemente las palabras
y llegar a encontrar el retumbo
desconcertado de los sueños.
Sé que las letras son corriente
como la fluidez invulnerable del agua,
plateado torrente del intelecto
en las crepusculares sienes de la tierra,
polvoriento reposo en el verdeo del tiempo
y acaso esa pavorosa hendidura
en los medulares cimientos de mi demencia.
Sucederá a la noche en el semblante la luz
sondeada y sinuosa de otro penetrante amanecer,
humedecidas las rosas abrirán sus alas cambiantes
con los rompientes extenuados de la mudez,
las palabras que encontraron un camino
calmosas se extenderán en el día alfombrado
y devolveré a tus rebordes el recuerdo
algún día en mi corazón abandonado.
Trémulas dilato las cumbres de mis dedos
hacia los celajes que velaban nuestro exilio,
hacia el collado de los arroyos desierto
en el invernal solsticio del albedrío,
acelerado el loco trote de la providencia
carmesí me vuelve la sangre en su enredo…
© José Luis
Locura o cordura

No hay límites en el abismo de las horas,
devoradas son las fragancias en el deseo
devastando la viscosidad granada de una viña.
Sólo los ojos en su mirada permanecen firmes,
se descuelgan de las pupilas los recuerdos
y de los brazos de un mar embravecido los segundos
como fugaces lágrimas por el rostro de la noche.
Nunca se detuvieron las palabras en el abismo
ni en la luz envenenada del destierro,
junto a mis huesos vela la llama del ocaso
mientras del sol se expanden los rayos moribundos.
Tu voz, difusa y lejana, invade mis temores
en la soledad postrada, tanto arranca la locura
(o la cordura) a la infelicidad, la dicha y el olvido.
Ansía el alma de la permanencia el cuerpo
de lo tangible de la sima que vertebra su versatilidad
la infinitud de la vereda en el destino me se antoja
piélago infranqueable y ambiguamente turbulento…
© José Luis
Semilla arbórea

Arrugas, arrugas por la piel de los campos
surcos de compromiso y consejo con la tierra
la piel crece con la intensidad de los pensamientos
mientras separa el peine las espigas granadas del viento
a la orilla espumea el agua las arrugas de las olas
y juegan, incólumes las sirenas, al escondite inglés
con el rumor desacostumbrado de las caracolas.
Nervaduras llegan mansas a la cálida arena
los pies pierden las escamas de la noche
una niña deja su nombre inscrito con el vacío
de la lacerada bayoneta recreada en las dunas
la eternidad es una ola dispersando los humanos
esfuerzos por dilatarnos en el espacio inextinguibles...
Las ramas profundizan en el aire denodados arrojos
se enredan entre las nubes las hojas ya leídas
de los escritos ancestros y las palabras que abrieron
las puertas del inframundo se enraízan en los ideales
de la protuberante bellota yaciente en el suelo,
en el suelo se yace antes de engendrar la vida.
© José Luis
18 de abril de 2010 o de lluvia deslizante

La lluvia se desliza perezosamente
oscura nació la mañana del domingo
entre los cañaverales del Tormes henchido
resuena turbulenta la humedad entre los ojos
que tributan rumor al puente herrado
pocos los caminantes cruzan los charcos
espejos de un cielo profundo y azabache
los paraguas bambolean las manos combadas
con el acompasamiento marcial de los tacones
las gotas fluyen estremecidas por la primavera.
Por las laderas bajan los arroyos lamiendo
duras piedras en el deshecho de las hojas
se diría que están lavando los miles de años
con las jeroglíficas pisadas del hombre
hilos de espuma y agua conforman la fuente
manante de olvidos y ancestrales ecos bailando
con las harmoniosas corrientes de los tiempos
no interrumpe el sol su indivisible senda
por los espacios erráticos e inalcanzables
se escapa un pensamiento entre las nubes
una claridad levemente azul y esperanzada:
domingo es descanso de lo bien dispuesto.
© José Luis
Magma de rosa

De una rosa en el interior
guardé, a escondidas, el alma;
suavizaban los pétalos sus muros
como la sangre que suaviza el ardor
que se encadena a una venganza.
Aterciopelados hilos las nubes madejan
los estratos toronja de un atardecer
entre los ejes de una sugerente mirada
una perspectiva reunida en el horizonte
un arco templado sobre el diafragma del violín
cuyas notas resuenan en la montaña.
La tierra en su interior oculta los milagros
miran los ojos y miran en la rapidez fugaz
de una estrella alejándose en su rumbo,
la montaña vomita el magma con sus secretos
y con cadencia la corriente resuena.
Zigzaguea el magma en su camino
derrochando el saber de los secretos
candentes las almas buscan la roca del silencio
en la que posar la eternidad en su vuelo.
Las cenizas reconstruyen aquello que fue
un corto instante, una duda, un deseo…
© José Luis
Lejano jinete

A lo lejos se escucha el trotar de un caballo,
cruza el jinete la estepa mudo e infranqueable,
galopa junto al viento y desdibuja en el espacio
ondulosas las líneas donde se detiene la fiebre.
Penetrante se alza el calor que consume e hierve
la sangre rugiendo acelerada contra los malecones
trae extendida la hoz guadañadora de mil batallas
y la quietud sesga de la mañana en infinitas partes.
Se ha extendido la ciudad a cada paso de trote;
las torres, almenas e iglesias llegar al cielo parecen,
las nubes rozan mi memoria mientras tras un instante
la lluvia fragua innumerables tesoros en mi garganta.
Abandono la morada de las hojas que nacen al rubor
y siento de las montañas el azulado en mis yemas,
trepo por la espalda de la noche hasta tu mirada
¡qué ciego es el amor cuando quiere…
no ver nada!
© José Luis