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Mes de lluvias

Se han desocupado las nubes
en los días grisáceos y abombados
las calles son isletas de penumbra e inconveniencia
inmensos tornasoles atolondran el suelo
y la calidez de los paraguas al aire somete.
Los pasos dilatan las distancias
sienten los peatones en sus caras el azote
húmedo de las gotas de lluvia y del viento
pareciera que la naturaleza estornudara
con sus narices aceleradas y pulcras.
La tarde ha remansado la ironía del cielo,
eternamente derrumbándose, el sol matiza
encapotado las tonalidades toronjas del ocaso
requiebros perfilados en los azules del horizonte
en la voz que fuera olvidada entonando aleluyas.
Deslío entre la claridad de las sábanas
los zozobrantes crepúsculos de la escarcha,
mis oídos en el umbral palpitante rezuman
tanta agua, tanta disponible inquietud
auscultando las palanganas del bálsamo…
© José Luis
Sonoridades a oscuras

Aliada a la luz en el escondite
la penumbra anubla el fondo de la mirada
sujeta al ocaso la corriente arrastra al tiempo
y a los reflejos de los hereditarios árboles
en los fondos de la retina
mientras el cielo,
encendido tras su naturaleza,
sangra en los paños de un azur ensortijado.
Suenan verdinegras las aguas profundas
en su paso por Salamanca lamen
los vetustos pilares de los puentes
estrechando en la distancia las perezosas barcas
ahuecando en las hipnotizadas ramas
las palmas del invierno absorbente
y al descubierto la piel acrisolada de las hojas
tornan la oscuridad en plateado aliento.
Al mar se encaminan ovilladas las voces
con la invisible algarabía de vespertinas alas
se encaminan al mar los arrullos primaverales
con los sonidos cristalinos de las tórtolas
mis besos al mar se encaminan obedientes
en las indomables ondulaciones de tu reflejo.
© José Luis
De unos pétalos una urna

Mírala
esta flor, el lirio,
surgió de sus raíces en la tierra
creció desde la entelequia
desde el origen inexplicable que es la vida
pero se yergue desafiante
a la hiriente verticalidad del movimiento
arroja fuera de sí
la seducción del aroma
de sus pétalos las penetrantes irisaciones
del olvido la transparencia persuasiva
que acarrea toda primavera.
Paredes irisadas son en las alas del viento
aleteo de creación, preámbulo de orígenes
revoloteos y zumbidos, alegatos de belleza
en la conspicua intemperancia del tiempo,
en su interior reside la firme recreación
de desconocidos y rutilantes esplendores,
el transitorio anhelo de permanencia en lo sublime,
del apego a una corta y fluctuante existencia.
De sus pétalos una urna para el tránsito
una caja donde retener todas las contingencias
que fueron y que dejaron de ser
en una primavera, en otra, en otra y en otra,
una certeza de saberse reencontrada
en cada espectral y fabuloso renuevo,
una invariable cesión a la vida y la muerte
de su incoherente humanidad.
© José Luis
Ruina

¡Cómo se desgaja el tiempo!
¡Cómo las salas deshabitadas
han desprotegido los recuerdos!
Sabia la naturaleza ocupa el espacio
no vacío, el espacio mantiene los espíritus
de los que fueron pensamiento y carne
de los que humedecieron la tierra
con los esputos desgranados del cielo,
cuando el cielo era paraíso, y Adán, y Eva.
Las yerbas que crecen verdes me recuerdan
los suelos pedregosos abandonados
del paso de las horas serenas y apacibles,
del sudor arrastrado por el trabajo
y los bueyes que eran calor y arañador hierro.
El horizonte baña con sus nubes las paredes
lágrimas exudadas en la oscuridad de años
de cuevas vernáculas y pigmentos especiales,
adoración de objetos, dioses y animales…
¡dónde andarán ahora las creencias
no materiales!
¡La ruina se asienta en España,
llagas en estos tiempos importunos
de lucrados pescadores de aguas
residuales!
© José Luis
La corriente del río

¿Quién
no ha visto el batiburrillo
de las nubes avanzando
en multiplicidad de tamaños y formas?
¿Quién
en la impiedad del agua
no ha ahorcajado un puente
con la botadura de un papel
embarcado en sus dobleces?
Abstraerse
en el misticismo de las nubes…
disolverse
en los vapores del agua…
nada alrededor nos retiene…
anteponemos la acrobacia de pájaro
el zigzagueo de pez en la lluvia
la planta de pie levitante
al pudor telúrico del ojo.
Es inevitable
perseguir la corriente de un río
en sus revueltas y serpenteos,
dejarse atrapar en el vuelo
del atardecer entre aladas,
dejarse embriagar por el aroma del sol
mientras se cae en el horizonte…
Es inevitable
fluir hasta la muerte
en ese barco de papel por el río Estigia,
es inevitable
dejar que el alma vuele y se eleve
más allá de las nubes,
por eso puede que nos atraigan tanto…
© José Luis
Desde las alas de una figura espectral

Mis pasos me llevan en la mañana
a la transparencia de los escaparates
a la habilidad de unas manos que tejieron
con su afán una infinito naciente,
un reciente cosmos desde una nueva imaginación.
Juegos de mente con el espacio-tiempo
concierto de arpegios en lo desconocido,
la estructura sinfónica de los recuerdos
desde las alas de una figura espectral.
En cada átomo de cielo fecundizado
el propósito del hombre reverbera
ecos del designio de locura y grandeza,
de vetustos inicios en lo esotérico
en la profundidad del inconsciente
desde nuestra más oportuna creación.
Desde las alas de una figura espectral
mis sentidos se suspenden y desplazan
en la inmensidad onírica de los vergeles
que fueron jardín primigenio y placenta
de sangre y arcilla.
© José Luis
Dos visiones unidas

Los ojos se han ido de las esculturas
siempre desaparecen cuando son colocadas
un acto de protesta por sentirse obligados
a ser testigos de una realidad persistente.
Firmamentos de alados inundan sus frentes
el cobijo de un nido de invariables pensamientos
sobre los que danzar y considerar en atrevimiento
no cambiar nunca una idea propia por una ajena.
Dos visiones unidas toman mucha fuerza
dos versiones de la misma entidad significativa
de izquierda a derecha y de abajo a arriba
dos visiones ligadas mutuamente se enriquecen.
¿Una idea, es masculina o femenina?
¿una opinión puede envenenar al pensamiento?
¿el cielo en su caída saqueará muchas aves?
© José Luis
Barcas del Tormes

Se mecen las barcas tranquilas
en las aguas del Tormes
con la quietud de la mañana
al temblor oscilante de las catedrales.
Juguetean los reflejos con sus colores
amarillos limones ásperos de la aurora
carmesíes leyendas de fuego y espada
esmeraldas sierpes florecidas del viento
azures temblores del paraíso en la almohada
blancos silencios de contemplación en lejanía…
Los remos reposan en el fondo del río
brazos abatidos en la penumbra del cielo
aspas de un horizonte espejado y rutilante
del cauce del sol en las ondulaciones ojivales
en su paso por la cuenca y los ojos del puente.
Siento la humedad pálida en mis brazos
exudados humores que midieron el agua
en las vetustas bocanadas de una muerte
que descendió cansancio, soledad y pausa;
las barcas tranquilas se mecen…
© José Luis
Reflejos irresistiblemente irreales

Pertenecen los reflejos a la inversión irreal
a la fantasmagórica realidad de los sueños
donde deshacen su propia naturaleza los límites
y las líneas la perversión retornan de la incidencia.
Enervan las calles la verticalidad de los edificios
las paredes dejan que se junten las ventanas
la intimidad de una sala será la intimidad de la otra
(se comunican sinuosamente las mismas lenguas
lamiendo intrauterina en los cristales la luz)
El cielo desgajado en escollos de nubes
deja que se vare la quimera del momento,
en largos tentáculos de irreverente sombra
cae la tarde con estrépito en la acera
se alarga la espera en la línea del autobús
y perpetro con mi cámara irresistiblemente
la captura irreal de los reflejos de la pátina.
© José Luis
Atenta en su mirada

Transcurren las piedras en los años
inamovibles torres en la historia
en la diversidad de paseos sitiados
con los multitudinarios pasos incumplidos
ante sombras que se mecen en la tarde.
Las cigüeñas traquetean los pináculos
sus picos hacia el horizonte extienden
y pellizcan un trocito de cielo flambeado,
las alondras reflectantes inclinan sus vuelos
entre los silenciosos troncos de las riberas.
Pasear Salamanca por caminos de sus piedras
amanecidas entre labrantíos y cinceles alados
plumas encarnadas en la velocidad de unas hojas
enramadas al viento, alguna oquedad atenta
en su mirada me persigue ocre con sus órbitas.
© José Luis